Nota de Mapocho Press: Lo que quedó de Somalía, tras la partición neo-colonial del cuerno de África en los años 1960, lleva más de dos décadas sumida en guerras civiles, carece de un gobierno central desde la fallida invasión de Clinton 1993-1994 con “propósitos humanitarios”, y está segregada por divisiones territoriales gobernadas por “barones de la guerra” o grupos armados de ideología basada en el Islam, mientras la empobrecida Etiopía también intenta sus propósitos anexionistas.
En este caos, las potencias occidentales –socias en la OTAN– y Egipto, como bajo el régimen colonial ya extrajeron sus riquezas del subsuelo, ahora se dedican en total impunidad al saqueo de sus recursos pesqueros, alimentos literalmente arrebatados por la fuerza a un pueblo hambriento, desarmado, no organizado como nación e incapaz de mantener un mínimo servicio de guardacostas para proteger su litoral, salvo la acción espontánea de algunos pescadores armados que cobran peajes o compensaciones, “los piratas somalíes” para la gran prensa de occidente.
Para completar el cuadro desolador de este “país inviable”, las potencias industrializadas occidentales convirtieron sus mares en un vertedero gratuito de basura nuclear, desechos tóxicos hospitalarios, residuos químicos y toda clase de desperdicios. Y en ese escenario, mostrado como espectáculo de barbarie por los grandes “medios civilizados”, los periodistas ahora trabajan armados porque mueren asesinados con demasiada frecuencia. Así lo describe esta nota de AFP. EC
BAIDOA, Somalia (En Somalia, la muerte planea sobre los periodistas, AFP).- Con una máquina fotográfica en una mano y con una pistola en la otra, Abdukadir Hasan Abdirahman es el único reportero somalí en actividad en Baidoa, que fue bastión de los insurgentes islamistas en Somalia, uno de los países más peligrosos del mundo para los periodistas.
“Ya sé que llevar al mismo tiempo un arma, una máquina fotográfica y una libreta no es muy deontológico”, reconoce, pero “o bien abandonaba la ciudad como mis colegas o iba a trabajar armado”, explicó el hombre, que trabaja para la cadena de televisión Universal, con sede en Londres.
Sin ir más lejos, esta semana, dos personas trabajando para medios de prensa murieron en Somalia, un periodista y un humorista que trabajaba en una radio, conocido por sus sátiras sobre los ‘shebabs’.
Desde comienzos de 2012, Somalia duplicó el récord de profesionales de los medios muertos en un año: el balance es al menos de 18 muertos, víctimas de asesinatos o de ataques con bombas o granadas.
Si bien los asesinatos son a menudo imputados a los ‘shebab’, también están relacionados a arreglos de cuentas entre las múltiples facciones y clanes que existen en Somalia.
Abdirahman, de 27 años, sabe que está amenazado, pero también está convencido de que los riesgos valen la pena para mantener una prensa libre en el país. “Aún cuando vaya armado, un día u otro los asesinos me matarán”, comenta con fatalismo.
Baidoa, ciudad a unos 250 kilómetros al noroeste de la capital Mogadiscio, fue reconquistada hace unos meses por un contingente etíope, pero los insurgentes islamistas ‘shebab’ continúan efectuando operaciones de guerrilla en la región.
En Mogadiscio, ciudad devastada como el resto del país por dos décadas de guerra civil y que renace poco a poco después que los ‘shebabs’ fueran expulsados en agosto de 2011, otros periodistas siguen trabajando a riesgo de sus vidas. “Cada vez que suena mi teléfono, tengo miedo de enterarme de que mataron a otro de mis amigos”, comenta el periodista de radio Hanad Ali.
(La AFP cita que “ni un solo asesinato de periodista ha dado lugar a una investigación seria y que permita condenar a los culpables”. No parece haber “autoridades” dispuestas a investigar bajo tan precarias condiciones acciones muchas veces cometidas por sus propias fuerzas).
Los ‘shebabs’, señalados como responsables, niegan cualquier participación en los crímenes, y uno de ellos, Alí Mohamed Hussein, acusa a las fuerzas gubernamentales que “matan gente por su teléfono u otro objeto de valor”.
Hace poco, Jamal Osman, periodista británico-somalí causó revuelo cuando afirmó en el diario británico The Guardian que los asesinatos también eran provocados por la corrupción que afecta a sectores de la prensa somalí con un sistema de prebendas a cambio de artículos complacientes.
“La mayoría de los periodistas muertos en Somalia han sido asesinados en actos de represalia”, vinculados a este sistema, escribió, provocando la indignación de sus colegas en el terreno.
Una nueva generación de periodistas ha ido remplazando a los asesinados, exiliados o que han dejado la profesión, todos muy motivados para trabajar por lo que les paguen pero a menudo sin experiencia.
Abdulahi Mohamed, ex periodista de radio, explicó que había dejado su profesión porque no quería “esperar detrás de un micrófono que llegara su hora”. Otros deciden seguir, pero haciéndose lo más discretos que sea posible.
“Muchos periodistas se quedan enclaustrados en sus radios; allí duermen y comen y ven muy poco a sus familias”, relató un ‘freelance’, Zakariye Alí. “Nunca se sabe cuando nos van a disparar”, apuntó.