Las bombas caen sobre la fachada y los patios de La Moneda. Las llamas escapan por las ventanas del segundo piso mientras las columnas de humo lentamente van ocultando el palacio. El sonido reverberante y saturado de los aviones Hawker Hunter y las explosiones, enmarcan la postal más dramática del Golpe de Estado de 1973. Una toma perfecta que nada tiene que ver con la fortuna.
Ese registro pertenece a H&S, el estudio de los cineastas de la desaparecida RDA (República Alemana Democrática), Walter Heynowski y Gerhard Scheumann, de quienes el Museo de la Memoria exhibe una completa retrospectiva hoy y mañana. Y aunque todo el mundo conoce las imágenes, pocos saben cómo las obtuvieron.
Parte de esa historia aparece en el libro “Señales contra el olvido” (Cuarto Propio) de las investigadoras Isabel Mardones y Mónica Villarroel. Se trata de una larga operación llena de riesgo, engaños y aciertos, que el intérprete de H&S, Hans Stein (86), vivió en carne propia y recuerda a 40 años del Golpe.
PELÍCULAS POR ENCARGO
Heynowski y Scheumann llegaron a Chile más por la voluntad de la RDA que por la propia. Seguían con su serie sobre Vietnam cuando Werner Lamberz, Secretario de Agitación y Propaganda del SED (partido único) y delfín de Erich Honecker, les pidió que siguieran el proyecto socialista de Salvador Allende. Vinieron a Chile sin cámaras en 1972 y en marzo de 1973 volvieron para hacer una serie de documentales, motivados por las elecciones parlamentarias que ganó la UP.
En esta parte de la historia entra Hans Stein. Por encargo del Partido Comunista este militante, cantante lírico de origen checo y académico de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile –a quien el poeta Andrés Sabella llamaba “el Ruiseñor Rojo”-, se convirtió en el intérprete de Heynowski y Scheumann. “Les indicaba con quiénes hablar, traducía y por eso mi voz a veces aparecía en las películas, cosa que no quería. Eran tiempos fregados y después me trajo problemas”, advierte hoy.
Los alemanes no querían hacer el clásico documental sobre la revolución; querían mostrar a la UP como la culminación de un proceso histórico iniciado en el movimiento obrero nacido en las salitreras a principios del siglo XX. Por eso, su primera misión fue acompañarlos al norte. Stein había vivido en los años 40 en Iquique, así que los contactó con personas que conocieron al padre del movimiento obrero chileno, Luis Emilio Recabarren.
También consiguieron una filmación de su funeral en 1924 e hicieron el último registro del Museo Recabarren, donde estaba su imprenta. Un museo que, meses después, sería destruido por la dictadura.
Tras esa incursión por el norte y luego de acopiar material de Chile Films y fotografías para las películas que estrenarían años después, Heynowski y Scheumann se fueron del país. Stein no volvió a verlos hasta después del Golpe. Sin embargo, durante ese período los alemanes siguieron registrando desde las sombras los meses más oscuros de la historia de Chile.
CALZONCILLOS OCCIDENTALES
Cuando vinieron a Chile, Heynowsky y Scheumann eran tipos importantes en la Alemania Oriental. El primero fue editor de programas políticos y el segundo tenía un espacio magazinesco en la televisión de la RDA desde hace más de una década. Tres años después iniciaron su sociedad fílmica para los estudios de la Deutsche Film AG y en 1969 se independizaron con el nombre Studio H & S, bajo el cual facturaron 71 películas, la mayoría sobre Vietnam, el imperialismo estadounidense, el nazismo y el fin de la UP en Chile.
Su situación era de privilegio en un país gobernado por un partido único, el SED, y con restricciones desplegadas a lo largo del muro de Berlín. Tenían dinero, viajaban libremente por el mundo, podían comercializar sus filmes y no pasaban por aduana. Y en una sociedad donde el 80% de las personas tenía algún grado de relación con la Stasi, tampoco era un secreto que Heynowski y Scheumann consiguieran sus datos de la policía secreta.
