Hace unas semanas don Carlos De Gavardo y su equipo, decidió practicar su deporte en un camino rústico de la Región Metropolitana.
Sin embargo, ése no era cualquier camino, pues atraviesa un Santuario de la Naturaleza, llamado Reserva Natural Privada Altos de Cantillana, perteneciente a la Corporación del mismo nombre, organización sin fines de lucro fundada en 2007, con el objeto de preservar la geomorfología, la flora y la fauna de un área de 10.545 hectáreas.
Cabe hacer notar que el capital de la Corporación Altos de Cantillana es el valor de las tierras, estimado en cinco millones de dólares. Este fondo invertido en actividades productivas rentaría una cantidad apreciable de dinero. Esta renta, inexistente en el caso de la Reserva, es el principal costo anual. Hasta el momento, la corporación cuenta con 16 miembros.
Pues bien, uno de los miembros del directorio, le explicó al señor De Gavardo que no podía realizar prácticas en ese lugar, pues era un santuario de la naturaleza y que el ruido de su vehículo y el de sus ayudantes, interferiría en la vida de los animales del bosque: zorros, águilas, halcones, perdices, aguiluchos, etc.
El señor De Gavardo argumentó: “somos profesionales y tenemos permiso de Carabineros”; se le dijo que eso parecía extraño por cuanto esta institución no tiene jurisdicción para otorgar permisos de ese tipo, sólo las Municipalidades correspondientes o la Intendencia tienen ese poder. Sin embargo, sin importarle las explicaciones por parte del representante de la Reserva, inició su práctica. A él lo acompañan varios ayudantes que premunidos de radios, se ubican en ambos extremos del camino y cuando avisan que no vienen otros vehículos, el señor De Gavardo acelera. No hubo caso, insistió en que si molestaba su práctica, podía hacerla más alejada de la casa del representante de la Corporación. Nuevamente la explicación: “usted no me entiende, no es por mí, es por la flora y fauna del lugar, que se ve muy afectada”. Insistía que es sólo contaminación acústica.
Sin embargo, a los pocos minutos tuvo que suspender su práctica porque chocó contra un caballo. Resultado: caballo con pata quebrada y auto con parabrisas quebrado. El equipo se retiró del camino, mientras el caballo se desangraba. Averiguaciones demostraron que efectivamente el señor De Gavardo pasó a pedir permiso al retén de Carabineros, quienes le explicaron su incompetencia. También nos informaron que, al regreso, no pasó a informar del accidente, dejando al pobre animal desangrándose en el camino. Pasó tiempo antes de poder ubicar al dueño de la bestia la que tuvo que ser sacrificada porque ya estaba agónica.
En resumen, no cabe duda que el señor De Gavardo y sus ayudantes son profesionales. Profesionales de la destrucción, del engaño, de la falta de respeto por el medio ambiente, de la indolencia por un ser vivo que se desangra, de la mentira y de la prepotencia.