115 cardenales de la Iglesia Católica Romana se encierran a partir de esta tarde en la Capilla Sixtina para elegir al nuevo Papa que sustituya al dimisionario pontífice Benedicto XVI, que seguirá viviendo dentro del Vaticano sin quitarse su papal hábito blanco. El que salga elegido se va a ver cada día enfrentado a los “dogmas” de Sócrates, Shakespeare y Descartes, pues no podrá quitarse de su cabeza el “ser o no ser”, la “duda metódica” o el “sólo sé que no sé nada” de estos tres genios del pensamiento.
Por eso han estado el domingo rezando, después de una turbulenta semana de complots, intrigas e intercambios secretos, en los que el Espíritu Santo ha sido la coartada y los papeles del Vati-Leaks, el Vati-Sex y el Vati-Bank, el material para encender en las tuberías de donde salga la “fumata bianca“.
De los 115 electores, (que no han cumplido aún los 80 años), sólo se ha hablado estos días de una docena de “papables”, que para no pocos resultarán, paradójicamente, impapables, por haber sido, bastantes de ellos, defensores o cómplices de los curas pedófilos. Estos han resultado ser los nombres más repetidos en la prensa internacional:
Angelo Scola (72, arzobispo de Milán, Italia, favorito de Ratzinger); Gianfranco Ravassi (70, ministro vaticano de Cultura, amigo de Benedicto XVI); Donald Wuert (73, arzobispo de Washington, USA); Sean O’Malley (68, arzobispo de Boston, EEUU, defensor de los inmigrantes latinos); Odilo Pedro Scherer (63, arzobispo de Sao Paulo, Brasil); Joao Braz de Aviz (65. Brasil. Prefecto para los Institutos de Vida Consagrada en el Vaticano); Leonard Sandri (68, Argentina, Prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales); Luis Antonio Tagle (55, arzobispo de Manila, Filipinas); Philippe Barbarin (63, arzobispo de Lyon, Francia); Peter Erdö (60, arzobispo de Budapest, Hungría); Marc Ouellet (68, Canadá, que confesó hace pocos días: “Ser Papa sería una pesadilla”)…; Christoph Schönborg (68, arzobispo de Viena, Austria, ex alumno de Ratzinger); Peter Turkson (64, Ghana. Presidente del Consejo Pontificio de Justicia y Paz); George Pell (71, Arzobispo de Sydney, Australia).
Doce de los cardenales que muchos medios de comunicación han venido dando como “papables” no deberían ser elegidos para suceder a Benedicto XVI. Así lo ve la Red de Supervivientes de los que sufrieron Abusos por Sacerdotes (SNAP), una organización de EEUU que divulgó recientemente en Roma su lista negra de la “sucia docena”, pues “no afrontaron con suficiente rigor los casos de clérigos pederastas, les quitaron importancia, rechazaron reunirse con las víctimas y criticaron las investigaciones periodísticas”.
Entre los impapables señalados por la citada Asociación destacan al Camarlengo, Tarcisio Bertone, secretario de Estado de Benedicto XVI. La SNAP recordaba, por ejemplo, que el cardenal Bertone afirmó en su día no creer que a un obispo se le tuviera que exigir que denunciara a un sacerdote acusado de abuso sexual, porque “si un sacerdote no puede confiar en su obispo por temor a ser denunciado, significaría que no hay libertad de conciencia”. A Bertone le siguen en esa lista el también cardenal italiano Angelo Scola; el canadiense Marc Ouellet; el ghanés Peter Turkson; el mexicano Norberto Rivera Carrera, arzobispo de México DF, amigo de Marcial Maciel y cómplice en la ocultación y defensa de curas pederastas; el hondureño Oscar Rodríguez Madariaga, (que habría afirmado: «Iría con mucho gusto a la cárcel antes que hacer daño a mis sacerdotes, ya que yo no soy un policía»). Los estadounidenses Timothy Dolan (Nueva York), Donald Wuerl (Washington) y Sean O’Malley (Boston); el argentino Leonardo Sandri, el australiano George Pell; o el checo Dominik Duka…
Pero también aparecen otros cardenales, como el también estadounidense arzobispo de Los Ángeles, cardenal Roger Mahony, cuya decisión de asistir al Cónclave en Roma ha desatado una cadena de críticas entre los católicos norteamericanos. “La mayor parte merece un puesto en esa lista por lo que han hecho y otros por lo que han dicho”, declararon en Roma los responsables de la red de víctimas citada. A Rivera, Pell, Dolan, O’Malley y Wuert les acusan de “ocultación de casos”; al canadiense Ouellet de “negarse a reunirse con víctimas y de negociar con el cardenal escocés O’Brien” –que renunció tras ser acusado de «conductas impropias» con jóvenes sacerdotes–.