Pero la dupla alemana no era amiga de la propaganda, sino de hacer un cine que cediera la palabra al “enemigo”, aunque fuera bajo formas poco convencionales. Ocultando su identidad, entrevistaron a los aviadores estadounidenses que bombardearon Vietnam y eran prisioneros del Vietcong (“Pilotos en pijamas”, 1968). En Chile, sin embargo, su audacia rayó en el espionaje: volvieron en marzo de 1973 y además del camarógrafo Horst Donth y el sonidista Klaus Freymut, traían otro camarógrafo, Peter Hellmich y otro sonidista, Manfred Berger.
En realidad, los segundos no venían como técnicos ni eran formalmente parte del equipo. Hellmich, de casi 50 años y pelo cano, era un tipo serio que tenía pasaporte de Alemania Federal, y Berger, de unos treinta y algo, usaba una identificación austríaca, a pesar de su evidente acento berlinés. “Conocían muy bien su oficio y tenían hasta los calzoncillos occidentales. Estaban muy bien organizados, no andaban con nosotros, sólo se juntaban con Heynowski y Scheumann en forma muy conspirativa”, recuerda Stein.
El pasaporte de Hellmich ya había sido utilizado en Alemania para entrevistar a antiguos colaboradores nazis y ahora que Heynowski y Scheumann volvían a la RDA, serviría para entrar al corazón del fascismo chileno, el Frente Nacionalista Patria y Libertad, movimiento creado en 1970 “para evitar que un marxista leninista declarado y confeso como Salvador Allende llegara a ocupar la primera magistratura del país”, según dice su fundador, Pablo Rodríguez Grez, mirando siniestramente a la cámara en el documental “Con el signo de la araña” (1983).
LA SALVADA DE JARPA
Stein volvió a ver a Hellmich y Berger durante el paro de los camioneros que comenzó en marzo de 1973 y se prolongó hasta el último día de la UP. En el camino a San Antonio, los transportistas habían instalado un “cementerio de camiones” y allí, en un incidente con Carabineros, murió un camionero. Al funeral, esta vez, partieron todos a filmar en un taxi conducido por un comunista especialmente dispuesto por el partido.
La caravana que se desplegaba era inmensa y los cineastas estaban en el centro. Stein andaba con el carné del Partido Comunista y una pistola en el bolsillo. Estaba asustado. Por esos días, Patria y Libertad mataba al obrero José Tomás Henríquez en el Canal 5 de Concepción, en una acción liderada por Michael Townley. Y unos meses harían lo mismo con el edecán de Allende, el comandante Arturo Araya Peters. En ese clima, linchar a un chileno, un checo y dos alemanes comunistas era una posibilidad real.
“Estábamos en el medio, así que no había cómo escapar. De repente un taxista reconoce al que andaba con nosotros, por el sindicato, y empezó el griterío: ‘éste es comunista’. Yo hacía como que no hablaba castellano, que era alemán. En eso llegó Sergio Onofre Jarpa (recién electo senador del Partido Nacional) con León Vilarín (presidente de la Confederación Nacional del Transporte y miembro de Patria y Libertad) y un coronel cuyo nombre no recuerdo pero era un guatón ultra facho, sin uniforme, que había participado en el Tancazo. Jarpa gritó: ‘no, no, no, si nosotros los conocemos, son amigos nuestros y el coronel nos abrazaba”, cuenta Stein.
Jarpa ya conocía a Hellmich y Berger y estaba convencido que eran de Alemania Occidental y anti-allendistas. Ambos cineastas frecuentaban clubes alemanes y no tardaron en hacer contacto con derechistas y militares. Así consiguieron, luego de un recorrido en el que cambiaron tres veces de auto, hablar con el entonces prófugo secretario general de Patria y Libertad, Roberto Thieme, quien supuestamente había muerto en un accidente aéreo en febrero y era conmemorado con marchas convocadas por Radio Agricultura.
