Hanna Arendt escribía en su libro ¿Qué es la política? que esta actividad desaparecería del mundo por carencia de significado. No faltan los que están tentados que en la democracia no existan los partidos políticos. Los anarquistas creen en una huelga general que destruya el Estado e instale la libertad humana, en tanto para Arendt, la falta de significado de la política desembocaría en un punto muerto y sus asuntos serían intrascendentes para la sociedad.
En esos tiempos el peligro era que la política se disolviera en el totalitarismo en el partido único, sea este Stalinista o Fascista. Hoy el peligro es que la política se sumerja en las reglas de los mercados financieros y sean éstos lo que determinan las decisiones políticas. Solo cuatro banqueros, votan en las elecciones parlamentarias y el papel de los asambleístas es sólo de esclavos de los lobistas.
Fukuyama, sostuvo la idea del fin de la historia una vez instalada la democracia liberal y el mercado. Las contradicciones dejan de existir y la dialéctica sea materialista o idealista. Heráclito ha muerto en manos de Parménides. Finalmente el parlamento ha sido suplido por la bolsa de Nueva York; es mucho más importante saber las variaciones de Dow Jones que el resultado de las elecciones parlamentarias.
Hanna Arendt pensó que el principio de la política era Platón y Aristóteles y su fin la teoría de Marx, el fin de la filosofía que se hermana al término de la enajenación política. Según Lenin, nadie entiende más mal a Marx que sus sucesores. En su mayoría mecanicistas y materialistas vulgares, es decir, incapaces de concebir la dialéctica del cambio. Para esto hay que recurrir a la lógica de Hegel, que muy pocos entienden y ni siquiera han leído, menos traspasar del idealismo al materialismo.
Es una vulgaridad sostener que la economía predomina sobre la política o que la vida material determina las ideas; esto es materialismo vulgar. En el fondo, al revés es la política la que determina las reglas fundamentales de la sociedad y no se disuelve en los movimientos sociales y en la sociedad civil, sino que los conduce a aprovechar la crisis revolucionara que le permite la toma del poder.
Como bien dice, Lenin el movimiento obrero es incapaz de detener una doctrina que supere las reivindicaciones sociales y a las ideologías burguesas, para que esto ocurra es necesario la existencia de uno o varios partidos, capacitados de insertarse en las masas y aprovechar el minuto histórico, llamado revolucionario. No todas las crisis conducen a la revolución y al carecer de conducción vuelven al punto de partida; algo de esto ha ocurrido con los indignados y el movimiento estudiantil del 2011. La necesidad de un partido revolucionario era llamado a gritos pero por desgracia la izquierda chilena estaba en su momento más catastrófico y desagradable y no pocos de ellos decepcionados y vendidos a la concertación.
A diferencia de la izquierda chilena actual, Lenin era dialéctico y no podía ver la política como un tiempo homogéneo tranquilo, casi sin cambios, una especie de taza de leche como es el Chile transaccional actual. La política siempre es contradicción radical, una oleada de crisis, altas mareas y bajas, continuidades y rupturas. El valor del político es captar estos ciclos que no son uniformes y aprovechar el momento donde hay que asaltar al poder. Desgraciadamente, en la revolución francesa como en la rusa y en cierta medida en la cubana, el bloqueo externo impidió que se expresaran las contradicciones en el seno del pueblo e incluso un multi partidismo que la representara y así construir una democracia socialista que imitara el modelo de la comuna, es decir, cargos revocables, descentralización del poder, destrucción del Estado burgués y una sociedad sin amos y dioses.