¿Reviste un mérito ser hijo de alguien, es una gracia propia de uno el padre que le tocó? El Hijo del Carpintero, con cierta incidencia en nuestra humanidad, terminó siendo hijo de Dios. Pocas cosas tan accidentales como el padre que tenemos.
Del mismo modo, elevar a rango de gracia sin par que éste haya sido ferretero, ¿qué le pone eso a un tipo que adquirió sus rasgos en el medio en que se desarrolló después de los clavos de cuatro pulgadas y los sacos de cemento? Egresó del Instituto Nacional ¿y qué?
Lo decía la provocativa intervención del estudiante de cuarto medio de ese colegio con ocasión de su discurso ahora famoso: de esas mismas aulas han salido varias asesinos. ¿Es que el primer foco de luz de la nación tiene por misión formar criminales? No. Así como un ferretero no necesariamente cría estadistas, tampoco es el liceo de uno el que lo hace más o menos egoísta o facho.
Golborne, con su estampa de político con sacarina, con su discurso de pasta de dientes y sus maromas de vendedor viajero, es hijo de este tiempo más que de su padre o de su colegio. Es producto más del suelo que encontró a su paso, que de la semilla. Y es más un vecino de Vitacura que de Maipú, así haya nacido en el Templo Votivo.
Este tiempo del triunfo del egoísmo por sobre la solidaridad, del precio más que el valor y de la fuerza bruta por sobre las razones, es también el tiempo de la coronación más perfecta de la venganza del poderoso, esa que es capaz de ocultarse y parecer una bendición para sus víctimas.
Laurence pudo ser tranquilamente un nuevo cuadro de la Concertación si esta no hubiera dado los trastabillones que la tiene al borde de la extinción. De haber tropezado Golborne con una pega en el servicio público, fijo que hoy sería una prometedora figura concertacionistas aguaitando el silencio de ya sabemos quién.
De hecho, en la Concertación deben haber varios golbornes a los cuales aún no les llega su tiempo: hijos de ferreteros o ramos similares, alumnos de la educación pública, ex residentes de barrios normales, con un profundo interés en perfeccionar la economía de mercado diseñada por Jaime Guzmán. ¿Qué diferencia a los tecnócratas concertacionistas de Laurence?
Golborne es un promedio perfecto que encontraron los desgastados coroneles y los cansados capitanes herederos de privilegio de la dictadura. Sus diplomas, comunes en mucha gente, hacen que en la superficie se parezca a cualquiera. Le faltó llamarse de una manera más española y el cuento sería perfecto.
Laurence es una herramienta del sistema, un medio, no un fin en sí mismo. Tal como lo fue, guardadas las celestiales distancias, el Hijo del Carpintero para la salvación del hombre. Este otro, algo menos poderoso, lo es para la salvación de su religión: la economía.
Por mucho tiempo los mismos de siempre se cruzaron en cópulas reiteradas con otros mismos de siempre y esa costumbre mal vista, está trayendo algunas complicaciones que es preciso atajar.
El hijo del ferretero, trae a cuestas una carga genética reforzada, casi alienígena, para salvar al sistema de la endogamia, que como se sabe, provoca trastornos muy serios, y da la impresión que también una cierta tendencia al canibalismo.