También filmaron dentro de la sede del movimiento de ultraderecha, ubicada a media cuadra de la Plaza Baquedano, al líder de la juventud de Patria y Libertad y hermanastro de Thieme, Ernesto Müller, explicando el significado de la araña. En la entrevista, Müller habló abiertamente de los atentados a puentes, ferrocarriles y miembros de la UP. Otro de sus líderes, John Schaeffer, reconoce orgulloso sus contactos con el Regimiento Blindado nº2 para el Tancazo.
Todo está en “Bajo el signo de la araña”, filme que es un registro único del torpe fascismo chileno. Así, en un momento se ve a una joven de clase alta con la araña en su brazo y que, consultada por el comunismo, dice riendo que “es pésimo”; otro cree que el marxismo “existe hace dos años en Chile”. El registro incluye un paneo por las filas de jóvenes de estratos bajos, que con cascos y bastones largos, adherían al movimiento por un pago de un dólar la acción, como los que ese día quisieron lincharlos antes que los salvara Jarpa.
Del taxista comunista de ese día, no supieron durante toda la jornada, recuerda Stein. Saltó del auto y se perdió. Al taxi le pincharon los neumáticos y lo metieron al cementerio de camiones. En la noche, Stein llamó a la mujer del trabajador y le pidió que a la hora que llegara lo contactara por teléfono. Lo llamó a las 3 AM. “Me contó que corrió hasta que se escondió en la casa de un campesino y que después se vino a dedo a Santiago. Le conté lo que pasó con el taxi, que estaba perdido, pero que los compañeros alemanes le iban a poner un auto. Me dijo ‘no se preocupe, compañero, que yo no nací con auto’.
UN BOMBARDEO DATEADO
Hellmich y Berger desaparecieron por un tiempo pero volvieron a Chile en diferentes oportunidades, incluso después del Golpe de 1973. Pero sin duda su mayor acierto fue la filmación de icónica imagen de La Moneda en llamas desde el Hotel Carrera, que aparece en el filme “La guerra de los momios” (1974) y posteriormente en todos los documentales sobre el Golpe.
Esa toma limpia, elocuente, registrada desde una ventana esquinada del piso 8 del Hotel Carrera, conjugada con las tomas espontáneas de los aviones Hawker Hunter sobrevolando Santiago que realizó el montajista chileno Pedro Chaskel, conforman la única secuencia posible del bombardeo al palacio de Gobierno.
El testimonio del propio Chaskel, en el libro “Señales contra el olvido”, revela el nivel de engaño de los alemanes: “Ellos supieron del Golpe porque los milicos les dijeron. Tenían relaciones muy cordiales con los militares, eran del lado de ellos, eran corresponsales de Alemania Federal, venían recomendados, en fin. La relación era de ir a comer a la casa de los generales y llevarles flores a las señoras. Ellos le advirtieron a los compañeros y los compañeros les dijeron ‘no, ustedes no entienden lo que pasa en Chile’”.
Sin embargo, de que estaban informados, lo estaban. Hans Stein recuerda que Hellmich lo llamó en agosto de 1973, para contarle que viajarían a Chile para filmar el Golpe. “Le dije que la información del partido era que no habría”. Pero el 11 de septiembre, por la mañana, Hellmich lo volvió a llamar: “Empezó”, le dijo. “Ellos estudiaron cuál era la pieza del Hotel Carrera, cuál era la mejor vista, quizás supieron por sus contactos en la derecha chilena pero yo creo que fue parte del análisis político que hizo la RDA”, sostiene el cantante.
Luego Stein partió a su trabajo en la Universidad de Chile. Fue con su esposa, entonces directora de la radio de esa casa de estudios. No pudieron pasar el cerco en calle Santo Domingo. De vuelta a casa entendieron que ella, como directora de una de las emisoras que transmitieron los discursos de Allende y él, como intérprete y en parte voz de las películas de H&S, estaban en serio peligro. De hecho estaban en la lista de los funcionarios requeridos por la dictadura que llegó a la universidad.
