Lo que intenta resumir una bandera o un himno patrio es aquel sitio filial, donde nacimos o donde nacen nuestros hijos y los de ellos, allí donde nos convertimos en raíces. Es también el lugar común que, por tradiciones, cultura, idiomas y un conjunto de factores elegimos para vivir y donde esperamos tener el sosiego de los años canos.
Oponerse –como lo hacemos – al modelo de desarrollo portuario impulsado hace más de 10 años en Chile, convencidos que éste concentra la riqueza, tiende a centrar la actividad portuaria en pocos operadores, impide el normal desarrollo de los medianos y pequeños actores y comerciantes que ya existen, significa rechazar el monopolio de esta actividad en unas pocas familias, las más ricas del país que se privilegian a sí por sobre el resto de la Patria.
El 2011 tomamos conocimiento de las denominadas medidas de impulso competitivo que el Ministerio de Economía pretendía aplicar en Chile. De ellas, a lo menos seis tendrían un impacto directo en Valparaíso. En ese momento, ciudadanos y organizaciones sociales, de todos los colores políticos, sin distinción ni exclusión alguna, reclamamos en la calle mediante paros y protestas, y logramos que el entonces Ministro de la cartera, Juan Andrés Fontaine, saliera del cargo junto a las seis medidas de impulso competitivo.
Dos años después, otro Ministro de Economía, Pablo Longueira, ha vuelto a la carga con algunas de aquellas iniciativas, participando activamente en su ejecución y en hacer del neoliberalismo la forma de no proteger la Patria.
Una de las medidas de competitividad es la modificación de la Ley de Cabotaje, por la cual en la que se permitiría la navegación en rutas de cabotaje -dentro de Chile- a naves de bandera extranjera.
Nuestra Patria – sobre todo Chile insular – ha mantenido y desarrollado parte de su cultura con los flujos de naves nacionales; especial importancia reviste este tipo de transporte en el país, para las personas que habitan en el extremos sur, donde poblados y comunidades son conectadas a diarios por nuestra flota de cabotaje nacional y tienen así acceso eficiente a su traslado y al de sus mercancías y productos.
Más allá de ese ejemplo sobre la importancia socio-política-económica de la flota de cabotaje, nos llama la atención y preocupa la nula importancia o absoluta despreocupación que este gobierno tiene por los temas de seguridad nacional involucrados en la propuesta modificación “competitiva”.
Sabido es que nuestros canales insulares, hoy navegados por pilotos y tripulación chilena, tienen una importancia político estratégica determinante para nuestra fuerza naval, en caso de conflictos bélicos. La existencia y conocimiento de rutas reservadas, los fondeaderos naturales para las naves de guerra, la reserva en cierto tipo de cartografía, parecen ser, al menos, factores que nuestro Ministro de Economía no ha tomado en serio.
Hoy, el país goza de una bonanza económica que nos permite tener una fuerza naval operativa bastante superior a la de nuestros vecinos, pero nadie nos asegura que con el devenir del tiempo y los acontecimientos mundiales y regionales esto se mantenga. Sólo por recordar, cuando casi fuimos a la guerra con Argentina, en 1978, los fondeaderos naturales y el abrigo de las aguas en los canales, le dieron a Chile casi la única ventaja estratégica respecto de los vecinos, en un momento en que por las circunstancias del caso, teníamos fuerzas militares infinitamente menos apertrechadas que las trasandinas para un conflicto armado.
Dejar que el mercado se imponga incluso sobre nuestra defensa es tan inaceptable como haberlo dejado que prime en la salud, la educación y la vivienda. La Patria nos pertenece a todos y es natural querer defenderla.
Los marinos de Chile deben opinar y defender a la marina mercante nacional, como lo hacen en privado y por sus conductos regulares. Ellos saben que con la protección del cabotaje para nuestros pilotos, tripulaciones y banderas, no sólo garantizamos la seguridad de la nación, sino que, contribuimos a mantener formas de vida y de relaciones entre nuestros compatriotas de las zonas más aisladas, de manera fluida y no pensada sólo desde el dinero o la competitividad que favorezca a un determinado sector y sólo en el corto plazo.
Es esperable que esta rama de la armada profesional diga no a la nueva ley de cabotaje, tanto como lo es que juntos construyamos y protejamos la Patria que queremos si la queremos realmente para todos los chilenos. Para proyectar el futuro, es necesaria de ellos una visión estratégica donde las razones de Estado se integren con los motivos económicos, y no una que privilegie a pocos, arruine a muchos y desproteja el territorio común, el de nuestros ancestros, hijos y nietos.
Cabe así recordar, entonces, la noción de Patria que el escritor peruano, Mario Vargas Llosa, expuso en su discurso al recibir el Nobel de Literatura en 2010:
“No hay que confundir el nacionalismo de orejas y su rechazo del otro, siempre semilla de violencia, con el patriotismo, sentimiento sano y generoso, de amor a la tierra donde uno vio la luz, donde vivieron nuestros ancestros y que forjan los primeros sueños, paisaje familiar de geografías, seres queridos y ocurrencias que se convierten en hitos de la memoria y escudos contra la soledad. La patria, no son las banderas ni los himnos, no los discursos apodícticos sobre los héroes emblemáticos, sino un puñado de lugares y personas que pueblan nuestros recuerdos y los tiñen de melancolía, la sensación cálida de que, no importa donde estemos, existe un lugar al que podamos volver.”
Y que puede, entonces, volver a florecer.
* Jorge Bustos B
Presidente de la Confederación de gente de Mar/CONGEMAR
Presidente de la Asociación por la dignidad, los derechos del Ser Humano y el Entorno Ecológico/ADDHEE.ONG
Ex Candidato a Alcalde de Valparaíso