Desde hace muchos años tenemos contradicciones con Gute acerca de los derechos humanos y otros temas.
No es cosa nueva.
Por ejemplo, nosotros nos fuimos del partido de Frei en 1966, poco después que el gobierno nuestro y del joven Gute disparó contra los mineros y segó muchas vidas en el mineral de El Salvador. Gute, tal vez muy joven, se quedó. Después, en 1969, el gobierno disparó también en contra de los pobladores en Pampa Irigoin, Puerto Montt. Gute tenía unos 20 años y muchos de militancia.
En 1946 Frei se había ido del gobierno radical, en el que era ministro, cuando el gobierno radical disparó contra una manifestación en la Plaza Bulnes. Ese era el Frei que nos gustaba.
Esa ha sido la práctica de los derechos humanos en Chile, que es la mejor vara, sin duda, para medirse y compararse.
En septiembre de 1973 el partido de Gute apoyó, desgraciadamente, el golpe de Estado. Gute no estuvo entre los pocos demócratas cristianos que lo condenaron, como Leighton, Fuentealba, Tomic, Velasco, Huepe, Donoso y otros. Era muy joven Gute pero no tanto. Tenía 23 años. Tan joven como el promedio de los jóvenes de la UP. Recuerdo que en octubre de 1973 fueron ejecutados por la dictadura en Antofagasta los jóvenes socialistas Darío Godoy (18) y Miguel Manríquez (26) y el mapucista Eugenio Ruiz Tagle (25).
Nuestra vieja izquierda, la que formamos con los comunistas, de los años sesenta en adelante, NUNCA apoyó en Chile un golpe de Estado ni una dictadura. Por el contrario, los padeció. Hay allí una gran diferencia con Gute y muchos de sus amigos.
Entre 1984 y 1989, los amigos de Gute apoyaron el gobierno de Napoleón Duarte en El Salvador, e incluso lo asesoraron. El gobierno de Napoleón Duarte atropelló sistemáticamente los derechos humanos.
Afortunadamente en la segunda mitad de la dictadura chilena Gutenberg no estuvo contra ella, lo que es muy bueno, pero no borra ni la matanza de 1966 , ni la de 1969, ni la dictadura de El Salvador, ni el golpe de Estado.
Nunca hemos escuchado una autocrítica de Gute acerca de esos hechos nacionales e internacionales. Es impoluto y ahora catedrático de los derechos humanos. Rector de una universidad que se proclama como vocera del “humanismo cristiano”.
Por otro lado, en el plano teórico, las ideas del llamado “humanismo cristiano” están en declinación aguda.
Pueden renacer, en occidente, en algún momento, porque en este lado del planeta las ideas y orgánicas del catolicismo tienen gran poder, la mayoría se declara religiosamente “cristiana” y en Europa reside el poder vaticano, muy fuerte también en América Latina.
El “humanismo cristiano” tiene su primera raíz en el aristotélico y cristiano Santo Tomás de Aquino (s.XIII), quien sostuvo las ideas del personalismo. El personalismo parte de la base que Dios creó al hombre “a su imagen y semejanza” y lo dotó de derechos naturales, diferenciándolo de los ángeles (que están por encima) y de los animales (que están por abajo). Pero será difícil que la ideología social resurgida de las encíclicas papales del siglo XIX e inicios del XX y de pensadores idealistas y personalistas como Maritain y Mounier vuelvan a atraer a interesados en la filosofía y la política.
“Les Droits de L´Homme et la loi naturelle” de Maritain sin duda tuvo influencia en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, en la que se concordó con budistas chinos, hinduistas como Mahatma Gandhi, liberales, socialistas libertarios y en general todos los que condenaron los atropellos brutales de la Segunda Guerra Mundial, pero no hay que confundir el trabajo que UNESCO encargó a Maritain en esa fecha con la redacción misma de la Declaración Universal , que le atribuye ahora Gute al filósofo, obnubilado por su nueva función, ya no de seudomaquinista sino de seudopensador.
Vivimos en un mundo atrozmente desigual, no sólo en calidad, expectativa de vida y derechos sino en ideologías y puntos de vista. La antropología nos ha permitido conocer las diferentes culturas y los pocos universales humanos. En las sociedades tribales y precapitalistas los derechos sociales (el derecho a la vida, a la alimentación, a la salud) son mucho más importantes que los derechos políticos.
El peso del liberalismo se ha acrecentado e incluso el de pensadores cercanos al individualismo más feroz (Heidegger). Entre nosotros no faltan los que se pasaron de Marx y Maritain a Nietzsche y Heidegger (era más cómodo para trabajar en Silicon Valley o negociar con la Barrick Gold (no God) y representarla).
