La noticia, entregada por el gobierno bolivariano de Venezuela, de que el cadáver de Hugo Chávez será embalsamado y exhibido en una urna de cristal en un llamado, según entiendo, Museo de la Revolución, me parece francamente una torpeza política que le hace un flaco favor al futuro de la Revolución Bolivariana.
Hugo Chávez era un revolucionario no un Faraón. No es de revolucionarios andar embalsamando compañeros para exponerlos públicamente como si se tratara de una animita. El mejor homenaje que se le puede hacer a Hugo Chávez es desterrar el culto a la personalidad y trabajar con inteligencia y eficiencia por la revolución socialista que él impulsaba, así como continuar con la integración real de los pueblos latinoamericanos. Algunos compañeros dicen que embalsamar al presidente Chavéz es ponerlo a la altura de Lenin, ó Ho Chi Minh, por dar dos ejemplos, pero la verdad es que eso no resiste el mayor análisis. Cualquiera que haya leído a Lenin con seriedad sabe que, si de él hubiese dependido, jamás habría autorizado que su cuerpo fuese embalsamado. Está demostrado concretamente que las revoluciones fracasan en su esencia cuando se cae en prácticas faraónicas o vaticanas.
Hugo Chávez será llevado a un Inframundo muy particular. No será el Infierno, donde quisieran verlo sus enemigos, y tampoco será el Paraíso, donde quisieran verlo sus seguidores. Será una especie de limbo donde no se sufre, pero tampoco se descansa en paz, pues se trata de un lugar incierto, indefinido, donde el cuerpo del que partió, en “cuerpo y alma”, está y no está, es y no es. El compañero Hugo Chávez debería ser sepultado en su pueblo natal, en la tierra que lo vio nacer. Lo que debe ser exhibido no es cuerpo embalsamado, sino que lo que debe ser exhibido, con inteligencia y consecuencia, son sus ideas de transformación de la sociedad capitalista por una sociedad más justa y revolucionaria, dialécticamente revolucionaria. Eso es lo esencial, lo revolucionario, no otra cosa.