¿Y qué hacer
ahora después de esta destitución del Ministro de Educación Harald Beyer cuyo triunfo le pertenece al movimiento estudiantil universitario luego de haber ocupado con aplomo las calles del país y haber sabido nuevamente ganarse las mentes y los corazones de los ciudadanos, los trabajadores, los jóvenes y los otros movimientos sociales?
Los dirigentes estudiantiles han despertado esperanzas. Son portavoces de demandas y propuestas contra el lucro y exigen educación pública y gratuidad para todos en sus consignas, foros televisivos-radiales y entrevistas. Son demandas claramente antineoliberales. Hablarles de gratuidad de bienes a los poderosos del país es como tirarle agua bendita al diablo.
La legitimidad del movimiento estudiantil viene de su práctica eminentemente democrática, horizontal, asambleísta e igualitaria. Es el que más ha utilizado las formas democráticas de representación. De ahí su forma masiva de expresarse y su ascendiente sobre otros movimientos sociales. Este reconocimiento otorga una capacidad de convocatoria enorme para aglutinar las otras demandas tan válidas como las suyas e interrelacionarlas; articular las más sentidas y buscar las formas de luchar por imponer una solución para refundar el país, esto es, construir con pasión y entrega un gran movimiento social por una Asamblea Constituyente para redactar una Constitución política que garantice y permita concretizar los derechos sociales y colectivos y los bienes comunes que los acompañan.
La ex presidenta fue clara al afirmar que toda reforma a la Constitución se hará en una comisión de “constitucionalistas”. Es decir encerrada en cuatro paredes, lejos del mundanal ruido de la calle. Como todo lo que ha hecho la coalición opositora durante sus 20 años de gobierno.
Llegó el momento de la iniciativa política ciudadana noble
¿No tendrían los movimientos sociales —y el estudiantil el primero— que llamar a una cumbre social y política; a una asamblea nacional o mesa amplia de todos los movimientos sociales de Chile y hacerse cargo de las necesidades que se expresan en demandas dispersas y de ahí convocar a movilizaciones nacionales detrás de un pliego o petitorio nacional unitario que las incluya a todas y que sirva para interpelar las elites políticas, las candidaturas presidenciales, el duopolio y sus instituciones?
Pareciera que ya es hora de superar la impotencia casi traumática resultado de tantas derrotas anteriores que se traducen en el divisionismo político en el seno del pueblo.
Los trabajadores del cobre y los trabajadores portuarios (cuya práctica de la solidaridad activa en sus luchas recientes es otro ejemplo extraordinario) han dado más que muestras de querer cambios al luchar por sus reivindicaciones inmediatas y también por otras más políticas como renacionalizar el cobre e imponer un nuevo código laboral donde estén inscritos los derechos colectivos de base como el derecho de huelga. Los pobladores ya tienen sus organizaciones activas. Lo mismo el movimiento social ambientalista que lucha por recuperar y defender un bien público como el agua y por una vida buena en diversas regiones afectadas por proyectos energéticos y mineros devastadores. El movimiento social que se esboza en contra del negocio de las AFP y las pensiones indignas es promisorio por sus ribetes de escándalo y robo nacional. Otro puede configurarse en torno a la exigencia de un sistema de salud. El pueblo mapuche está atento a reclamar su autodeterminación.
Todo esto en un contexto donde nada cabe de esperar de las cúpulas de los partidos actualmente enquistados en las instituciones de un Estado cuya Constitución política fue configurada para perpetuar estructuras sociales, políticas y económicas que generan desigualdad, exclusión y concentración de la riqueza debido a la explotación del trabajo humano.
El juego político concertacionista: repetirse el plato y repartirse la torta
La acusación contra Harald Beyer tuvo la virtud de revelar el entramado de intereses que existe entre la Concertación y el oficialismo ultraderechista. El tecnócrata neoliberal quería perfeccionar la confusa institucionalidad actual que en la práctica permite hacer la vista gorda al lucro para mantener un sistema privado de educación. Utilizaba su poder para imponer una Superintendencia con el fin de blanquear el lucro y una ley de acreditación, definida por el Presidente de la Fech, Andrés Fielbaum, como “una estocada a la educación pública”. Y, como si lo anterior no fuera poco, intentaba promulgar una ley de financiamiento funcional a la lógica de la ganancia en el sistema educativo.
En otras palabras, el ex ministro Beyer era un factótum del neoliberalismo transversal en su conjunto. El hombre tanto del ala conservadora de la Concertación como de la alianza en el Gobierno, de los empresarios y de todo el establishment de las universidades privadas que viven y usufructan del negocio de la educación. Los apoyos al “competente” Harald Beyer venían del mismo sector neoliberal conservador de la Concertación con la que Bachelet ya gobernó. Y si ésta vuelve a hacerlo los viejos reflejos volverán. En un sistema político donde nada puede hacerse sin consensuar, pactar y transar con las ultraderechas.
¿Quiere esto decir que la Concertación se alineó gratuitamente en el Parlamento para apoyar la exigencia de destitución del ministro de Piñera y así respaldar las demandas del movimiento estudiantil? Nada más lejos de las motivaciones reales. La apuesta de la política concertacionista es ganarse el apoyo del movimiento estudiantil y de un sector importante de las llamadas clases medias para obtener sus votos en la presidencial. Quieren bajar el nivel de la crítica al pasado concertacionista hecho de renuncios a las necesidades sociales con el fin de repetirse el plato y remozar el sistema de dominación.
Preparar una ofensiva democrática por una Asamblea Constituyernte
Cabe entonces aprovechar lo andado por el movimiento estudiantil para avanzar y no cometer los errores del 2011. Habría que construir una correlación de fuerzas favorable en la calle y con los trabajadores; autoconvocarse; pasar a un nivel superior de unidad en la pluralidad y riqueza con todos los otros movimientos sociales. Es el momento de la mano tendida para reconocerse como iguales, sistematizar y hacer la equivalencia de las demandas y al mismo tiempo empuñar la mano para exigir Asamblea Constituyente. Para salirle el paso ahora al neoliberalismo transversal del duopolio, resentido por la derrota jurídico-política.
Es el momento de dar los primeros pasos hacia una revolución ciudadana, democrática y social. En los hechos y no sólo en las palabras.
El movimiento social debe evitar caer en la trampa de la fragmentación de sus demandas. Todas y cada una de las exigencias de los movimientos sociales pueden articularse y potenciarse porque todas chocan contra las estructuras que tienen el mismo objetivo de concentrar el poder y la riqueza y excluir a los ciudadanos del control y ejercicio del poder político constituyente. Todas las luchas pueden converger y producir un tsunami democrático. Es un lindo momento de la política ciudadana: pasar por encima de las diferencias sectoriales, materializar la unidad en una coordinadora social y movilizarse para exigir una Asamblea Constituyente ahora.