Pierre Dubois fue un verdadero héroe de la lucha en contra de la dictadura de Pinochet, aferrado a su fe arriesgó su vida para defender al pueblo que en los años 80 era atropellado y atemorizado por el terrorismo de estado. Desde una de las poblaciones más emblemáticas de la lucha antidictatorial, como su párroco, desplegó todo su potencial de amistad, lealtad y generosidad, no solo para defender a la gente sino que para instarlos a organizarse y a no dejarse atropellar.
Este es es el contexto en el cual este noble sacerdote levantó su voz, como uno de los miles de artífices anónimos de la construcción social que permitió reconquistar la democracia en 1989. Este camino lo recorrió junto a otros sacerdotes, ente ellos Joan Alsina, ( sacerdote Español, torturado y asesinado a sangre fría en Santiago el 19 de Septiembre de 1973), el sacerdote Miguel Woodward, (torturado hasta morir en el buque escuela Esmeralda en Valparaíso el 18 de septiembre de 1973) André Jarlan, (asesinado el 4 de septiembre de 1984) y Rafael Maroto.
Por ello y en su memoria es importante recordar que la dictadura de Pinochet no dejó el poder porque quiso hacerlo, la conquista de la democracia se inició con el aporte de estas personas valientes, con las protestas en las calles, con los paros y por la lucha que dimos en todos los terrenos, lo que en su conjunto demostró que el dictador no era invencible. A esto se sumó también el fenomenal despliegue del exilio chileno el que logro aislar al dictador y a su gobierno en el mundo.
En nuestra lucha y desde distintas posiciones, compartimos con este cura amigo ideas y aspiraciones que aun son vigentes, el anhelo del hombre de liberarse de la injusticia y la opresión. Todos quienes estuvieron cerca de él podrán dar testimonio que su paso por la vida terrenal, se expresó en una lucha permanente en contra de la sociedad descreída, arrogante y abusiva que nos impusieron Pinochet y sus asesores por medio de la violencia.
La Iglesia de Pierre Dubois, de Garland, de Maroto, no es la que hoy está desacreditada por abusos de poder o por su lejanía del pueblo, rechazaron esa curia que reposa eternamente en la cómoda cama del mero proselitismo. Para ellos su pensamiento fue afín a la iglesia de los obispos latinoamericanos que en 1967, liderados por Hélder Camara Obispo de Recife, firmaron un documento conocido como el Manifiesto de los 18 Obispos del Tercer Mundo, que se presentó como una aplicación del Concilio Vaticano II y la encíclica Populorum Progressio. El objetivo de este movimiento era la liberación de los pobres a través de la revolución social.
Para las nuevas generaciones de jóvenes y luchadores sociales, la historia de estos hombres vinculados a los sueños de libertad de sus pueblos puede sonar ajena o al menos desconocida, corresponde al momento de radicalización en la iglesia católica que comienza a evidenciarse durante la segunda mitad de la década del sesenta, cuando los “curas obreros” asumieron una opción de compromiso con los pobres a través de una convivencia cotidiana en las industrias y en las poblaciones. En esos años sacerdotes y religiosas fueron a vivir a las poblaciones, insertándose en el mundo obrero, con el objetivo de distanciarse de la sociedad poderosa y burguesa a la que estaba vinculada la jerarquía eclesiástica.
Para Pierre Dubois la iglesia por la cual vivió, fue una Iglesia que se construía desde abajo y junto al pueblo, como en el Evangelio, viviendo y compartiendo no solo su pobreza, sino también sus luchas, por lo tanto, rechazaban el tradicional vínculo eclesial con los poderosos y la conciliación social construida por las cúpulas. Más aún, se atrevieron a denunciar la violencia que provocan los ricos y los poderosos, la explotación, e incluso el engaño de una falsa democracia manejada por unos pocos.
Su visión de la vida lo llevo mas allá de la simple prédica, es cierto que fue un gran defensor de los derechos humanos, diariamente atropellados en esos años, pero también se encontró con una fuerza social que en plena dictadura tomó la iniciativa y que con valentía, creó un gran movimiento democrático ciudadano, amplio e integrador, cuyo objetivo, en ese entonces, fue derrocar al tirano para construir un país justo, mas humano, en el cual los chilenos pudiéramos recuperar nuestras libertades sociales, económicas y políticas.
En esos momentos surgió la idea y la exigencia popular de elegir una Asamblea Constituyente, para construir un sistema político nuevo, democrático pero en ningún caso remendar el que había diseñado la dictadura. Un objetivo que actores políticos interesados tergiversaron y sacaron de la mesa de negociaciones políticas para la transición. Un objetivo que hoy recobra su validez y debiera atraer todas las demandas ciudadanas, a todo el abanico de organizaciones sociales y políticas del pueblo, articulando las luchas sociales dispersas.
