Este último sábado vimos a miles de personas movilizarse en las calles por un mejor sistema de salud. La mayoría de los manifestantes, enfermos crónicos y graves, salieron a plantear parte de los problemas que enfrentan los enfermos en nuestro país: segregación en el sistema de salud y falta de acceso a medicamentos. Esta es otra expresión de algo que ya resulta insoportable : la brutal inequidad de nuestro sistema.
Creemos que lo anterior pone de manifiesto un tema pendiente para el Estado: un sistema de salud que es en sí un problema y cuyo cambio será la causa de la siguiente demanda ciudadana en la agenda de las movilizaciones sociales en Chile.
A pesar de que nuestros “macro-indicadores” sanitarios (esperanza de vida, mortalidad infantil, etc.) son buenos en relación a lo que invertimos en salud (cerca del 8% de nuestro PIB en 2011), ellos en realidad son una herencia de las políticas de salud pública implementadas en la década de los ‘60 y comienzos de los ‘70 (acceso al agua potable, fortificación de harinas, yodación de la sal, fluoración del agua, entre otras) y muestran señales de estancamiento. Los procesos de cambios demográficos y epidemiológicos, en particular el envejecimiento de la población (CEPAL proyecta que para Chile en 2050 la tasa de dependencia será de 61,4%, con un 23,6% de habitantes mayores de 64 años y sólo un 14,4% de habitantes menores de 15 años) nos obligan a repensar la forma en que aseguramos una vida saludable para las personas. Lo anterior resulta aún más preocupante si consideramos que nuestro gasto en salud es bastante bajo en relación a los países desarrollados con los que tanto nos gusta compararnos (7,5% del PIB en 2011 para Chile versus 12% promedio de la OCDE, según el Banco Mundial). Esto es aún peor en el caso del gasto público en salud, que en Chile alcanza sólo a un 3,5% del PIB, mientras que el promedio de la OECD estuvo en 8% durante el 2011.
Nuestro país mantiene uno de los sistemas de salud más segregados del mundo. Existe una salud para ricos, jóvenes y sanos, cuyos elementos más visibles son las ISAPREs y clínicas con elevado nivel tecnológico y hotelería de lujo; y otra para pobres, viejos y enfermos, asegurados por FONASA y mayoritariamente atendidos en la red de salud pública.
¿Cómo funciona la salud para los privilegiados?
Las personas que tienen recursos económicos pueden comprar seguros en ISAPREs. Sin embargo, en general los planes de salud sólo permiten la atención con algunos prestadores preferentes, no cubren todas las patologías, no reembolsan todos los medicamentos y hacen todo lo posible para no pagarlas licencias ni nada que signifique reducir sus márgenes. Además, las ISAPREs harán evitan asegurar a personas mayores, mujeres o personas con enfermedades preexistentes, aumentando el costo de la prima a pagar o sencillamente negándose a asegurarlos.
Dado que el sistema logra quedarse con una población sana y con alta capacidad de pago, a nadie debiesen extrañar las obscenas utilidades de esta industria, que alcanzaron en 2012 los $80.436 millones de pesos (equivalente a más o menos 170 millones de dólares), lo que significa un aumento de 3,7% respecto del año anterior.
Negocio redondo para un sistema minoritario. De hecho, según la última encuesta CASEN 2011, sólo un 12,9% de la población está afiliada a alguna ISAPRE, con un promedio de edad de 32,6 años, un porcentaje de mujeres de 48% y un ingreso autónomo promedio de $1.124.552 pesos.
Miremos ahora lo que pasa con el sistema público. FONASA, como seguro de salud público, tiene por objetivo cubrir a toda la población que no es capaz de pagar un plan privado de salud. Es así como en este seguro está afiliado el 81% de la población, mayoritariamente los más pobres o más viejos, con ingresos autónomos promedio de $308.456 pesos, según la Casen 2011. El gasto per-cápita en este sistema es 67,5% menor al del sistema privado (información de FONASA).Como usted puede ver, en Chile, la población más modesta se arregla como puede, mientras los más privilegiados se atrincheran en el sistema privado, en el paradigma opuesto a un sistema realmente solidario.
Estamos frente a un Estado sobreideologizado, que no opera como garante y que favorece sistemáticamente lo privado por sobre lo público, permite o promueve este sistema privado de salud segregador que, como si fuera poco, recibe dinero de origen estatal y lucra con éste. Es lo que ocurre, por ejemplo, con las primas que recibe por concepto del plan AUGE-GES, en donde, según cifras de la Superintendencia de Salud (Julio 2011 – Junio 2012), el sistema privado utiliza sólo el 51,4% de esta prima para cubrir las prestaciones AUGE de sus usuarios y el 48,6% restante, equivalente a 4.120.429 UF, va directo a utilidades.
Pero el sistema de aseguramiento es sólo una parte del problema. El acceso a varios medicamentos claves para el tratamiento de patologías complejas se ve dificultado por su elevado costo y baja disponibilidad. Chile es un paraíso para el lucro de los laboratorios y cadenas farmacéuticas. Así, incluso si el paciente consiguiere acceder a la consulta médica que le permita conocer un diagnóstico, en varias ocasiones podría ver frustrada la posibilidad de acceder a la terapia correspondiente.
Aún no hemos hablado del desorden monumental que existe en la organización de las redes asistenciales. Sólo por mencionar algunas de las deficiencias asociadas, observamos: fuga progresiva de médicos generales y especialistas al sistema privado –por incapacidad del sistema de pagar sueldos competitivos y establecer carreras profesionales atractivas–, centros de salud que funcionan en jornadas parciales por escasez de funcionarios, canastas de de medicamentos limitadas, largas listas de espera para las atenciones de salud, déficit en la gestión de los establecimientos y redes etc.
Algo huele muy mal en Chile, esta realidad no es para poner orgulloso a nadie. Es fundamental que el país reflexione acerca de los cambios que se deben introducir en nuestro modelo sanitario para que vuelva a ser equitativo y de calidad. Es indispensable remover la conciencia de la ciudadanía ante un sistema sanitario que debería producirnos indignación y vergüenza. Díganos usted si esto le parece bien.
Comisión de Salud de Revolución Democrática.