Al cardenal italo-argentino Sandri le acusan de estar “estrechamente ligado al polémico cardenal Sodano” (decano del colegio cardenalicio, que fue secretario de Estado con Juan Pablo II), “un fiero y astuto defensor de Marcial Maciel”, el fundador de los Legionarios de Cristo. De Marc Ouellet, presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, señalan que el canadiense mantenía que “sólo el diez por ciento de las acusaciones contra la clérigos pederastas eran ciertas”. Acusaron asimismo a Scola de haber quitado importancia a esos casos y recordaron que, en 2010, en una homilía pronunciada en la basílica de San Pedro, dijo, como “justificando la pedofilia”, que se daban “también en diferentes ámbitos y categorías diferentes de personas”. De Dolan dijeron que “ideó” un plan para pagar 20.000 dólares a los curas implicados en casos de pederastia para que abandonasen la Iglesia y que “al menos doce sacerdotes recibieron dinero”.
“Nosotros decimos que son los hechos y no las palabras son los que protegen a los niños y cuando los obispos hacen comentarios públicos que hieren, causan más dolor a las víctimas”, precisaron. El portavoz vaticano, Federico Lombardi, no ha tenido empacho en juzgar a esta Red de Víctimas: “Conocemos la Red SNAP desde hace mucho tiempo, y no corresponde a esta asociación decir quién debe entrar en el Cónclave o calificar a los cardenales que se reúnen”.
Dos bajas forzadas
Dos de los cardenales que podrían haber estado entre los electores del nuevo Papa ya se han visto obligados a no asistir a Roma: el británico Keith O’Brien, exarzobispo de St. Andrews y Edimburgo, acusado de “comportamiento inapropiado” hacia otros religiosos en los años ochenta, y el indonesio Julius Riyadi Darmaatmadja, por “motivos de salud”.
Hoy se encierran en la Capilla Sixtina y por la tarde realizarán su primera elección. Votarán cuatro veces diarias hasta que uno de sus candidatos logre la mayoría de dos tercios (un mínimo de 77 votos). En el último siglo, ningún Cónclave ha durado más de 5 días. Benedicto XVI fue elegido en 24 horas en 2005, tras cuatro rondas de votación. En los anteriores cónclaves, Ratzinger fue desde el primer momento el principal aspirante, aunque hay quien afirmó en aquellas fechas que “trabajó” bastante para que no saliera Papa un latinoamericano. Pablo VI en 1963 y Pío XII en 1939 fueron también “aspirantes” desde el primer momento.
En España hay diez cardenales, pero sólo cinco de ellos pueden elegir nuevo Papa, al tener menos de 80 años: el cardenal Santos Abril y Castelló, (77 años), fue profesor de español de Juan Pablo II. Desde 2011, es arcipreste de la Basílica Papal de Santa María la Mayor y vice-camarlengo de la Santa Iglesia Romana; el cardenal Antonio Cañizares Llovera (67), es Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos del Vaticano además de arzobispo emérito de Toledo. Llevó en la Conferencia Episcopal Española lo que Ratzinger a nivel mundial, es decir, la Secretaría para la Doctrina de la Fe. Durante su etapa como cardenal de Toledo vivió un enfrentamiento con el cardenal Rouco Varela, de Madrid, a causa de la línea excesivamente retrógrada y “política” de la Cadena de Ondas Populares Españolas (COPE), propiedad de la Iglesia; el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela (76), es un defensor a ultranza del matrimonio “como unión entre hombre y mujer” y animador permanente para las manifestaciones antiabortistas “pro-vida” en la plaza madrileña de Colón; el cardenal arzobispo emérito de Sevilla, Carlos Amigo Vallejo (78), es un franciscano amigo del diálogo interreligioso con el mundo musulmán; el cardenal arzobispo de Barcelona, Lluís Martínez Sistach (75), es un conservador, que en nada recuerda a su predecesor, el cardenal Jubany, y al que muchos de sus fieles de Barcelona miran con no poca reticencia.
Un Papa de más de 80 años
De los 207 cardenales aptos para la sede pontificia, sería muy raro que fuera elegido uno que no estuviera estos días encerrado en la Capilla Sixtina, aunque no es imposible. La normativa vaticana contempla que sólo pueden entrar en el cónclave los purpurados con menos de 80 años. Los otros no puedan votar, pero sí pueden ser elegidos Pontífice. Europa tiene el mayor número de representantes en el Colegio Cardenalicio: 113, de los que 61 son electores, menores de 80 años; América Latina 30, de ellos 19 electores; América del Norte 22 cardenales, 14 de ellos electores; Asia 20, con 11 electores; África 18, de los que 11 pueden elegir papa, y Oceanía 4 cardenales y un solo elector.
