Un ex alto funcionario del gobierno de la señora Bachelet ha señalado que no advierte un cambio radical en su visión de país. No habría una “izquierdización” ni considera indispensable una refundación de la república.
Es decir, la demanda por una “Asamblea Constituyente” es tan solo un “sueño onírico” de algunos. En la misma línea, el senador Camilo Escalona ha dejado muy clara su oposición frente a tales reclamos de cambios profundos a la institucionalidad vigente.
Como se sabe, la actividad onírica es tema importante para poetas románticos y surrealistas, pero también constituye una cuestión central en los escritos de Sigmund Freud y en toda la corriente psicoanalítica. En el ámbito de los estudios sociales, los “sueños oníricos” se nos presentan bajo la forma de lo que se llama “imaginario histórico social”, aquello que condensa una cierta mentalidad y un sentir colectivos en una época determinada. Es este “imaginario”, este sentir profundo, el que se expresa mediante marchas, protestas y demandas.
La interrogante que se plantea, entonces, no es si la señora Michelle Bachelet ha modificado sustancialmente sus puntos de vista sobre la sociedad chilena, sino más bien si nuestra sociedad ha modificado su propio “imaginario” durante estos últimos años. Los hechos están indicando, en efecto, “mutaciones significativas” en su comportamiento, basta observar la irrupción de los movimientos sociales en el escenario nacional y un sentimiento de malestar generalizado frente a la política y los políticos.
Si nuestro diagnóstico está en lo correcto, las soluciones y diseños de antaño ya no satisfacen a las mayorías. Esto nos lleva a considerar que la institucionalidad política creada bajo el amparo de una constitución heredada de la dictadura militar se ha tornado obsoleta y, en el límite, ilegítima. En este sentido, la cuestión de un cambio constitucional no se resuelve por decreto ni por la opinión autorizada de alguna figura, se trataría más bien de procesos históricos y sociales. Esto se traduce, en concreto, en una demanda mayoritaria por cambios profundos en nuestra sociedad que no son siquiera concebibles en el actual espacio judicativo. El actual orden bipartito de la política chilena pudo sostenerse por veinte años, pero la historia avanza y los “sueños oníricos” parecen exigir, en este siglo que despunta, un replanteamiento de fondo del país que anhelamos.
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*Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados. ELAP. Universidad ARCIS