Diciembre 26, 2024

Elecciones, movimiento social y “revolución democrática”

marcha_10

marcha_10Los diversos rostros de los movimientos sociales asoman tras los resultados de la elección  municipal. La de Eloísa González que llamó a “no prestar el voto” como rechazo a un sistema político de fuertes restricciones a la participación democrática, una opción que forma parte de de esa inmensa mayoría de ciudadanos, un 61%, que no participó en la elección municipal.

 

También afloran las de Giorgio Jackson y Camila Vallejo con las derrotas de alcaldes de derecha que se ensañaron  contra las movilizaciones estudiantiles, como es el caso de Santiago (Pablo Zalaquett), Providencia  (Cristian Labbé) y Ñuñoa (Pedro Sabat).


Pero también en la derrota del gobierno de derechas encabezado por Sebastián Piñera emergen las imágenes como las de Iván Fuentes (movimiento  de Aysén), Andrea Cisternas (movimiento de Freirina), José Mardones (movimiento de Calama), entre muchas otras de diferentes movimientos que han enfrentado las políticas económicas y medio ambientales.


Es la primera elección general tras la emergencia de movimientos sociales (2011-2012) que ponen en cuestión un modelo político (“democracia gobernable”) y económico (“crecimiento neoliberal”) excluyente de una participación y control ciudadana, y el rechazo a una clase política interesada más en mantener sus posiciones de poder que en conectar con una ciudadanía cada vez más exigente.


Los resultados son claros: la desafección ciudadana  se experimenta, en forma ininterrumpida desde hace más de 20 años, en la participación electoral: del 79,4% en 1992 al 57,4% en 2008. Ahora, en 2012, se profundiza con la participación de un 39% de los ciudadanos.


El voto voluntario ha quitado el último dique de contención (la obligatoriedad del voto) y deja en evidencia la carencia de representatividad democrática del sistema político. La elite política ha sido reacia a asumir este proceso de desafección que tiene múltiples motivos.


Un fenómeno que requiere de un estudio serio, aunque seguro no se debe a una causa. Entre otras se pueden plantear: la pasividad o indiferencia de personas satisfechas; la percepción de alternativas altamente indiferenciadas; el rechazo a sucesivas malas prácticas de los partidos políticos; el cansancio a la insensibilidad de alcaldes repetidos, parlamentarios o autoridades de gobierno ante malestares sociales, la convicción de que su voto no decide, sino ratifica lo decidido por los partidos, de acuerdo a un sistema electoral, etc.


¿Persistirán los partidos y las instituciones políticas en eludir responsabilidades de continuar debilitando la democracia representativa? Y ¿Continuarán siendo insensibles al sentimiento de parte importante de la sociedad de abrir un periodo constituyente que resuelva  las causas de los conflictos sociales y políticos  que no hacen más que acumular desafección a un sistema democrático de baja calidad?


El ex  Presidente Ricardo Lagos planteaba que  la derrota del gobierno se debía a “que no escucharon la voz profunda de la ciudadanía, de los movimientos sociales”. Y tiene razón, aunque estos movimientos tampoco le dieron una victoria global a la oposición, sin perjuicio que incidieran en triunfos emblemáticos, de candidaturas  con nuevas figuras y planteadas con amplitud como, entre otras,  la de Tohá en Santiago, Errázuriz en Providencia y Fernández en Ñuñoa.


En su conjunto ha triunfado una oposición muy fragmentada, en cuatro bloques, de centro-izquierda y de izquierdas, ha triunfado sumando el 57,02% (Concertación: 27,32%; Por un Chile Justo: 22,10%; El Cambio por Ti: 4,51% y Mas Humanos: 3,05%). La novedad es que la Concertación, como coalición y proyecto, ya no es la alternativa única a la derecha.


Cada vez se plantea con más insistencia y apoyo la necesidad de fundar una nueva alianza con unidad programática que señale un proyecto de  “revolución democrática” (concepto surgido desde el movimiento social) que cambie principios y normas constitucionales ideadas para consolidar un Estado como instrumento para garantizar una sociedad de mercado.


Para ese tipo de cambio, no se puede esperar una colaboración de la derecha, como ha quedado demostrado en los intentos de reformas del sistema electoral, pero sí se puede esperar de la  construcción de una nueva alternativa política democrática sensible a conocer, interpretar e incluir inquietudes, ideas y dinámicas que se encuentran entre parte importante de los 8 millones de ciudadanos que no fueron a votar en las últimas elecciones municipales.


Pablo Portales

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