Digo todo esto porque recordar a los que lucharon para derrocar a Pinochet no puede transformarse en un acto formal de leer discursos, a veces hipócritas, que pone en primera fila a quienes se opusieron en vida a los héroes evocados. La manera justa de recordarlos es hacer presente sus ideas, para que su huella permita que nuevos liderazgos, nobles y sencillos, hagan converger las luchas y demandas sociales en un movimiento social permanente y democratizador capaz de sacudir el sistema y sus injusticias.
Seria un acto de inconsecuencia eludir la historia y esconder lo que pensaron y pensamos todos quienes luchamos en contra del terrorismo de estado, los objetivos que nos movilizaron a pelear, desafiando como es el caso de Dubois, a su propia jerarquía eclesiástica. Cuando salíamos a protestar a las calles retando el terrorismo de estado, ejercíamos el soberano derecho a rebelarnos ante la injusticia y el abuso.
Es un deber el recordar a estos hombres y mujeres, que arriesgaron todo por un bien superior, lo que permite levantar los pilares de un legado histórico que no se debe olvidar, lo cual significa no permitir que enajenen a los ciudadanos, al pueblo, a su potencial soberano. Que es al final de cuentas el que determina las instituciones que garantizan una vida justa y libre, según los principios de igualdad, dignidad y solidaridad.
No puedo asegurar que Pierre Dubois fuera un seguidor de la teología de la liberación, pero su actitud frente a la vida y su practica social, si lo hacen parte de esta visión justa de la vida desde la iglesia. Una postura moral que es la mas importante asumida por un sector de la iglesia en el siglo pasado, concebida en Latinoamérica a raíz de las injusticias y continuos atropellos a los derechos humanos por parte de los regímenes dictatoriales imperantes en la segunda mitad del siglo XX.
Asumir esta posición frente a la dictadura en los años 80 significó para Pierre Dubois que la derecha que hoy gobierna el país, le declarara como una figura “conflictiva”. En septiembre de 1986, y horas después del atentado contra Augusto Pinochet, fue detenido junto a dos misioneros franciscanos para ser expulsado del país.
De acuerdo a los documentos oficiales de la época, Alberto Cardemil (en ese entonces subsecretario del Interior, ) envió a Cancillería las fichas de los sacerdotes franceses Pierre Dubois, Jaime Lancelot y Daniel Caruette, para su expulsión de Chile. En los archivos de la Vicaria de la Solidaridad está registrado el trato que recibió al momento de ser expulsado del país, fue agredido a culatazos por carabineros y agentes de la policía secreta cuando allanaron su casa.
Según los voceros del gobierno militar en ese entonces, el actual diputado Alberto Cardemil y el ex ministro Javier Cuadra, “los religiosos estaban participando de una manifestación en La Victoria, que portaban panfletos y que incluso habían agredido a la policía, especialmente en el caso de uno de ellos, concretamente el sacerdote Pierre Dubois, ya hacía mucho tiempo que veníamos planteando a la autoridad eclesiástica la conveniencia de que este punto fuera resuelto de buena manera de parte de ellos”.
Después de su regreso a Chile en 1996, los diputados Rodolfo Seguel, Gabriel Ascencio, Andrés Palma, Sergio Aguiló, Sergio Ojeda, Jaime Naranjo, Roberto León, Andrés Aylwin y Erick Villegas presentaron un proyecto de ley que le concedía a Pierre Dubois, por especial gracia, la nacionalidad chilena. Dicho proyecto fue aprobado por la Cámara de Diputados el 31 de agosto del año 2000, pasando al Senado para su revisión.
Sometido a votación, el proyecto de ley fue rechazado en una primera oportunidad, aduciéndose, en aquella ocasión, que el sacerdote era «una figura conflictiva y no unitaria». Lideró la negativa para aprobar la nacionalidad de Pierre Dubois, Sergio Fernández, ex ministro de la dictadura, apoyado por el actual senador UDI Jovino Novoa, ex subsecretario general de Gobierno; el embajador en España, Sergio Romero (RN), ex subsecretario de Agricultura de Pinochet; Sergio Diez, (RN), ex embajador ante la ONU, dos actuales ministros de Sebastián Piñera: el vocero Andrés Chadwick y la ministra del Trabajo, Evelyn Matthei, ambos de la UDI.
Posteriormente, el 23 de enero de 2001 y a pesar de esta oposición, fue aprobado por el Congreso la nacionalidad Chilena para Pierre Dubois, mediante la ley N° 19.717, publicada en el Diario Oficial el 14 de febrero de ese año.
Asi fue entonces que a pesar de la insistencia de los herederos de Pinochet Pierre Dubois murió en el país y en el lugar donde el eligió vivir, en la población la Victoria. Desde allí seguirá irradiando su ejemplo y sus ideas, que no perecerán sino que se multiplicaran en cada joven que retome su camino de lucha y de dignidad por la justicia social.
En uno de los lienzos que acompañaron el féretro del cura amigo se leía : Pierre Dubois “viniste a remover conciencias…”, ese es uno de sus legados inmortales.
Enrique Villanueva M
Vicepresidente
Centro de Estudios Exonerados Fuerza Aérea
CEEFA.73