El artista sabe que sus camaradas le tendieron una mano. Recuerda que lo llamaron de la embajada de la RDA. “Me dijeron ‘oímos que no estabas bien de salud y queríamos invitarte a unas termas, lógicamente con tu familia’. Llegué donde el Cónsul y me dijo que estaba todo preparado pero tenía que llegar a Buenos Aires por mi cuenta”. Mientras Hellmich y Berger estaban a salvo en Chile, para Stein comenzaba otra odisea.
EL UNIFORME MANCHADO DE PINOCHET
Para el golpe, Hans Stein ya era un reconocido cantante lírico. En algunas de sus giras había sido acompañado por su amigo Galvarino Mendoza, uno de los mejores pianistas después de Claudio Arrau y hermano de César Mendoza, el general –“rastrero”, como lo llamó Allende en su último discurso- de Carabineros que ahora era parte de la junta militar.
Stein recurrió a él sin pensarlo: “Habló con su hermano, quien había ido a algunos conciertos y me conocía. Le pidió que me ayudara a pasar la barrera policial que había en el aeropuerto. César le dijo ‘queremos que nuestros artistas se queden, aquí no se persigue a nadie por sus ideas’”, cuenta riendo Stein.
Al aeropuerto llegaron acompañados por el pianista. Su carné bastó para sortear el cerco. “De repente lo veo hablando con un paco con metralleta y mirándonos a mí y a mi familia. El paco se acercó y me dijo ‘yo soy el comandante del aeropuerto y mi General llamó hace un momento, así que por favor aborden, que yo me ocupo de todo’”, recuerda el checo.
Mientras Stein se asilaba en la RDA, Hellmich y Berger volvían dos veces más a Chile antes que se estrenaran las películas y quedaran al descubierto. Stein lo sabe porque ellos visitaron a su padre en Santiago. Fue en 1974 cuando filmaron los campos de concentración de Chacabuco y Pisagua. Consiguieron un permiso que los autorizaba pero “sin hablar con los prisioneros”, decía por escrito. Lo metieron en un plástico con esa parte doblada y entrevistaron a los detenidos, como se puede ver en el documental “Yo he sido, yo soy, yo seré” (1974).
La serie sobre Chile de H&S terminó en 1978 con dos películas: “Más fuerte que el fuego”, donde consiguieron entrevistas con los pilotos que bombardearon la Moneda y “Los muertos no callan”, sobre los asesinatos de los ex ministros de Allende. Finalmente pudieron retratar a Pinochet. Stein cuenta que utilizaron una triquiñuela más vieja que el hilo negro: “ponían la cámara y decían que tenían un desperfecto mientras filmaban. A Pinochet lo filmaron antes de la entrevista limpiándose su chaqueta blanca. La voz en off después decía ‘el general Pinochet puede limpiarse su chaqueta todo lo que quiera pero las manchas de sangre no van a salir jamás’”.
En la RDA Stein volvió a ver a Heynowski y Scheumann. Trabajaron en la identificación de los personajes, las traducciones y contactaron al escritor José Miguel Varas para relatar las versiones en castellano de los filmes sobre Chile. Con Scheumann, además, fueron amigos, a pesar que discrepaban políticamente. Stein, quien había vivido la Primavera de Praga, se había entusiasmado otra vez con el comunismo gracias a Allende, pero no compartía nada con el bloque soviético. Años después, estando Stein de vuelta en Chile, un desencantado Scheumann le daría la razón.
El Studio H&S fue cerrado en 1982 tras un discurso de Scheumann frente a la Academia de las Artes de la RDA, que fue considerado crítico contra el sistema. Obligados a reincorporarse a la Deutsche Film AG, Heynowski y Scheumann siguieron trabajando juntos hasta la caída del muro. Scheumann murió de cáncer y sin trabajo, mientras que Heynowski se retiró en Berlín. Después de la reunificación de Alemania los archivos fueron abandonados. Su rescate y regreso a Chile son una historia aparte.