Acaba de darse a conocer el curioso “Barómetro de la Felicidad”, que la Universidad Católica realiza por encargo de la empresa Coca-Cola. Una de las conclusiones que más me ha llamado la atención es que los chilenos tenemos una baja confianza en los vecinos, amigos y redes sociales.
Y me llama la atención, porque la confianza es uno de los elementos claves para crear un capital social que facilite, permita y acelere el desarrollo de nuestra sociedad. ¿Cómo podemos potenciar nuestros barrios y nuestras comunas, cómo podemos transformarlos en reductos felices, si no confiamos en nuestros vecinos?
Dice el estudio que buscó en el fútbol una respuesta positiva a la creación de confianzas. Sin embargo, pese a que se trata de un deporte de masas, popular, abierto y al alcance de las grandes mayorías, tampoco quienes los practican y se transforman en ídolos, han servido para generar tales confianzas. Es decir, que los deportistas tienen sus valores propios, pero no son transmitidos a los aficionados.
Hay un elemento clave en esto, basado justamente en la gran popularidad de los deportistas y de sus instituciones, que es el cúmulo de acusaciones que se hacen públicamente los protagonistas. No. No generan confianzas.
Las confianzas deben ser nuestra base de convivencia. Pero, claro, si desconfiamos de quienes nos gobiernan, de quienes se transforman en nuestros ídolos, de quienes nos enseñan en las escuelas y universidades, es que las sociedades no gozan de buena salud.
Necesitamos desarrollarnos, necesitamos crecer, porque nuestro futuro nos reclama cada día disponer de una mejor calidad de vida. En definitiva, debemos buscar con energía la felicidad, para lo cual necesitamos ir construyendo cotidianamente los peldaños de la confianza.
Si salimos a la calle y hablamos con nuestros vecinos, comprobaremos que son gente como nosotros, con sueños y aspiraciones similares, con problemas como los nuestros. Con experiencias que nos pueden servir para ir solucionándolos o para disfrutar mejor nuestros propios aciertos.
Compartir ilusiones, sonrisas, creando expectativas comunes. Almacenar solidaridades para entregarlas a quienes las necesitan. Servir al que más lo necesita, sin pensar en compromisos ni sentirse comprometidos. Y veremos que en las emociones comunes, en las soluciones comunes a los problemas que nos aquejan a todos por igual, encontraremos las vías que generan confianzas.
El hombro con hombro, el apoyo mutuo, el abrirse a los sueños para convertirlos en realidad, el respeto y tolerancia ante las diversidades, nos hará sentirnos mejor y disfrutar más de esta vida nuestra que es corta y por la cual debemos transitar con el sentido mayor de sociedad.
Los seres humanos tenemos el derecho ¡y la obligación! de ser felices. En consecuencia, abramos nuestras mentes a la siembra de las confianzas, porque cosecharemos felicidades a la vuelta de cualquier esquina de nuestra vida en común.
Miguel Angel San Martín
Diario Crónica Chillán
Viernes, 9 de noviembre de 2012.