El libro de Jovino Novoa, La fuerza de la libertad, la batalla por las ideas de centro derecha en el Chile de hoy, con prólogo del candidato presidencial de la UDI, Laurence Golborne – de hijo de ferretero ha pasado a ser un fanático de la UDI – ha logrado concitar un áspero debate en la derecha.
Existe, en esta combinación política, un sector pinochetista con ribetes de neoliberalismo “Chicago Boys”, mezclado con una ideología fascista española, que sostiene la vieja doctrina de los Papas acerca del concepto de subsidiaridad – no hay que olvidar que la Encíclica Quadragessimo Anno sostuvo el corporativismo y este se hermanan el Historiador Jaime Eyzaguirre y los jóvenes de la época, que fundaron la juventud conservadora. Jovino Novoa es el más auténtico heredero de Jaime Guzmán y, por consiguiente, de la dictadura de Augusto Pinochet. Este sector siempre ha odiado a Sebastián Piñera, a quien acusan por la mezcla entre la política y los negocios y, sobre todo, por ser un “democratacristiano” de tomo y lomo – incluso, en su escritorio tiene un retrato de Eduardo Frei Montalva -.
El sueño del pibe del Presidente actual hubiese sido haber integrado a la Democracia Cristiana a su Gabinete. A los “muchachos” de la UDI los pone muy nerviosos aquello de la “nueva derecha liberal” – equivalente al colocar un paño rojo frente al toro – pues esta doctrina, en lo político, termina engendrando el socialismo. Para Novoa, la desigualdad es un hecho natural y nada se consigue con intentar torcer a la naturaleza. Se me viene al recuerdo el discurso del líder conservador Héctor Rodríguez de la Sota, en 1932.
Para el autor del libro que comentamos, el gobierno de Piñera se ha entregado a la Concertación y hace todo lo posible para halagarla; lo más condenable es la reforma tributaria que, para la mayoría de los chilenos es una mascarada que favorece a los ricos, pero que para Novoa es un verdadero atropello a los sagrados principios de la centro derecha.
La antropofagia no es nada nuevo en la historia de la derecha chilena: nacieron caníbales y morirán caníbales. Como los matrimonios mal avenidos, se separan para luego volver a juntarse. En el siglo XIX, Federico Errázuriz expulsó, con camas y petacas, a los conservadores del gobierno, a causa del asunto de los colegios particulares y, posteriormente, el combate entre Domingo Santamaría y la Iglesia por las leyes laicas.
En el siglo XX, un párroco – posteriormente, cardenal de Chile, José María Caro – se atrevió a decir que votar por Germán Riesco, candidato liberal, era un pecado para los católicos, por el solo hecho de haber declarado, como candidato presidencial, que perseguía la unidad de los liberales, lo que llevaría al apoyo de los radicales masones que, para los católicos de comienzos del siglo XX, eran la encarnación del demonio.
En 1946, liberales y conservadores se dividieron, llevando los primeros a Fernando Alessandri Rodríguez como candidato presidencial, y los segundos, al socialcristiano Eduardo Cruz-Coke; esta división permitió el triunfo de Gabriel González Videla, apoyado por los comunistas.
En 1965, una vez desaparecidos de la escena política, tanto los liberales, como los conservadores, la antropofagia se trasladó al Partido Nacional. El sector nacionalista portaliano, de tendencia franquista, se apoderó de este Partido desplazando a los antiguos pelucones y pipiolos. Sus líderes, Sergio Onofre Jarpa y Jorge Prat, este último Director de la revista Estanquero, en recuerdo del partido que apoyó a Portales. Prat fue ministro de Hacienda de Carlos Ibáñez y Sergio Onofre Jarpa apoyó a Ibáñez y a Eduardo Frei Montalva. A veces, la gente olvida que Sergio Onofre Jarpa es el padre político de Andrés Allamand.
Cuando se reconstruyen los partidos políticos, a fines de la dictadura, la derecha formó un matrimonio, de muy poco tiempo, para luego separarse entre los seguidores de Onofre Jarpa, que formaron el Partido Renovación Nacional, y los de Jaime Guzmán, fundadores de la UDI.
Ingenuamente, los dirigentes de la Concertación creyeron que los miembros de la “patrulla juvenil”, de RN, eran demócratas consumados, donde Andrés Allamand era un verdadero héroe de la lucha por la democracia.
En Santiago se enfrentaron Andrés Allamand, por Renovación Nacional, y Carlos Bombal, por la UDI – es muy posible que mucha gente de la Concertación haya votado por el primero – con el triunfo de Carlos Bombal. A partir de este y otros triunfos a lo largo del país, comienza la hegemonía de la UDI y el maltrato al sector “liberal” de Renovación Nacional.
Después de haber denunciado a los poderes fácticos, principalmente militares y empresarios, Andrés Allamand inicia una ridícula “travesía por el desierto norteamericano”. A su regreso pasa a formar parte de los “samuráis” de Joaquín Lavín; luego de tanta pelea entre estos dos partidos, los amantes se reencuentran, pero vuelven a disputarse cuando RN presenta a Sebastián Piñera como candidato presidencial contra Joaquín Lavín, en 2004.
Nuevamente se reencuentran cuando la UDI apoya a Piñera, en 2009 pero, al poco tiempo, como era de esperarse, comienzan a comerse mutuamente y, con mucha hipocresía, se lanzan pullas entre Allamand y Golborne: el primero, lo acusa de ser un advenedizo en política y, el segundo, trata a Allamand de un político tradicional. Es muy posible en que las primarias de la Alianza por Chile se produzcan disputas muy parecidas a la de sus congéneres norteamericanos, el Partido Republicano – en este caso, el “tea party” sería la UDI.
Rafael Luis Gumucio Rivas
22/01/2013