La idea pertenece a Patricio Navia. Una de las principales causas de muertes es el elevado colesterol, que según los médicos hay uno bueno y uno malo. En el caso del populismo se da la misma situación: hay que considerar que este surge siempre de la crisis de los sistemas políticos y de partidos.
Sin el derrumbe de la social democracia y democracia cristiana no hubiera existido nunca el populismo de Chávez; sin los sucesivos golpes de estado en Ecuador, el de Rafael Correa; sin la cuasi guerra civil en Bolivia, de Evo Morales; sin el derrumbe del sistema parlamentario, de Carlos Ibáñez del Campo; sin la crisis del Gobierno de Alfonsín, el populismo de Menem y sin el que se vayan todos, el de los Kirchner. El derrumbe de la República llevó a Napoleón Tercero. Y, de la cuarta República de Gaulle. Toda crisis de representación termina resolviéndose en el populismo.
El populismo se define porque convierte a la categoría pueblo en un acto central de la política. Esto no puede existir sin la existencia de la legitimidad carismática, según las categorías webiarianas. Es el líder quien determina las reglas, superando la legalidad formal. Hay populismo equivalente al colesterol malo, como es el caso de Fujimori en Perú, que terminó en la corrupción y en la decadencia del sistema político del país del Rímac. Menem, desde el populismo terminó adoptando las recetas del acuerdo de Washington y el FMI. Color de Mello fue expulsado por corrupto, Carlos Ibáñez fue incapaz de construir un nuevo Chile y en su segundo gobierno terminó aislado. Lo mismo sucedió con Arturo Alessandri: de líder populista finalizó de esclavo de la derecha.
El caso de Perón es muy distinto. El partido justicialista es el único que ha podido sobrevivir hasta nuestro días. Podríamos decir sin temor a equivocarnos que la política argentina es sinónimo del peronismo; ninguno otro partido puede siquiera en poner en cuestión su hegemonía. Las disputas se dan dentro del justicialismo.
Alain Rousque definía tres partidos políticos en su obra clásica sobre Argentina. Los peronistas, los radicales y los militares. Solo quedan los segundos, por tanto se puede afirmar que sin ellos el sistema político argentino tendría un sincope, por consiguiente su colesterol es bueno.
Diga lo que se quiera, Bolivia ha tenido con Evo Morales la presidencia de más larga duración y un alto crecimiento económico. Dudo que alguien quiera volver al gobierno de Sánchez de Lozada. Ningún venezolano desea repetir la experiencia de Rafael Caldera o Carlos Andrés Pérez, ni tampoco los ecuatorianos quieren que vuelva alguien como Lucio Gutiérrez. En este sentido estos tres regímenes gozan de un colesterol bueno.
En la crisis de representación, legitimidad o gobernabilidad chilena, se pone como el demonio la salida populista. En el fondo lo que se quiere eliminar es el protagonismo popular, como lo hemos probado en este artículo. A veces el populismo lejos de hacer un drama, es la expresión del fracaso de sistemas de partidos políticos ya en la obsolescencia, como democratacristiano y social demócrata y el surgimiento de nuevas formas de democracia participativa que permiten convertir al pueblo en el actor de su historia.
Una dosis de colesterol bueno sería a mi modo de ver muy deseable para poner una lápida al sistema monárquico más reaccionario de América Latina.