Si algo le debo agradecer a la industria de los celulares, es que le hayan incorporado una cámara al mío. Este hecho, que me parecía absurdo en un principio, me ha permitido mirar las cosas desde la mirada del fotógrafo y buscar la imagen detrás de la palabra. Al mirar así mi ciudad he podido ver, como parte del paisaje urbano, el crecimiento de un tipo de arte bello y salvaje, la pintura callejera.
Digo arte porque no es solo graffiti (originalmente el raspado en Roma que se le hacía a las murallas para hacer una caricatura o mofa política) sino que es una obra de arte sobre la pared que lo sostiene, el arte que viene de la tradición de muralistas chilenos y latinoamericanos, desde el Mexicano David Alfaro Siqueiros y su creación “Muerte al Invasor” en Chillán que, en base a su consigna de socializar el arte , rechazando el individualismo y creando una pintura que sugiriera e impulsara la lucha (según nos cuenta Juan Bragassi en su ensayo sobre el muralismo en Chile) crean, junto a Diego Rivera, Javier Guerrero y José Clemente Orozco, un movimiento que buscaba crear obras de gran envergadura, un nuevo arte de dominio público, derivando naturalmente en el muralismo.
Es en el contexto del terremoto de Chillán, que el pueblo mexicano presta ayuda a Chile y llega David Alfaro Siqueiros a pintar este mural “Muerte al Invasor” que es realizado por un grupo de pintores, entre otros, Laureano Guevara y Camilo Mori, tal como ocurriría de esa fecha en adelante en cada mural de nuestro país.
Bella expresión de este compromiso, es el trabajo de la Brigada Ramona Parra (BRP) quienes primero con un afán de propaganda política y luego, como defensa y promoción de los valores del Gobierno de Salvador Allende, crean murales de grandes dimensiones, así como Matta elaboró un grandioso mural en la Municipalidad de La Granja, el que se encuentra actualmente preservado gracias a la remodelación de los recintos de la Municipalidad.
Es en la Dictadura cuando el mural surge para fomentar la lucha contra la opresión y la muerte. La BRP cruza los umbrales del miedo y se hace presente en las calles de la ciudad, dando un mensaje de valor y mostrando las ansias de justicia y libertad de los que nos sentíamos oprimidos. Junto a ella, numerosas Brigadas de muralistas hacen lo suyo y las paredes amanecen plenas de colores y mensajes. Mis recuerdos de esa época están unidos al asombro que me producía ver como surgían los murales con sus colores y contenidos políticos y sociales que se unían al deseo de libertad.
Hoy, hombres y mujeres, casi siempre de una juventud que asombra, se toman las paredes vacías de Santiago y las transforman con rostros que miran, con paisajes, incluso con animales insólitos para Chile y muestran su necesidad de crear y de regalar lo que en su mente creció como una pintura, a nosotros, los que abrimos los ojos en Santiago, Valparaíso, Copiapó, y vemos las paredes pintadas con las obras de arte de un mundo joven que quiere protagonismo y que quiere gritarnos al oído que no están cansados de vivir y que luchan por ser lo que son, en primer lugar, seres libres, fuera del sistema y en pugna constante con lo que el mundo adulto les ofrece, jóvenes artistas, en el lienzo o en la pared que usan cuando no pueden pagar el costo de hacer un cuadro, o cuando no quieren hacerlo pues están inmersos en el mismo discurso de David Alfaro Siqueiros en el 1915, ese que hablaba del arte para todos y que buscaba darle al mundo, al pueblo, la experiencia de lo bello y de lo comprometido, impulsando la lucha social, en las dimensiones del lienzo más grande, la pared. Es un deber de la Sociedad proteger estos murales, debe ser parte de la política cultural del país cuidar estas increíbles formas de expresión artísticas, expuestas a los cambios climáticos y al vandalismo pues, no todo el graffitti es arte, y a veces, este es usado para arruinar el esfuerzo y las horas de trabajo de estos jóvenes artistas, lo que podría evitarse teniendo una política pública que, tal como sucede en Argentina, descubra y proteja los murales que embellecen el entorno de Santiago y muestran la feroz creatividad de nuestra juventud.
Eleonor Concha.