Hacia finales de marzo hizo una visita relámpago el historiador alemán Stefan Rinke para dar una conferencia sobre circulación de símbolos culturales en Chile en la Universidad Alberto Hurtado y preparar los detalles para la presentación de un libro que publicará la Dibam en los próximos meses bajo el título Encuentros con el yanqui: la La norteamericanización y transformación sociocultural en Chile. Rinke, ex director del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Libre de Berlín, es un especialista en temas como la norteamericanización de Latinoamérica, nacionalismo en Chile y cultura de masas durante el siglo pasado.
Sin duda que los flujos culturales durante el periodo estudiado por Rinke han sido desequilibrados, unidireccionales desde el Norte hacia el Sur, un proceso utilizado por Estados Unidos para influir culturalmente y también económica y políticamente en Latinoamérica. Pero este flujo no termina aquí. Uno de los aspectos más complejos e interesantes de estas corrientes es su circularidad. Los símbolos fluyen en una y otra dirección. “Yo diría que tenemos que olvidar los esencialismos, qué es lo norteamericano, lo chileno, lo argentino y pensarlo más como un proceso circular de intercambio”, comenta.
En este flujo, podemos hoy ver que Estados Unidos está en un proceso de latinoamericanización, del mismo modo que en otras épocas su cultura fue influenciada por otras diversas, lo que está presente en la música, las artes, los modos de vida. En este sentido, y teniendo en cuenta la velocidad de este intercambio por la globalización, la circularidad es cada vez mayor, más densa y más compleja. Podemos preguntarnos por el rock, un ritmo propio estadounidense aun cuando sus ancestros vienen de Africa. Qué sucede cuando un joven chileno se apropia de ese ritmo, le agrega un texto y una melodía propia. ¿Cuál es la esencia de esa música? ¿Pertenece a una sola categoría cultural? ¿Es una nueva identidad cultural? De eso y muchas otras cosas hablamos con Stefan Rinke.
Más que procesos unidireccionales de transferencia cultural desde Estados Unidos a Chile, planteas una circulación de símbolos. ¿Puedes explicar este fenómeno?
Tradicionalmente, los estudios culturales partieron desde un concepto de cultura nacional, cultura chilena aquí, allá la norteamericana, con su poder económico y político. Pero este movimiento lleva a interacciones diferentes, funciona más bien como una circulación de saberes, circulación de símbolos , aun cuando estén impregnados de relaciones de poder ¡y claro que hay relaciones asimétricas entre Chile y Estados Unidos! Pero en el ámbito cultural hay más un sentido de mezcla, de hibridación de los símbolos. Si consideramos un proceso como la norteamericanización de Chile, también tenemos que pensar este proceso desde ambos lados. Es decir, no hay una influencia de una sola vía, Norteamérica a Chile o Sudamérica, sino también una influencia latinoamericana hacia Estados Unidos. Esto, por ejemplo, se puede relacionar muy bien con el éxito que ha tenido Sábados Gigantes en el ámbito de Miami. Don Francisco es una estrella en el mundo latino de EE.UU. Pero hay muchos otros ejemplos.
Pero bajo otra mirada, somos el patio trasero de EE.UU. En este sentido, asistimos a una relación muy asimétrica en todo sentido, por cierto que también cultural.
Evidentemente, esa es una forma que tiene EE.UU. para acercarse a países como Chile y a otros muchos. Pero es interesante ver este proceso desde la otra perspectiva, en este caso desde la chilena. Mi estudio no solo es culturalista, sino que he integrado las relaciones económicas y políticas y allí se ve una fuerte y asimétrica relación entre los dos países. Esa dimensión asimétrica contribuyó mucho a la manera como funcionó el encuentro con el yanqui. Si, por ejemplo, los chicos en los años 20 crearon la figura del chiquillo-jazz, un joven al que le gustaba bailar los bailes norteamericanos, que le gustaba la nueva música, este nuevo constructo de chiquillo-jazz también estaba cargado por otras dimensiones de dependencia que surgían desde otras áreas. Esto se ve en los críticos culturales de la época. Los conservadores, el Diario Ilustrado, El Mercurio, escribían fuertes críticas contra esa nueva manera de los jóvenes de representarse en el público, que no estaba en línea con las tradiciones chilenas. Esto mismo sucedió más tarde con el rock. Puede verse que tanto la derecha como la izquierda chilena estaban buscando algo típico chileno. Pero se dieron cuenta que no existe algo auténtico porque las culturas siempre son construcciones que cambian dinámicamente con influencias externas e internas. Hay siempre una interacción que crea algo nuevo. No existe una esencia auténtica de algo. En términos de cultura tenemos que pensar en procesos de interacción. Por ejemplo, lo que hizo la izquierda o la derecha fue construir algo de acuerdo a sus propias metas políticas.
Podemos observar que hoy, tras la instalación del modelo neoliberal, la influencia norteamericana ha aumentado, en especial entre las elites empresariales, pero también con el espíritu de consumo.
Yo diría que realmente se puede ver un cierto desarrollo en estos discursos. Pero tiene grandes matices. Si hace unos cien años atrás había todavía un discurso muy territorializado, la gente decía “esto viene de Estados Unidos”, hoy es parte de un proceso de desterritorialización. No solo los símbolos son globalmente más o menos iguales, sino que los capitales hoy en día son mucho más multinacionales. Hoy las inversiones tienen muchos otros orígenes. Y también cambia un poco el discurso, es bifocal. Aunque tiene elementos parecidos al anterior, ciertamente enfocado a lo norteamericano, ahora se discute como algo global. Se pierde un poco esa conexión con el territorio de Estados Unidos para hablar sobre lo global. Si bien sobrevive esta referencia a Estados Unidos, y se puede ver todavía con claridad, creo que es menos central que antes. Lenguas, como la de los empresarios, hoy se consideran como algo global. Se usan porque es global. Desde esta perspectiva se puede hablar de un proceso que va desde la norteamericanización a la globalización.
