La primera vez que lleve a mis hijos a un cumpleaños en el cual el momento culmine era romper la piñata,- la figura de un ratón Mickey colgada en un árbol, y rellena de caramelos- y ver una decena de niños y niñas golpeándola con palos, y al caer los dulces, una rebatiña por tomar lo más que se pudiera, sin importar empujones, zancadillas y golpes, fue en pocas palabras la imposición de la ley del más fuerte. Sólo esa vez fueron a un cumpleaños de esas características.
La piñata de la elección parlamentaria aquí en Chile, está rellena con cupos a senadores o diputados, el que golpee más fuerte , haga las zancadillas más grandes y engañe mejor a sus electores, se quedará con el cupo respectivo, un espectáculo indigno y vergonzoso. Los dueños del cumpleaños y sus invitados de última hora, entusiastamente le dan palos a la piñata. Más que mal, no es poca cosa agarrar una senaturía o diputación,… “que la ley de primarias”, “que la participación del pueblo”, “que abrir espacios de democratización”, pamplinas , eso queda para los incautos e inocentes ciudadanos, a los cuales quieren hacer comulgar con ruedas de carreta.
Ese gran mapa de Chile, es como si fuera un tablero de ajedrez. Juegan estos desalmados con las esperanzas y anhelos de un pueblo decente y honrado, que sólo quiere ser tomado en cuenta y expresar su opinión política. Yo te doy y tú me das es la consigna.
Pero hay esperanzas que eso cambie. Poco a poco se van articulando voluntades que quieren un cambio a esta situación, los políticos del sistema no se dan cuenta o no quieren darse cuenta, igual que en un terremoto, en las profundidades del mundo social surgen nuevos Partidos y movimientos políticos, se dan las primeras señales que habrá cambios, no podrán eternamente mantener secuestrados a los ciudadanos, en sus corruptelas, de la cual ninguno se salva.
Parafraseando a García Márquez, podemos decir que las estirpes de políticos del sistema neoliberal serán condenados por los ciudadanos a cien años de soledad y no tendrán una segunda oportunidad sobre la faz de la tierra.
Jorge G. Péfaur