Caracas.- A un mes de que se realicen los comicios presidenciales, de lleno ya en el último tercio de la campaña, Venezuela vive una guerra de encuestas. La gran mayoría de ellas, incluyendo Datanálisis, cercana a la oposición, dan al mandatario Hugo Chávez una ventaja de entre 15 y 20 puntos de diferencia sobre Henrique Capriles, el candidato opositor. Sólo un par de ellas, cercanas a la Mesa de Unidad Democrática, hablan de un casi empate técnico entre ambos candidatos.
En programas de televisión, radio y prensa escrita se debate intensamente el significado y alcance de los sondeos de opinión. Los partidarios de Chávez dicen que su ventaja es irreversible. El mandatario afirma que no hay duda sobre quién ganará, y que la única discusión posible es sobre la brecha con la que triunfará.
Los simpatizantes de Capriles lo niegan y explican que existe una combinación de voto oculto en su favor e indecisos que será definitivo el 7 de octubre, día de los comicios. Analistas como Teodoro Petkoff, una de las voces más escuchadas de la oposición en otros países, advierte que en el chavismo caras y comportamientos son de perdedores. Comenzando por la de su propio candidato.
Sin embargo, las empresas encuestadoras más serias desestiman la importancia del voto oculto y de los indecisos. En una sociedad tan confrontada y en una contienda electoral tan polarizada –afirman– no hay margen para ello. Según Germán Campos, de la firma 30.11 Consultores, no hay registros ni evidencias de que en los últimos procesos electorales haya habido miedo de declarar la intención de voto.
“No durará ni un round”
Aunque llama a no confiarse, el mandatario no duda de su triunfo. Más aún, asegura, será por nocaut. “Vayan buscando una camilla, señores de la esquina azul –advirtió–, porque al candidato burgués lo sacarán en camilla del ring. No durará ni un round”, aseguró en su última conferencia de prensa.
Las encuestas ofrecen el retrato de un país partido irremediablemente en dos bloques, uno significativamente más grande que el otro. Henrique Carriles, la figura principal de la oposición, ocupa en la escena política un papel secundario, porque esos bloques se encuentran articulados no en torno a una sola figura política: en favor de Chávez o en su contra. En la campaña se baila al ritmo que el mandatario toca.
El último sondeo dado a conocer el 6 de septiembre, elaborado por Hinterfaces, ubica la intención de voto en favor del mandatario en 50 por ciento, y la de Capriles en 32 por ciento. Según Óscar Schmel, director de la encuestadora, dos de cada tres venezolanos tienen una calificación positiva de la gestión del presidente, y el resto juzga que es mala o muy mala. “Chávez –explica– se ha convertido en un reivindicador […]. Su liderazgo no es sólo político, sino socioafectivo. Es un liderazgo carismático”.
Los resultados proporcionados por las encuestadoras son bastante fiables. Venezuela es un país con una larga tradición en estudios de opinión, tanto académicos como empresariales. Desde la década de 1970 se realizan allí regularmente sondeos y análisis serios de la cultura política.
La intención de voto en favor de Chávez pareció peligrar a raíz de la trágica explosión en el Centro de Refinación de Paraguaná hace 14 días, en el que murieron 42 personas y siete están desaparecidas. Las encuestadoras habían indicado que la única manera en que se podía cambiar esta tendencia era que antes de 45 días se produjeran eventos dramáticos que modificaran la intención de voto de los ciudadanos. Y ese hecho se produjo pero no provocó un vuelco en la intención del sufragio.
Medios opositores buscaron lucrar políticamente con la catástrofe. La revista Z no tuvo empacho en anunciar el fin de la revolución. Desde la televisión y la radio privadas se exigió la destitución del presidente de Pdvsa (la compañía petrolera del Estado venezolano) y ministro de Energía, Rafael Ramírez, y, ya encarrerados, incluso del presidente Chávez, acusando que hubo negligencia oficial. Y, conforme pasan los días, no quitan el dedo del renglón. El influyente periódico El Universal tituló su editorial de este viernes: ¿Duerme usted, Ramírez? y, asegura, que al ministro se le ha puesto la lengua tiesa y la mente calenturienta porque los cadáveres no lo dejan dormir.
Pero los últimos sondeos muestran que, a raíz de la catástrofe, la brecha entre los candidatos se redujo apenas entre uno y 2 por ciento. Y es que, la maniobra de la oposición fue tan abusiva y abiertamente politiquera que terminó ofendiendo a un importante sector de la población. Además, el manejo gubernamental de la crisis fue profesional y humano. Una hora y media después de iniciado el accidente el ministro Ramírez estaba en la zona de desastre. El presidente Chávez permaneció en el lugar de los hechos enfrentando la situación durante dos días.
No es la primera vez que en esta contienda a la oposición le sale el tiro por la culata. Capriles, imposibilitado de presentarse como un político de derecha, necesitado de aparecer como un hombre progresista, quiso asociar su candidatura a Luiz Inazio Lula da Silva, para diferenciarse de Chávez, a quien califica de izquierda retrógrada. Desafortunadamente para él, en el marco del Foro de Sao Pablo, el ex mandatario brasileño se llevó la escalera y lo dejó colgado de la brocha, al apoyar de inmediato y con decisión al presidente venezolano.
En sentido contrario, las descargas de fusilería de Chávez han dado con frecuencia en el blanco. Sin mencionar a Capriles por su nombre, el presidente insistió en que “el candidato sacabolas (engatusador), oculta sus orígenes empresariales, sus aliados y sus verdaderos propósitos: el regreso a Venezuela del capitalismo salvaje. El candidato burgués –aseguró– tiene una agenda oculta: un paquetazo de reformas neoliberales, más drástico aún que el que propició el levantamiento popular de febrero de 1989, conocido como Caracazo.
Reforzando su acusación, han roto con la oposición dos políticos relevantes, que han denunciado la existencia de una agenda oculta para instrumentar, en caso de triunfar en los comicios, drásticas reformas de ajuste económico. Uno de ellos, William Ojeda, diputado a la Asamblea Nacional del partido opositor Nuevo Tiempo, dijo: Los demócratas de Venezuela no aceptamos agendas ocultas, ni trasnochos economicistas, ni obsesiones neoliberales. De inmediato, su partido lo suspendió, entre gritos de ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Fuera!, y lo acusó de negociar, a cambio de su declaración, la alcaldía del municipio Sucre.
Capriles respondió desde el estado Sucre acusando una campaña sucia en su contra para descreditarlo ante los electores porque “no pueden con el Flaco”. “¿Saben qué pasa? –dijo–, que a este gobierno le encanta darle pantalla a un bate quebrado.”
El candidato de la oposición es un fraude. Es absolutamente falso, reviró el día de hoy Chávez, ante miles de cuadros de su aparato electoral. “Lo que está en marcha por la burguesía, de su candidato –señaló– es una agresión a la ética, a la moral, a la inteligencia.”
En el envión final de la campaña, la oposición ha dejado de hablar sobre encuestas. Ante el alud de sondeos que no la favorecen, ha optado por guardar silencio sobre el asunto y concentrarse en seguir adelante con el guión que se había trazado. Chávez, en cambio, insiste en que esos resultados son ya irreversibles, aunque llama a sus seguidores a no confiarse.