¿Entonces, así como hay una pérdida de la hegemonía económica de EE.UU. hay también una pérdida de la hegemonía cultural?
Todavía es relevante el origen estadounidense de, por ejemplo, expresiones. Son frecuentes los anglicismos, pero no hay chinoismos. Hay ideas de las universidades norteamericanas que siguen vigentes en los discursos. También ellos se han establecido en distintos contextos, que han sido apropiados y cambiados. Por ejemplo, en el caso chileno es interesante ver cómo estos procesos de apropiación funcionaron. En el caso de Sábados Gigantes, era un show que Kreutzberger lo creó según el modelo de los shows televisivos de Estados Unidos de los 60. A lo largo de tres décadas y durante su fase chilena se apropió de todas estas cosas estadounidenses y a la vez ganó un status como un producto muy nacional, con la construcción de un país integrado, solidario y al final este producto, que empezó como algo muy norteamericano, vuelve a EE.UU. Y es celebrado como el gran proyecto latino que hacía falta en Norteamérica. Ahora Sábados Gigantes es producido en Miami y es el show más exitoso para los latinos estadounidenses. Aquí se ve como funcionan los procesos circulares. No es una única vía. Aunque el origen es en Norteamérica, éste circula y yo diría que al final de cuentas para los chilenos Sábados Gigantes es un producto totalmente chileno. Para los latinos en Miami es un producto global. Así que importa la perspectiva de las personas y no solo de las elites que tienen el discurso elitista de estos procesos, sino también el de las personas y los significados que le dan a estos procesos.
Chile, pese a estar tan lejos de EE.UU. está tremendamente influido por la cultura estadounidense, especialmente lo veo eso en la cultura empresarial neoliberal. ¡Cómo evalúas estos casos?
Yo diría que hay algunos extremos, ligados al poder de los capitales norteamericanos, de insertarse en algunos mercados y monopolizar estos mercados. Es una tarea política evitar estos extremos, pero en lo fundamental no creo que funcione un aislamiento de la cultura, ni siquiera funciona en países como Francia. En estos ámbitos no puedes crear límites físicos fijos. Y además, qué es lo que quieres defender, qué es la cultura auténtica. La cultura no es algo fijo, atesorado o guardado en una caja fuerte que hay que conservar. Es siempre un proceso dinámico, con influencias de afuera, con desafíos que vienen desde fuera. Pero eso no quiere decir que se quedará así. Así funcionan las culturas. Yo no sería tan pesimista sobre estos desarrollos, aunque me cuesta entender por qué mis vecinos celebran Halloween. Está bien, no estoy de acuerdo con eso, pero creo que al mismo tiempo hay que ser abierto pero ver en qué sentido estos cambios tienden a monopolizar un tipo de cultura. Si algún día los músicos chilenos no tuvieran la posibilidad de ser escuchados en las radios chilenas, yo diría que aquí hay un problema. Hay que apuntar a un cierto equilibrio, pero tampoco hay que aislarse, porque eso no funciona. Lo que quiero decir es que estos procesos culturales no pueden limitarse.
Has hablado de la hibridación. Por ejemplo, un rock chileno, hip hop latino, hamburguesa con palta, y así…
Es interesante, no sólo es algo que viene, sino que vuelve a Estados Unidos. Porque allá los latinos escucharán la música que se produce con textos en castellano. De nuevo tenemos estos procesos de circulación. Te puedo dar un ejemplo muy particular: la resistencia de la izquierda chilena durante la UP contra la música rock. Entre esos años hubo fuertes críticas hacia la música rock, que relacionaban con los hippies y drogadictos, pero en los 80, con el crecimiento de los nuevos movimientos opositores a la dictadura, surgió también la música rock como forma de mostrar esta resistencia y esta oposición en público. La banda Los Prisioneros es clave en esto, establecen una música rock con un texto muy político y muy abierto que atrajo también la atención de músicos internacionales, como Sting o Mister Mister, que criticaron en público a la dictadura de Pinochet. Había toda una esfera cultural en que la oposición utilizaba las mismas formas que antes había criticado como norteamericanas y ajenas al espíritu chileno.
Cómo ves este proceso en el siglo XXI
Esta circulación cultura, que siempre está cambiando, se ha acelerado absolutamente. La posibilidad de interactuar con nuevas modas, con nuevos estilos de vida, nuevas músicas y conductas que se venden, que es también un proceso del capitalismo moderno, ha crecido. Pero también uno tiene que tomar en cuenta que los mismos Estados Unidos viven un fuerte proceso de latinoamericanización. Por eso yo diría que tenemos que olvidar los esencialismos, qué es lo propio norteamericano, lo estadounidense, lo chileno, lo argentino y pensarlo más como un proceso circular de intercambio. Aceptarlo así, como un proceso creativo que tiene ciertas oportunidades también para desarrollar nuevas formas de expresión y de expresar su manera de ser en el mundo. Eso es lo importante, eso es lo que cuenta. Si un joven chileno toma una música que era producida en Nueva York y la llena con un texto o una nueva melodía que cuente sus problemas, su actualidad, es una nueva forma de expresión, una nueva forma cultura. Yo no diría que es una canción norteamericanizada, sino diría que es algo nuevo, que dice algo sobre la realidad chilena y en sí es importante.