“La universidad es la institución cultural y científica por excelencia creada por el hombre. Nacida del espíritu corporativo de la Edad Media, constituye uno de los aportes más singulares de la cultura occidental. Lleva razón el profesor Miguel Amado cuando sostiene que Atenas tuvo el ágora, Roma el foro, Europa la universidad”. (*)
El propósito original de las universidades queda expuesto en el nombre con que se designa a este género de instituciones: universidad es una palabra que resulta como síntesis de otras dos: unidad y diversidad. Si dividimos las dos palabras uni-dad y di-versidad, fusionando la primera sílaba de la primera palabra con las tras últimas sílabas de la segunda palabra, obtenemos el nombre de las instituciones que comentamos. Universidad, significa, por consiguiente, unidad de la diversidad, es decir, la diversidad es considerada como unidad. Nótese la similitud con la palabra universo. En ambos casos están incluidos todos los seres que incluye cada tipo de entidad universal, ya se trate del universo espiritual de la cultura o del universo material de la naturaleza.
Desde sus orígenes, la universidad reclamó para sí un fuero especial, capaz de garantizar la libertad de enseñar y de aprender. Dos arquetipos universitarios dieron lugar a dos tradiciones distintas: el modelo de Bolonia (universitas scholarium) y el de París (universitas magistrorum). La Universidad de Bolonia, fundada a principio del siglo XII surgió del impulso de los estudiantes que buscaban profesores, lo cual explica que en su gobierno y administración predominara el elemento estudiantil.
El origen de la Universidad de París (finales del siglo XII), por el contrario, radica en el seno de las Escuelas de la catedral de Notre Dame y cuya preocupación central fue la teología. En ella predominaron los maestros. En todo caso, ambas universidades con el correr del tiempo se constituyeron en asociaciones o corporaciones de profesores y alumnos, con privilegios y fueros propios.
El modelo de Bolonia fue imitado por la Universidad de Salamanca (fundada hacia 1220), y por la mayoría de las universidades de la Europa meridional; el de París influyó en la estructura de las de Europa septentrional. Las universidades coloniales de Hispanoamérica se inspiraron, a su vez, en el esquema de Salamanca. Esta distinta evolución histórica explica la desigual importancia que, en su desarrollo posterior, dieron ambos modelos a la participación estudiantil en el gobierno universitario. En las inspiradas en el modelo de Bolonia, la participación estudiantil es históricamente legítima.
Volviendo al concepto neto de universidad, es necesario referir que éste comporta ante todo, la comprensión de su tarea académica y atañe precisamente a la idea de educación como un universo, es decir, como la diversidad de contenidos culturales que se imparten en el acto educativo el cual promueve su unidad. Así tenemos que, en efecto, la idea original de universidad incluye como contenidos de la educación todos los materiales que integran la cultura, agrupados mediante algunas clasificaciones que figuran en la historia, desde el trivium y el cuadrivium de la Edad Media –así llamados porque incluían respectivamente tres y cuatro disciplinas fundamentales- hasta las universidades modernas que las comprenden en mayor número y variedad de lo que pudieron ser en cualquier época anterior.
Una clasificación de las ramas culturales que puede aceptarse como sistémica y congruente las agrupa en tres grandes géneros: las ciencias, las humanidades, y las artes. Dicha clasificación corresponde a una de las más antiguas tradiciones pedagógicas, cuyo origen se encuentra en la antigüedad helénica, expuesta en la doctrina de Platón, quien considera que la educación integral debe atender la formación del ser humano en todas sus virtudes, procurando informar y al mismo tiempo formar su personalidad en las disciplinas culturales.
La tendencia de nuestros centros de educación superior, por el contrario, es diametralmente opuesta a una educación integral, pues está cada vez más encaminada a informarlo de manera pragmática solamente en las ciencias y técnicas aplicables al desarrollo material del individuo y la colectividad. Esta tendencia corresponde a requerimientos del desarrollo económico y presta atención especial a la capacitación técnica de los profesionales. Es evidente la necesidad que hay de formar esos profesionales, pero es evidente, también, la importancia de formar seres humanos.
El concepto clásico de la pedagogía remite a la tesis de que el acto educativo debe comprender simultáneamente la enseñanza de las ciencias, las humanidades y las artes cuya conjunción produce un sistema formativo de tipo humanístico , el único capaz de formar e informar armónicamente la persona en el seno de la comunidad y en función de la cultura. Las tres grandes vertientes que en ella encarnan –ciencias, humanidades y artes- figuran en todo sistema educativo que se estime idóneo; ninguna puede quedar ausente, so pena de mutilar la esencia del ser humano y la posibilidad de formarlo de manera integral, atendiendo a la importancia que tiene cada sector de la cultura y a todos en conjunto.
Sobre la función académica propiamente tal de la Universidad (docencia, investigación y extensión o servicio), hablaremos en el próximo artículo.
(*) Carlos Tünnerman, De la universidad y su problemática, UNAM, México, 1980.