La historia reciente de Chile muestra un país que se ha ido construyendo a retazos luego de la Gran derrota del Gobierno Popular. Los años dictatoriales fueron de oscurantismo, muerte y farándula barata; pese a ello durante dos décadas, la militancia de izquierda sobreviviente, con la ayuda valiente de ciudadanos anónimos, logró establecer un complejo entramado cultural, de comunicación y resistencia. Caían direcciones izquierdistas completas; se rearticulaban compañeros detrás de los caídos. Se creaban grupos de apoyo en el exterior…
Debe ser una de la épocas más gloriosas y más terribles para el movimiento popular Chileno; toda vez que el adversario no trepidaba en usar las más horrendas acciones, que ya son públicas y comprobadas, para liquidar a quien osara buscar un poco de dignidad.
Como un acicate al horror, la valiente juventud de esa época luchó sin descanso. El pueblo izquierdista mostró altos niveles de solidaridad, de entrega, a riesgo de su propia vida.
El Presidente Allende ya había llamado a esa resistencia oculta, en su último mensaje, previendo que la fuerza doblegaría la dignidad. Y en ese momento aciago lanzaba su frase esperanzadora “que abrirán (los trabajadores) las grandes Alamedas”.
Esta batalla del Pueblo, en los años Concertacionistas fue sistemáticamente acallada, ocultada; tanto, que todos los medios de comunicación existentes en Dictadura, y que habían creado la memoria histórica, fueron borrados del mapa. JAMÁS, por cierto, la nueva clase gobernante podría compararse con la Dictadura, sin embargo, su primer eslogan “la alegría ya viene” resultó al poco tiempo, un mal chiste. Aplicando complejas operaciones comunicacionales se entronizó una ideológía económica, social y cultural que no distaba del proyecto pinochetista. El engaño de la creación de un país completamente distinto se comprueba en el fracaso de las promesas Aylwinistas: cada una de ellas jamás fue llevada a cabo.
Ricardo Lagos Escobar ha dicho que ese Modelo heredado de la Dictadura fue cambiado radicalmente; difícil sostener dicho análisis, en tanto aún se sigue rigiendo por la Constitución del 80 y las principales directrices económicas están intactas.
El pueblo, en tanto, miró desde la vereda este caminar extraño de Chile, llamado la “¡transición más exitosa de las conocidas en la Historia reciente de la Humanidad!”.
Con promesas y marketing, este pueblo fue transformado en confomista, en apolítico, en una masa dada a recibir bonos y regalos… fue convertido en un Populacho, donde el Pan y Circo eran los ingredientes principales.
La Clase política, nepotista ya a estas alturas, muy satisfecha y autoreferencial, que contemplaba hinchada de pecho el camino al “desarrollo de Chile”, ciega a todo tipo realidad, visible empero, en cada temporal, en cada aviso de la naturaleza, no se dió cuenta que cansó al Populacho de tanto escándalo y corruptela y éste, ya no distinguiendo entre A ni Z, depositó la confianza en sus otros gobernantes, los del dinero, con la creencia que serían abarrotados aún más de bonos y pseudobienestar.
Los Concertacionistas-desconcertados, atribuyeron la derrota a que el populacho ya estaba gordo y solo quería salir del empacho al ubicar en los primeros puestos a sus propios chupasangres, como llamara una vez a ese sector del país, uno de sus próceres eternos.
Sin embargo, los recién llegados, apremiados por la desgracia de la naturaleza y su propia incapacidad, no pudieron ser el Gobierno de Excelencia, que habían soñado tanto tiempo.
Y ocurrió lo que nadie jamás hubiese previsto: un grito social juvenil desde el fondo de la tierra, de las mismas características del geológico, inundó y arrasó al país. Los estudiantes demostraron que había surgido una Nueva Ciudadanía, gestada en el silencio y en la humillación. En ese 2011, año histórico de tomas y retomas de colegios y Universidades las demandas fueron ampliándose hasta tocar los cimientos de la institucionalidad, era un desafío al Sistema Neoliberal de Libre Mercado desregulado, la GRAN OBRA DE LA CONCERTACIÓN.
Hoy, este Nuevo Ciudadano ha lanzado al futuro la Candidatura Presidencial Ciudadana de Marcel Claude, quien ha sido mandatado para imponer en la realidad nacional, un Programa de Gobierno Ciudadano, que ha estado elaborándose desde la base y es de los más avanzados y ambiciosos presentados en los últimos 35 años.
Esta Candidatura Ciudadana, que será ninguneada, invisibilizada por los poderes fácticos y no tan fácticos, es seguida de cerca por los mismos de siempre, no vaya a ser cosa que empiece a crecer hasta lo inimaginable.
Probablemente así ocurrirá, crecerá desde abajo. Al pasar de los días y las semanas Marcel Claude va a significar una piedra en el zapato del gigante Concertacionista y Aliancista, enemigos acérrimos y comprobados de la esperanza.
El desafío para el Nuevo Ciudadano adherente de Marcel Claude es gigantesco, pues quien se enfrenta al poder, requiere apoyo y más apoyo. Un entramado humano con una labor casi épica en sindicatos, universidades, centros de pensamiento; en la esquina, la población, la plaza, los hogares…
Un Nuevo Ciudadano, para un Nuevo País Ciudadano, requiere dejar atrás definitivamente la desesperanza y la derrota; necesita superar al “Populacho” que todos llevamos al interior . Deberá vencer a aquella fuerza nefasta que espera bonos, chimuchina y faranduleo, que al llamado a comprometerse con su propio futuro, huye hacia la comodidad y la inacción. Debe, como reza la canción de Silvio “dejar la casa y el sillón”.
Marcel Claude ya está disponible, afrontando valientemente el mandato Ciudadano.
Solo un Nuevo Ciudadano, sujeto de su propia historia, crítico e informado, confiado en sus prójimos, que se organiza por iniciativa propia, sumando a uno y otro, educándose y sacrificándose; haciéndose responsable, puede llegar a obtener el premio mayor: SU DIGNIDAD, como ha sucedido en otras tierras de Nuestra América.
Víctor González
Comunicador Visual