Diciembre 26, 2024

La Haya: ¿quién la halla primero?

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haya_2Perú y Chile estuvieron unidos hasta 1450 (y más tarde, porque no todos se enteraron del triunfo de Pizarro) gobernados por los incas del gran imperio asentado al borde del Titicaca. Al norte estaba la sabiduría, al sur el heroísmo.

 

Unidos, al menos, hasta el río Bío Bío.


Las gobernaciones del virreinato del Perú nos dividieron y, cuando nuestros criollos, aquí y allá apoyados por San Martín, lograron la independencia de España, surgieron dos países. Uno, con capital en Lima, la ciudad del virreinato. El otro, con capital en Santiago del Nuevo Extremo, la capital de Pedro de Valdivia, al sur.


En la segunda mitad del siglo XIX el Perú era más rico y Chile, más fuerte, en sus necesidades. Enfrentados en guerra, a partir de la invasión chilena a Bolivia, la separación fue tajante. La burguesía chilena, apoyada por europeos ávidos de salitre y guano, triunfó sobre la burguesía peruana, aristocratizante y endeble.


Chile se extendió al norte, conquistando para sí Tarapacá e Iquique e incorporando por 50 años, desde 1879, Tacna y Arica.


En 1929, por acuerdo (tratado) entre los dos países, Tacna fue para Perú y Arica para Chile. ¿El límite? : la línea de la Concordia (la paz lograda por el acuerdo, por la concordia). ¿El mar? El mar de Tacna era para el Perú y el mar de Arica para Chile. Así se sintió y así se explotó de allí para adelante.


El Presidente de Chile era Carlos Ibáñez del Campo, militar.


Unos veinte años después, terminada la Segunda Guerra Mundial, ambos países decidieron ensanchar su mar hacia occidente, se apoyaron mutuamente y establecieron las 200 millas soberanas, separadas por el paralelo que surge desde el punto de la costa donde termina el límite terrestre.


En Chile gobernaba el Partido Radical.


Durante más de 20 años nadie meneó la cosa, salvo una tímida arremetida de la cancillería del aprista Alan García contra la aislada cancillería del dictador Pinochet, en los 80, que pronto pasó al olvido. Entre nosotros, preocupados de otras cosas, nadie dijo nada en ese entonces de esa escaramuza. Allá se había desatado la guerra interna entre Sendero Luminoso y el Estado peruano. Acá no supimos nada y si lo hubiéramos sabido, padecíamos de mudez, no existía ni libertad de prensa ni libertad de opinión ni partidos políticos ni Congreso. Habría que habérselo preguntado a Cubillos o Merino, pero estos no respondían preguntas de humanoides.


En los recientes años 1980 y 1990 Perú vivió la guerra civil más grande, dura y sangrienta de su historia. Ni la Guerra con Chile cobró tantas víctimas. Se habla de 40 mil muertos y de grandes atrocidades. Esa guerra civil peruana es sólo comparable a la de 1891 en Chile, ocho o nueve años después que el país había ganado la guerra con Perú y Bolivia.


En nuestra guerra civil triunfaron los partidarios de abrirse al capital extranjero.


La reciente guerra civil peruana enfrentó al nacionalista Perú profundo, inca y andino con el poco nacionalista Perú oficial, blanco y costeño. A la cabeza de los primeros, el camboyano Partido Comunista por el Sendero Luminoso de José Carlos Mariátegui dirigido por Abimael Guzmán, hoy en la cárcel. A la cabeza de los segundos, al final Fujimori, también hoy en la cárcel.


Fuerzas Armadas con excesos enfrentadas a guerrilleros fanáticos también con excesos. Gobierno corrupto.


Los triunfadores hegemónicos – el estado Peruano- temiendo cualquier otro alzamiento revolucionario y nacionalista del Perú profundo, levantaron desde entonces y desde allí las banderas nacionalistas y unitarias contra el Chile que los diezmó en la guerra de fines del siglo XIX y los tratados de principios del siglo XX. No los del mar en cuestión, los anteriores.


Fruto de esa reacción nacionalista (con visos chovinistas) es la demanda ante La Haya. Ella une a todos los sectores políticos, fue capitaneada por el hábil Alan García y es más fuerte en el fujimorismo civil y militar. Perú aspira a que se establezca un límite marítimo “ahora inexistente”. ¿Y el establecido cuando reivindicaron con Ecuador y Chile juntos las 200 millas? ¿Y el respetado hasta hoy? No se oye Padre.


Arica, “la estrellita del sur”, no podía ser recuperada; Bolivia reclamaba una salida al mar que Chile, de haber acuerdo, abriría al norte de Arica, por el sur del Perú. ¿Qué hacer? Se construyó una demanda comunicacional fundada en la debilidad del límite marítimo (pesquero o integral, no importa) y se arremetió ante tribunales internacionales.


La historia ha querido que sea bajo el gobierno más débil, por su relativo aislamiento y su frágil apoyo, que Chile comparezca ante el Tribunal de La Haya.


Chile sufre la debilidad de su gobierno, como lo sufre Colombia. Un gobierno es débil cuando no controla la totalidad de su territorio. También lo es cuando el Presidente cuenta sólo con el consistente respaldo de un tercio de sus ciudadanos y en el entorno exterior nadie comulga con su posición.


Ya veremos.


Lo que es claro es que habrá que pensar en otra cosa para terminar con el tira y afloja histórico y el rencor antichileno, (fundado en la derrota bélica, como otros rencores históricos), que anida desde hace 130 años en el alma peruana, particularmente la de la costa.


Las inversiones de la oligarquía chilena en Perú – en las que nuestro canciller ha jugado un rol distinguido- no son suficientes para aliviar el rencor. Es posible que, al contrario, lo aticen.


Es verdad que todo el asunto del límite marítimo debería interesar más a las pocas familias dueñas de nuestra pesca industrial que a nosotros. Pero, después de todo, esto tiene su importancia simbólica y el país que queremos cambiar limita al norte, desde 1881, con el Perú.

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