Italia encabeza la lista cardenalicia de electores (28), seguida de Estados Unidos (11), Alemania (6) y España con 5, al igual que Brasil con otros cinco, al frente en número de purpurados entre los países latinoamericanos; México con 3, Argentina con 2, Colombia, Chile, Venezuela, Honduras, República Dominicana, Cuba, Perú, Bolivia y Ecuador disponen cada uno de un purpurado elector. Latinoamérica representa al 42% de la población católica de todo el mundo, de unos 1.200 millones de fieles, por lo que es el mayor bloque dentro de la Iglesia, comparado con un 25% en Europa. El arzobispo Gerhard Müller, actual Prefecto para la Doctrina de la Fe (cargo en el que sustituyó a Ratzinger), ha revelado que conoce “a muchos obispos y cardenales de América Latina que podrían asumir la responsabilidad de la Iglesia universal“. El brasileño Odilo Sherer (arzobispo de Sao Paulo), y el argentino Leonardo Sandri (Prefecto para las Iglesias Orientales) son los dos nombres más señalados. El caso del cardenal de Ghana, el africano Peter Turkson, que preside la Comisión Vaticana de Justicia y Paz, a pesar de la influencia del primer presidente negro de los EEUU (Obama), está en el ojo del huracán, por sus críticas imprudentes del mundo musulmán. Y los dos favoritos de Ratzinger (Scola y Ravassi) ofrecen muchas dudas a causa de sus implicaciones, silencios o sombras de conducta en el Vati-Bank y en el Vati-Sex.
Los purpurados italianos, el bloque más numeroso e influyente, pretenden recuperar el prestigio perdido tras los escándalos de la Curia y los papeles del Vatileaks, según señalaba recientemente el diario La Repubblica. Pero no forman un equipo: unos apoyan al arzobispo de Milán, Angelo Scola, considerado como un “reformista”, y otros al brasileño Odilo Scherer, el “hombre fuerte” de la Comisión de Vigilancia del Banco del Vaticano, como apuntaba el diario citado. De modo que el “primer Papa de América” podría llegar al trono de Pedro precedido de turbias polémicas.
Durante el periodo de escrutinios, los purpurados no pueden enviar ni recibir mensajes fuera de la Ciudad del Vaticano, pero dadas las nuevas tecnologías móviles es muy improbable que no caigan en la tentación de comunicarse con amigos, periodistas, políticos, banqueros y otras personas influyentes en el futuro de la Iglesia. Según esas normas, “quienes directa o indirectamente pudieran violar el secreto, ya se trate de palabras, escritos, señales o cualquier otro medio, incurrirían en la pena de excomunión latae sententiae reservada a la Sede Apostólica”.
¿Puede un ciudadano corriente creer, con la que está cayendo, que todos los cardenales del Cónclave van a temer a una posible excomunión? Las reglas marcan que los cardenales se abstendrán de toda forma de “pactos y compromisos de común acuerdo”. Hasta el más ingenuo de los católicos duda que se tomen estas “reglas” en consideración.
Son necesarios dos tercios de los votos para la elección del nuevo Pontífice. Si eso no ocurre en la tarde del primer día (o sea, en la primera votación), se continuará en la segunda jornada con cuatro escrutinios más, dos por la mañana y dos por la tarde. En caso de que ninguno de los cardenales consiga los dos tercios en las mañanas, se verá en los techos vaticanos una “fumata nera“, y por las tardes igual, a lo largo de 3 días consecutivos. Si aún no sale Papa con los votos exigidos, se suspende el proceso de elección por un día para “pedir ayuda al Espíritu Santo”, pero ya pudiendo los cardenales cambiar impresiones entre sí. Si al cuarto día de los escrutinios no llegaran resultados positivos, se procedería a una votación para elegir a uno de los dos cardenales más votados, votación que exige, a su vez, una mayoría de dos tercios.
Pero los cardenales encerrados quieren acabar pronto, para presidir en sus respectivas catedrales la Liturgia de la Semana Santa y de la Pascua de Resurrección. Es muy probable que a lo largo de los 12 días que han transcurrido desde la renuncia del Papa Benedicto XVI hasta hoy, las quinielas cardenalicias hayan experimentado los suficientes juegos malabares para decidir quién debería ser el nuevo Pontífice de la Iglesia Católica. “Los cardenales, están buscando, creo yo, a un hombre que pueda reformar y reorganizar la burocrática Curia Vaticana“, ha señalado Thomas Reese, un analista jesuita, autor de un curioso estudio titulado Dentro del Vaticano.
Pero no será fácil: los manejos del cardenal Tarcisio Bertone (desde el año 2006 secretario del Estado Vaticano y desde 2007 Camarlengo, cargo que ha retomado durante la Sede Vacante, tras la renuncia de Benedicto XVI), enfrentado abiertamente al cardenal Angelo Sodano, decano del Colegio Cardenalicio desde 2005, que fue secretario de Estado con Juan Pablo II y que ha ocupado un puesto clave en los preparativos del Cónclave, van a poner en serios aprietos a la “Tercera Persona de la Santísima Trinidad”, el Espíritu Santo, que va a tener que luchar duro para que los 115 cardenales electores encerrados en la Capilla Sixtina traigan a esta Iglesia Católica en la encrucijada al hombre “bueno, justo, sabio y honesto” que 1.200 millones de católicos están esperando.