Noviembre 27, 2024

Longueira… el próximo Pedelaerre

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 longueiraLongueira –el duro, el pragmático, el amo y señor del tablero parlamentario de los rubiecitos y de los dirigentes poblacionales, el coronel que ahora sí tiene quien le escriba, el aglutinador del amor/odio del gremialismo, el que tiene línea directa con el purgatorio, el gran tapado de la UDI Popular, el ungido, al fin– no va ser el próximo Presidente de la República por los méritos del actual gobierno, ni porque la derecha sea la mejor alternativa para el país; ni siquiera por sus propios méritos. Longueira será Presidente de Chile por una sola razón: según la alternancia pactada a inicios de los noventa, entre vencedores y vencidos del 73 y del 88, esta vez le toca a la UDI. No a los independientes (A esos nunca les tocará). Ya le tocó dos veces a la DC, dos al PS, una a RN. Es el turno de la UDI. No sólo eso: Longueira también gobernará con mayoría parlamentaria.

 

El ex senador es el salvador de la DC, y sin DC no hay Concertación; él es el cardenal primado de la UDI, y sin UDI no hay Alianza. Golborne no era nada de eso. En verdad, Laurence estuvo todo este tiempo guardándole el puesto en la fila a Longueira, haciendo tiempo, jugando con Andrés a ser pre candidatos mientras Pablo estaba ocupado siendo ministro –un gusto que no se había podido dar antes porque estaba oficiando de diputado primero, y luego de senador. Longueira no le va a propinar una derrota de aquellas a Allamand para humillarlo, sólo lo sacará del camino con un breve gesto de superioridad. Luego va a exigir sus fichas para el juego. Esta vez le toca a la UDI, y él es mejor representante de su partido. El pater familias, el único capaz de acallar a los díscolos, el que decidió que en la UDI no hay primarias parlamentarias, porque de eso se encargará él. Allamand será compensado con algún ministerio o una embajada top, lo que quiera su señora, total ella es de la UDI y tiene derecho a elegir.


De acuerdo a la rotación del poder establecida al amparo del consenso noventero, a la UDI le corresponde el próximo período presidencial. Para el caso, da lo mismo quien gobierne. En Chile lo que se hace es administrar un modelo económico que funciona al alero de una Constitución y unas leyes que dan vergüenza. Eso es todo. Que lo haga cualquiera de los miembros del “club de la unión”, la Concertación o la Alianza, es irrelevante; ambos tienen enormes coincidencias programáticas. Ninguno es partidario de una Asamblea Constituyente. No obstante, dentro de los dos conglomerados hay pugnas de poder; caudillismos.


En agosto de 2009, el candidato del entonces oficialismo, Eduardo Frei, olía a gladiolos. Lejos de tomar la medida lógica de reemplazarlo para evitar el bochorno, los dirigentes de la Concertación arrastraron su hedor hasta la derrota final. Algunos eran partidarios de la derrota, entre ellos el senador Girardi. La única lógica posible para explicar y entender esa actitud obcecada, es el compromiso por la alternancia. La Concertación ya llevaba cuatro gobiernos consecutivos, y la Alianza sentía que ya era hora de un cambio de sillas. Por lo mismo, el arribo de Piñera a La Moneda tampoco fue gracias a sus méritos, sino por mera alternancia. Esta no es la hora de Allamand, tampoco la de Renovación Nacional. Ello explica porqué Piñera liberó a su ministro de Economía para ponerlo en la grilla de largada.


Que Golborne haya sido pre candidato independiente de un partido católico, siendo agnóstico, y luego sacrificado en vivo y en directo a través de los medios de comunicación por los coroneles de Chacarillas, tiene mucho sentido dentro de la lógica de la alternancia pactada. Desde ya, su mayor debilidad era su condición de no militante, un fusible que la UDI instaló a sabiendas que reventaría cuando fuese necesario. Y ese momento llegó según lo planeado. Por lo mismo sería ingenuo aceptar, de buenas a primeras, la versión oficial del desistimiento de Golborne.


Resulta obvio que detrás de la decisión del ex ejecutivo operó la derecha más dura y reaccionaria. Es curioso que la resolución de la Corte Suprema contra Cencosud, en un juicio que data de 2006 –cuando Golborne era gerente del retail–, así como el descubrimiento de sociedades y capitales en paraísos fiscales que posee el ahora ex abanderado, hayan surgido a cuatro días del vencimiento del plazo para la inscripción de las candidaturas para las primarias del 30 de junio; a lo que se suma que esta última información no fue lanzada por cualquier medio de comunicación, sino por uno perteneciente al empresario Agustín Edwards, un hombre clave por su poder político en las sombras (recuérdese su activa participación en el golpe de Estado y en la Operación Colombo). En efecto, fue el diario El Sur de Concepción el que el pasado 28 de abril dio el golpe periodístico que acabó con las aspiraciones presidenciales del ex ministro, quien ya venía complicado por el fallo judicial que comprometió su credibilidad.


Al cabo, la decisión de llevar a un UDI de verdad, siempre estuvo tomada. Golborne sólo fue utilizado, la verdadera candidatura siempre tuvo grado de coronel. El ahora ex ungido no es más que un fusible quemado que no se puede usar de nuevo. ¿O acaso en la UDI piensan que los estándares exigibles a un senador son inferiores a los de un candidato presidencial?


Y aunque la nominación de un independiente y agnóstico como el ex MOP, fue un buen intento de la UDI por transmitirle al país una señal de inclusión y tolerancia religiosa, la doctrina pudo más. La UDI no estaba dispuesta a utilizar un outsider agnóstico para la jugada más esperada de su historia. Es ahora cuando la derecha económica siente que ha llegado el momento de trasladar sus oficinas a La Moneda. Longueira es el hombre que necesitaba la derecha dura para gobernar en tiempos que se avizoran como agitados en lo social, e inciertos en lo económico, de prosperar las demandas de trabajadores, estudiantes y sociedad civil organizada.

 

Patricio Araya

Periodista

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