La obra de José Ortega y Gasset adquiere actualidad en la actual crisis española que tiene todas las características de un país invertebrado. Desde mi infancia, me interesó y emocionó la épica de la república de los españoles.
En la guerra civil hay algo de epopeya y mucha de santidad laica. El campo republicano fue capaz de movilizar las fuerzas de una izquierda movida por la ética de la convicción y fuertes sentimientos de solidaridad que conformaron las brigadas internacionales. Solamente la muerte de Allende en forma heroica ha sido capaz de manejar tanta solidaridad. Todo esto contrasta con la miseria moral del mundo actual.
La actual crisis española no sólo es económica sino también política. Hay un agotamiento del sistema parlamentario de la constitución surgida en los acuerdos de La Moncloa y del sistema electoral bajo las cifras repartidoras D’Hont. En el fondo el bipartidismo, Partido Popular y el Partido Socialista Obrero Español, está agotado.
A su vez las comunidades autónomas, en su mayoría arruinadas, se muestran incapaces de conformar un Estado Español multilinguístico y multicultural. No sólo se expresa este quiebre en el caso de Cataluña, presidida por Artur Mas, cuyo parlamento mayoritario está dispuesto a emprender la autonomía de los catalanes. Algo similar ocurre con los vascos; hay que recordar que históricamente Cataluña fue el único gobierno donde participaron los anarcos sindicalistas posteriormente perseguidos por los estalinistas.
El Partido Popular está sufriendo uno de los peores escándalos de su historia por los sobresueldos, recibidos por el presidente Mariano Rajoy: los herederos de Franco son más ladrones que gato de campo. Por desgracia el electorado español, desesperado por Rodríguez Zapatero, le dio mayoría absoluta al Partido Popular en el Parlamento. Por consiguiente habrá que esperar todo un período parlamentario para provocar una crisis de gobierno.
El caso español es una prueba más que los movimientos sociales sin un claro objetivo político son incapaces de triunfar en una democracia electoral, por consiguiente sin una estrategia de cambio radical es impensable expulsar al duopolio PS-PP.
La monarquía está también completamente desprestigiada. El rey tiene que pedir perdón por estar matando elefantes en Bostwana; y cualquiera que sepa un poco de historia verá que los Borbones son seres de pocas luces. Basta recordar a Carlos IV y el bruto de Fernando VII, pero por desgracia hay pocos españoles que reivindican una tercera república. Aunque en todas las manifestaciones se ve la bandera blanca, amarilla y grana y a veces el himno republicano.
Como la Televisión Chilena abierta es una excrecencia, sólo se puede ver el cable. Y allí da pena ver la Televisión Española cuando muestra ingenieros viviendo en las casas de albergues y profesionales escarbando en los basureros para extraer su almuerzo. Es muy triste que al revés de la solidaridad con la república española no exista ningún comité en América Latina, u ONGs que solidarice con los pobres de España.
Por desgracia, solo hemos conocido Bancos pulpos españoles como el Santander y BBVA, y Enersis que se roba nuestras aguas. Es paradójico que los capitalistas sean solidarios entre ellos y los pobres no lo sean nunca.