Afortunadamente para occidente, las principales ideas de Marx y sus sucesores, de Lenin, Trotsky y Gramsci, por cierto de los llamados neomarxistas (Adorno, Marcuse, Foucault) están abiertas para su desarrollo y renovación, y para su complementación con nuevas teorías de progreso. Sus ideas no son “palabra de Dios”. Los filósofos siguen atraídos por quien postuló la decisiva importancia de la estructura económica y la teoría de la alienación en el capitalismo, y llamó no sólo a “pensar” el mundo sino a “transformarlo”. Muchos académicos y políticos han incluido en su accionar estas u otras de sus ideas.
¿Para qué decir de la influencia política concreta de las ideas del “humanismo cristiano”?
En Francia, Italia y España el socialcristianismo es casi inexistente, y en Alemania y otros países sus sostenedores militan en la extrema derecha.
En América Latina, hay algunos en el PAN, unos pocos en COPEI, ahogados por la corrupción y el conservadurismo. Pocos en el partido Popular Cristiano del Perú, de extrema derecha.
En Chile el partido de Gute, importante por su trabajo actual de bisagra, pasó de ser un partido del 40 por ciento en tiempos del joven Gute y llegó a ser un partido de un consistente 15 por ciento en tiempos del Gute de hoy. El más grande partido chileno que se proclama “seguidor del humanismo cristiano” es, desgraciadamente, la neofascista Unión Democrática Independiente.
En la Universidad de Chile prácticamente desapareció entre profesores y alumnos el “humanismo cristiano”, que poco tiene que ver con ser buenas personas o practicar la amistad cívica. Y en otras universidades también.
Por cierto quienes religiosamente adscriben a las cúpulas del catolicismo- y desprenden de allí su catolicismo social- siguen pensando que tienen razón. Y que el mundo está más equivocado que nunca. Así sucederá, por los siglos de los siglos, con los dogmáticos y, más aún, con los dogmáticos religiosos, esos que –por sobre los seis mil millones de pobres hombres- tienen comunicación directa con el único dios.
Siendo más pedestres, la católica familia de Payá, en Cuba, en esas condiciones, si se politiza y trasciende, es una esperanza para el exterior debilitado. Dejémosla tranquila en su dolor por la muerte del padre y no alentemos a quienes, sin fundamento (según los propios conservadores españoles que acompañaban al dirigente católico cubano en el momento de la desgracia), califican el accidente automovilístico provocado por la imprudencia en el manejo de un joven español del partido de Rajoy, “asesinato cometido por el gobierno comunista” (¡).
En la práctica también (“los porfiados hechos”) el payaísmo cubano, si se le puede llamar así, ha estado más cerca del pensamiento de la Oficina de Intereses de los EEUU y, aquí, de El Mercurio y los hermanos Walker, que de los orígenes social cristianos de la Vanguardia Radical Cristiana (VRC) cubana de fines de los años cincuenta, cuyos destacados militantes leían tanto “Política y Espíritu” (la chilena) y los artículos de don Jaime Castillo Velasco como los discursos de Fidel y el Che y estaban muy interesados, en 1963, en militar en el PURS (Partido Unido de la Revolución Socialista) que, dirigido por Castro, antecedió al Partido Comunista de Cuba.
Si el “humanismo cristiano” de carácter político es fuerte en Cuba y gana espacios lo sabremos por sus obras; no por sus alucinaciones. Que ellos luchen lo que hay que luchar y arriesguen lo que hay que arriesgar. Y lo primero es crecer en el municipio Cerro, el municipio de Payá en La Habana. Es la lección que todos aprendimos.
Otro gran tema en que tenemos contradicción con Gute es el de la concreción política de los grandes ideales. Es cierto, el comunismo real (llamado también socialismo real) fue proclamado en muchas sociedades y estados del mundo y no se ajustó siempre a las ideas que le dieron origen. Puede ser criticado, y lo ha sido, una y mil veces. El comunitarismo real, las ideas propuestas hace unos 80 años para esta época por el “humanismo cristiano” en occidente NUNCA han sido llevadas adelante, de manera global, por ningún estado, habiendo gobernado los social cristianos en muchos países y muchas ocasiones. No hay “sociedades comunitarias” después de casi un siglo de planteadas. Así, en ese fracaso histórico, es posible sentirse académicamente inmaculado y seguir proponiéndolo, al mismo tiempo que desarrollamos el capitalismo hasta en las empresas educativas.