El carisma de un líder no es heredado. En la definición weberiana, tomada de la religión, el líder carismático es una persona única, a quien se le atribuyen cualidades excepcionales que logran una adhesión incondicional de las masas. El carácter carismático es una forma de dominación, junto con la legal y la hereditaria.
El desafío para un líder carismático dice relación con la forma en que logra traspasar estos poderes a sus discípulos y seguidores – por ejemplo, en el caso de Jesucristo a sus apóstoles; en el caso de Gandhi, a Nehru y al partido del Congreso -, en general, los sucesores nunca pueden tener las cualidades del su líder.
En el caso de Hugo Chávez se ha confirmado la regla: Nicolás Maduro, que se autodenomina “su hijo”, no tiene la misma potencialidad de su mentor, y sólo basta revisar los recientes datos de los resultados electorales. Hace menos de seis meses Chávez obtuvo un 10% de diferencia en las presidenciales en desmedro del candidato opositor, Henrique Capriles; en las elecciones del 14 de abril, la diferencia entre los candidatos, Maduro y Capriles, es apenas de un 1,6% en favor del primero.
En Venezuela el voto es voluntario; en las elecciones de octubre, cuando fue elegido Chávez, sufragó el 80% del padrón electoral; en las de abril del presente año, bajó entre 75% y 78%. Comparativamente, en Chile sólo votó el 40% de universo electoral en las elecciones municipales del mes de octubre de 2012 – en ambos países se aplica el voto voluntario e inscripción automática – cabe a usted juzgar cuál de las dos democracias es más participativa.
Es cierto que la competitividad y la claridad del clivaje social lleva a aumentar los niveles de participación ciudadana – regla válida para todos los países del mundo – razón por la cual es difícil comparar las tasas de abstención entre elecciones presidenciales y municipales, sin embargo, en el caso chileno, el sistema binominal, en 1997, llegamos al récord de rechazo al sistema de, aproximadamente, de casi la mitad del padrón en las elecciones parlamentarias – aún no estaba vigente la inscripción automática y el voto voluntario -.
Si consideramos la validez de la democracia en base a sucesivos procesos electorales, en Venezuela ha habido 16 comicios y uno solo perdido por Hugo Chávez, cuando trató de reformar la Constitución para la elección, ilimitada en el tiempo, del Presidente de la república. En Chile hemos tenido menos elecciones en el mismo período, (1999-2013). El sistema electoral venezolano, no permite el fraude debido a la implementación electrónica para la emisión y conteo de los votos. Es cierto que, esta vez, el Consejo Electoral retardó la comunicación de los resultados en casi dos horas, pero aún en este caso, no podemos dar lecciones a los venezolanos, pues en las últimas elecciones municipales en Chile el SERVEL demoró varios días en dar a conocer los resultados de las elecciones de alcaldes y concejales.
Al referirnos a otras características de la democracia, Venezuela cuenta con un mejor sistema político que el chileno: posee una sola Cámara, la Asamblea nacional, tiene un régimen federal e instituciones de democracia directa, como los referéndum y la iniciativa popular de ley, además de la posibilidad de revocación de todos los mandatos que emanan de la soberanía popular. En Chile tenemos “monarquía” presidencial, centralismo y un ridículo, obsoleto y brutal sistema electoral, que garantiza el empate.
El otro aspecto es la libertad de Prensa: en Chile tenemos un duopolio en la Prensa escrita y canales de televisión pertenecientes a los grandes oligopolios; el Canal Nacional – que debiera ser de todos los chilenos – se lo reparten las dos mafias políticas. Es cierto también predominan los medios oficialistas y es modelo de libertad de Prensa, sin embargo, Diarios del empresario Cisneros publican con libertad los ataques al gobierno – basta haber leído algunos Diarios que se anticiparon a anunciar el triunfo de Capriles, en las elecciones de ayer, minutos antes de que la encargada del Consejo Electoral diera a conocer los resultados.
En Chile ha habido elecciones con resultados estrechos, por ejemplo, en 1958, Alessandi y Allende tuvieron una diferencia de 30.000 votos y, a pesar de que tenía que decidir el Congreso, a nadie se le ocurrió cuestionar el triunfo del candidato elegido – no ocurrió lo mismo, por parte de la derecha, cuando ganó Allende -; si en Venezuela existiera una segunda vuelta, en el caso de ayer Maduro la ganó en la primera, con el 50,6%, cifra que lo legitima en cualquier sistema electoral.
Henrique Capriles – algunos ignoran que es un democratacristiano – recibe el apoyo de sus camaradas chilenos que integran la Organización Latinoamericana de Partidos democratacristianos – que ahora quiere presidir Eduardo Frei Ruiz-Tagle – en consecuencia, no es extraño que los dirigentes chilenos critiquen a Nicolás Maduro y defiendan a Capriles. No se puede rasgar vestiduras democráticas cuando la ex Canciller de Ricardo Lagos, Soledad Alvear, reconoció el gobierno fascista del “patrón de patrones”, Carmona, luego del golpe militar contra Chávez.
Como la derecha venezolana no es democrática – ni la chilena tampoco – Henrique Capriles se niega a reconocer el triunfo, aunque estrecho, de Maduro, hasta que se cuente voto por voto.
Con la votación lograda por la oposición en Venezuela, las exigencias de este conglomerado son mucho mayores: consideremos que es una mezcla de partidos muy disímiles – desde guerrilleros hasta el COPEI (Democracia Cristiana), agregando a los disidentes del chavismo, y sumando unos pocos ex ADECOS, (Socialdemocracia) -, por lo tanto, en este conjunto tan heterogéneo no será fácil encontrar unidad de acción – como lo hemos visto en Chile, el Arco Iris de la Concertación -.
Para Nicolás maduro tampoco es fácil esta situación y su mandato: va a tener que rearmar el Partido Socialista Unificado dándole una estructura y cuerpo ideológico coherente con el socialismo del siglo XXI, así como profundizar el legado latinoamericanista de Hugo Chávez y convertirse en un líder continental.
Rafael Luis Gumucio Rivas
15/04/2013