Tanto en la derecha como en la Concertación, saben que de no tomar medidas, el modelo se puede venir abajo con impredecibles consecuencias para la mejor de las expresiones de la cultura dominante: la codicia.
Unos y otros se devanan la cabeza para evitar que las movilizaciones de los estudiantes de los años precedentes, se concreten como un mal ejemplo en manos de personas sin asomo de responsabilidad.
Los más juiciosos en la derecha y de la Concertación, finalmente se trata de un negocio entre dos, saben que deben acepar correcciones. Muchas veces para salvar lo esencial, en necesario entregar aquello que no importa mucho, como las lagartijas que pierden su cola, pero salvan todo el resto, cuando las ataca un predador.
En la derecha se enfrentan los más extremistas, irreductibles fanáticos del modelo, para quienes bastan la policía y las Fuerzas Armadas para garantizar el sistema; y los que piensan que es necesario entregar algo a cambio de asegurar lo esencial. Que si bien la represión juega su rol correctivo y ordenador, también es cierto que los apaleos parecen no surtir efecto, cuando los apaleados suben en número y bronca.
Algo parecido sucede en la Concertación, o lo que quede de ella. Mal que mal, ambos actores son sujetos de la misma suerte: si se derrumbara el modelo unos y otros irían en el alud.
Se negocian primarias, se doman díscolos y revolucionarios, se ofrecen mecanismos democráticos, y se allanan a discutir programas. Más aún, ex dirigentes estudiantiles del 2011, se aprestan a reforzar las medidas correctivas y aceptan echarle una manito a la Concertación, a cambio de bastante poco.
En la gente acostumbrada a ganar, la perspectiva de perderlo todo por escaños o millones más o menos, está haciendo lo suyo. Los espasmos que producen los enfrentamientos internos en una y otra ala del modelo, son movimientos necesarios en tiempos de crisis. No se crea ni por un segundo que esos sismos son adelantos de una hecatombe de mayor envergadura.
No. El sistema sigue funcionando tal y como fue pensado y de lo que se trata es de poner atajo al peligro que dejaron latente los estudiantes: que la única manera de cambiar el sistema es creando e imponiendo otro. Que en los actuales márgenes es imposible pensar en un tipo distinto de educación, o de salud, o de previsión, o de lo que usted quiera.
Para la derecha, efectivamente una crisis es una oportunidad. Al contrario de la izquierda, que se pasa la vida relevando diferencias que desde la perspectiva de las cámaras de tortura son insignificantes, la derecha vive con sus contradicciones internas sin mayores problemas porque sabe dónde reside lo importante: la ganancia.
Y esas disputas correctivas se dan en el mejor de los escenarios: el tiempo de las elecciones en donde se puede ofrecer, prometer, mentir y engañar con el respaldo que dan las instituciones, las leyes, la impunidad y las costumbres.
El sistema ha concluido que es necesario un alto en el camino para ordenar la carga antes de botarlo todo por la borda. Este acomodo de placas tectónicas del sistema, en que una parece gozar debajo de la otra, requiere de cierta óptica de mayor alcance, que no se quede en la ganancia inmediata.
Mientras tanto, la parálisis que afecta a lo que fue la izquierda, permite que eso pase sin que se diga esta boca es mía. Peor aún, con parte importante de ella jugando un rol activo en el contubernio que se apresta a consolidar el sistema quitándole presión a sus frentes más amenazados
La energía desplegada por los actores sociales, por más audaz y gritona que parezca, nada podrá hacer sino deviene en fuerza política decidida a disputar el poder, y no a contentarse con un poquito. El sistema no es buena onda porque sí, lo es como una manera de control, del mismo modo la sonrisa de la ex presidenta.
Dentro de los actuales márgenes de la política, no es posible cambiar el modelo en lo sustancial. Sólo una enorme e inédita conjunción de voluntades, amparados en un nuevo y soberbio consenso de millones, podrá, no sin enormes y trágicos enfrentamientos, imponer un modelo de sociedad, sobre bases nuevas y las cenizas del actual orden.
Los poderosos siguen dándose mañana para reemplazar la voluntad de la chusma.
Hoy ese dominio tiene rasgos mucho más sofisticados. Se hace creer que ése de ahí, los representa y eso que dice, es lo que hará no bien se siente en algún sillón desde donde se administra todo el poder, que es como decir, todas las mentiras y todos los miedos.
Así, lo que aparece en los medios de comunicación como un acalorado debate pre eleccionario, no es otra cosa que la discusión por el modo en que unos y otros tendrán que colaborar a la estabilidad de lo que tanto les costó construir y que hoy se ve amenazado por irresponsables que no saben lo que hacen. Cada uno deberá sacrificar algo de sus ganancias con tal de no perderlo todo.