Diciembre 26, 2024

Las rencillas en la casta de mercaderes

velasco_andres_

 velasco_andres_Desde la colonia Chile no ha sido nunca un país sino una hacienda, dominada por la casta de mercaderes – en ocasiones la he llamado “los fenicios de América Latina” -. El alfa y el omega de la política los constituyen los negocios, la rentabilidad y el lucro. Las palabras de Teodoro Ribera, en el sentido de que la política no puede captar su personal en la hospedería del Hogar de Cristo resume la forma en que la casta en el poder entiende la actividad política.

 

Sería muy torpe pensar que un Presidente, casi todo su gabinete ministerial, senadores y diputados, no tuvieran acciones en alguna compañía que se transa en la Bolsa, en una universidad – algunas de ellas propiedad de fondos de inversión – , en otros casos, gerentes de empresa y, antiguamente, militares y hasta sacristanes. Querer separar los negocios de la política equivaldría a destronar la casta en el poder y, en consecuencia supondría una verdadera revolución.


En el pasado, que lógicamente explica el presente, los Matte vendían tocuyo en el centro de Santiago, hoy se cuentan entre las familias más ricas del mundo. Carlos Larraín Peña, seguramente heredero de los “ochocientos” – vienen de la colonia -, es poseedor de una gran fortuna que recibe de su esposa – .Es un “caballero” de Chile que se adueñó del Partido Renovación Nacional, financiando campañas y, por consiguiente, administrándolo tal cual lo hacían los hacendados desde tiempos inmemoriales.


Una de las características de la casta de mercaderes y dueños de fundo es el afán de enfrascarse mutuamente en disputas, a veces más propias de gañanes que de caballeros. Carlos Larraín se cansó de apoyar al Sebastián Piñera que, cada día más se convierte en un verdadero ventrílocuo de los designios de la UDI.


Cualquier persona que siga la historia de la derecha chilena no tendrá mucha dificultad para comprobar que el individualismo nos lleva siempre a la división y el conflicto permanente – así actuó en el gobierno de los Alessandri y, en la actualidad, en el de Sebastián Piñera – lo cual prueba, en definitiva, que la derecha es capaz de dirigir empresas, lucrar en universidades siempre impunemente y administrar parcelas, pero no tiene idea de gestionar el Estado que, por lo demás, lo desprecian -.


Laurence Golborne pertenece a otro tipo humano de la morfología de la casta de mercachifles que hoy nos domina: pasó de vendedor en Maipú a empleado de CencoSud y, finalmente, a secretario de Estado al servicio de Piñera. Para engañar a los tontos, que los hay muchos por desgracia – no en vano estamos en la “tontilandia” de Genaro Prieto – la UDI lo presenta como un ejemplo de meritocracia por el solo hecho de haber pasado de Maipú a empleado de Paulmann y estudiado en el Instituto Nacional – no en el Verbo Divino – como la familia presidencial – de jactarse de agnóstico y no ser discípulo de Karadima.


Golborne, al poco andar, ha demostrado su crasa ignorancia política y su desconocimiento, rayano en lo virginal, de nuestra historia, de la cultura y de la literatura universal – importaría poco, pues su Excelencia hace gala de “las mismas virtudes” y lo más bien que triunfó en la elección presidencial -. La UDI creyó que bastaba con tener una persona popular en las encuestas de opinión para triunfar fácilmente. Desgraciadamente, para los dirigentes de este “partido popular” las frases vulgares y llenas de sentido común de las cuales hace gala el candidato, han terminado por desnudar su poco peso político, ubicándolo como un candidato chanta. En este sentido, el otro candidato de la derecha, Andrés Allamand, tenía razón al presentar ambos currículos vitae antitéticos.


Entre dos popularidades vacías de contenido, los mercaderes chilenos, según parece, van a preferir a Michelle Bachelet y no a Golborne. Al fin y al cabo, un Escalona o un Velasco dan más garantías de la perpetuación de la casta de mercaderes. Por lo demás, tendrían tranquilos, según ellos, a los comunistas que se han convertido en concertacionistas.


Rafael Luis Gumucio Rivas

18/12/2012

Agregar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *