Los dueños de Chile son una casta asquerosamente racista y clasista que confunde la corrupción con los conflictos de interés: ellos no cometen delitos, sino “errores”.
Cuenta un historiador que una señora muy beata se espantó al saber que Fray Andresito era mestizo, con mucha cara de indio, expresando que Dios repartía sus dones en naturalezas tan miserables. El Presidente Sebastián Piñera es un tributario de esta mentalidad discriminatoria que, por cierto, “no es culpable de su cuna y educación”.
La forma en que el Presidente Piñera respondió a los requerimientos del mandatario boliviano, Evo Morales, corresponden al trato despectivo y humillante que los “patrones” adinerados tienen con los pueblos originarios y con las demás personas que no pertenezcan a sus castas, tratando a sus esclavos de “hombrecitos”.
Nunca, en nuestra historia, habían estado más malas las relaciones con Bolivia que en este gobierno de derecha, lo cual no es extraño, pues siempre los gobiernos de derecha han tenido una actitud de querer “civilizar y pacificar” a los seres que ellos encuentran primitivos – algo así como la civilización o barbarie de Domingo Faustino Sarmiento en su obra, Facundo -. De esa manera procedió el ejército chileno con peruanos bolivianos e indígenas.
Además de esta herencia, fomentada por los historiadores Diego Barros Arana, Francisco Encina y sus sucesores, tanto el Canciller, como el Presidente actual de Chile, demuestran mucha ignorancia al sostener que ningún país regala parte de su territorio, al menos Chile lo ha hecho con un país más poderoso que el nuestro en el siglo XIX, Argentina. Algunas personas olvidan que el historiador Barros Arana, repitiendo un error de Carlos Darwin, sostuvo que La Patagonia carecía de valor económico; ante el terror de que Argentina se uniera a Perú y Bolivia en la guerra del salitre, Chile regaló, sin ninguna condición, a nuestros vecinos allende Los Andes, las ricas y extensas tierras del sur de Chile.
En el plano mundial, muchas veces los países han vendido soberanía: baste citar el caso de Colombia, que vendió, por un puñado de dólares (25 mil), la rica provincia de Panamá; luego, durante años, Estados Unidos arrendó el Canal al gobierno panameño. Francia, por su parte, vendió Luisiana a Estados Unidos; los ejemplos se pueden multiplicar por decenas.
Domingo Santamaría, un Presidente que previó los conflictos con Bolivia en el futuro, no tuvo ni un problema en querer regalar Tacna y Arica al país del altiplano. Posteriormente, Horacio Walker, ministro de Relaciones Exteriores de Gabriel González Videla, estuvo plenamente dispuesto a entregar un territorio cercano a la Línea de la Concordia, intercambiándolo por el aporte boliviano en la matriz energética. Y, más recientemente, el dictador Augusto Pinochet, en acuerdo con Hugo Bánzer, estuvo también dispuesto a intercambiar territorio. Los descendientes del pinochetismo, ahora los hipócritas de la UDI y de RN aplaudían, a rabiar, “la diablura del tirano al haber logrado pactar con el dictador de Bolivia. Como se sabe, Perú, basándose en el Tratado de 1929, hizo imposible este acuerdo.
La Presidenta Michelle Bachelet logró avanzar bastante en la hoja de ruta trazada para lograr una salida al mar a Bolivia, pero el gobierno de derecha actual destruyó toda esta labor. No se trata de dividir o fracturar el territorio nacional, como lo sostiene el Presidente Piñera, sino de buscar un acuerdo tripartito – Perú-Chile-Bolivia – para llegar a un acuerdo que permita la existencia de una franja en la Línea de la Concordia, por medio de la cual Bolivia tenga la soberanía. Existen otras soluciones como entregar en comodato ilimitado Cobija, al país del altiplano, que no significaría fracturar el territorio, pues sólo bastaría con aplicar la libre circulación de personas y mercancías, que están garantizadas en el Tratado de 1904. También podría ser viable un puerto de soberanía compartida entre Chile y Bolivia, o tripartita – Chile-Perú-Bolivia.
El chauvinismo y el nacionalismo es una peste que debiera ser erradicada en el mundo moderno, donde las fronteras tienden a desaparecer. En este país “naftalina” aún restan personajes de opereta, como Jorge Tarud, Iván Moreira y otros, quienes, con el afán de conseguir votos, alimentan la estupidez popular.
Rafael Luis Gumucio Rivas
30/01/2013