La izquierda tradicional antigua insiste en su falso discurso que el único enemigo de este tiempo es la derecha. Todos sus acólitos afirman que cualquier cosa que no sea la derecha es mejor….ese es mal predicamento, pésima visión del momento político que vive el país.
Dirán algunos que criticar a la izquierda en estos tiempos favorece a la derecha, eso es infantilismo puro gritan a los cuatro vientos, izquierdistas de café vociferan los otros parecidos. Sabemos que aquello es un recurso muy antiguo utilizado por el reformismo, que solo sirve para dar respuestas a su instalación entre los sectores retrógrados de la política chilena.
Durante cuatro elecciones presidenciales la izquierda tradicional antigua principalmente, y como siempre un poco antes de la segunda vuelta electoral, salía a pedir el voto por/para el mal menor. Pedía llamar/votar por el candidato de la concertación, no quedan dudas que en las próximas elecciones lo hará nuevamente, pero esta vez desde el corazón mismo del mismo bloque opositor. El marcado interés por ser parte del bloque concertacionista viene desde sus primeros pasos por estar junto a la alianza democrática…. allá por los años ochenta.
Extraño resulta que por estos tiempos las puertas de la socialdemocracia estén haciendo el espacio para ubicarlos en una quinta silla, cuando queda en evidencia una vez más que los concertacionistas no han cambiado ni su forma de pensar, ni de actuar, ni de vestirse….el modelo se mantiene. Posiblemente la concertación esté buscando los interlocutores para el siguiente periodo, o por decirlo de otra manera, los que irán a negociar con las demandas de la calle. No hay dudas que ser la quinta silla y en un nuevo gobierno socialdemócrata, significa como mínimo un Ministerio y algunos otros asuntillos imposible de rechazar, todo sea por el partido-
Públicas y conocidas son las declaraciones de todos sus dirigentes PS/PPD/PDC/PRDS manifestando que por ningún motivo una mirada hacia la izquierda será posible, que no está en sus proyectos. No es extraño que el presidente del senado y militante socialista, considere más relevante sostener extensos y reiterados encuentros con la cúpula empresarial del país, abandonando a los actores del movimiento popular. Manifestar que Chile no necesita una Asamblea Constituyente, es francamente un argumento de una miopía extrema; son estos los detalles que hace a la nueva izquierda, los rebeldes e indignados recorran su camino propio, con su programa, con el sector del movimiento popular que trabaja para romper las cadenas del modelo pinochetista.
Durante decenios la izquierda tradicional antigua levantaba un candidato que decía representar los justos anhelos de la clase obrera y del movimiento popular. Entonces llamaban a votar por un sacerdote, o por un economista, o por una profesora, o por un pequeño empresario fotográfico y también por Jorge Arrate, de todo aquello poco quedó entre los miles de chilenos que creyeron que era posible hacer renacer algo que perdurara en el tiempo, algún referente que se diera la tarea de ir sumando periodo tras periodo, voluntades hasta convertirlas en…. más del millón histórico de votos.
Sabemos que Chile no es lo mismo institucionalmente al de hace cuarenta años, pero también es verdad que es el mismo país con sus estructuras excluyentes, con los mismos sectores pobres, con las mismas zonas de marginalidad. También con las mismas zonas de riqueza, con las misma familias poderosas. Sucede que la concertación es un bloque donde la socialdemocracia y la derecha son quienes colocan las condiciones y las reglas del juego.
Al interior de aquel conglomerado no están los asuntos más urgentes como la democratización del país, dar respuestas a las demandas de millones de chilenos, dar pasos hacia una nueva nacionalización de la riquezas básicas, el cobre, el litio y el agua. No está en sus planes hacer una verdadera reforma tributaria o sentar las bases de un modelo educativo y de salud pública que mire a un país para los próximos cincuenta años. Durante dos decenios seguimos siendo testigos de pasos cortos, de miradas a corto plazo, que en el fondo son mensajes para que los grandes grupos económicos hagan de Chile sus deseos a sus regalados intereses.
Pero también Chile va cambiando en sus calles. La irrupción de toda una generación que propone y se resiste a mantener el modelo hace temblar la institucionalidad heredada de la dictadura. Chile está frente a millones que se niegan a convivir con un modelo que les hipoteca sus condiciones de vida y de futuro. Se sabe que cuando una generación sale a la calle armada de pasión y con certeza, ganará, vencerá inevitablemente. Los de la calle por estos tiempos saben que tienen a dos enemigos al frente, los herederos del modelo dictatorial y el reformismo.
Le duele, le duele al modelo/políticos/empresarios que se ponga fin al lucro. Le duele a los banqueros que no puedan seguir haciendo beneficios con lo que consideran un bien de consumo, y que lo han colocado a la altura de una sopaipilla.
Los pasos con los que avanza la nueva izquierda e indignados están haciendo caer los pilares de una institucionalidad que siempre ha sido servil para los intereses de los grupos económicos fundamentales, los que dictan qué hacer a toda la clase política chilena. Nunca se había mostrado de forma tan evidente la intromisión de la banca, el empresariado, las empresas, las transnacionales en lo que hay que hacer y qué leyes dictar.
Entonces se va perfilando en el tiempo dos alternativas: la de construir un referente que sume toda las verdaderas voluntades de cambio, que tiene su expresión en los nuevos actores, y la del continuismo con la evidencia ya de haber gobernado durante veinte años para que nada cambie, incluido su nuevo invitado. La vuelta de los mismos en nada cambiará en un país con foto de color antiguo
La falta de credibilidad que la nueva generación le pone a todo, es un merito que se lo han construido ellos mismos. No se trata ahora de sostener que la nueva izquierda es la suma de todos los inconformismos. La nueva generación, es el nuevo pensamiento constructivo y está fuertemente dotado de la negación para seguir viviendo en un país desequilibrado y excluyente. Cada día que pasa se pone en la mesa la indispensable necesidad de iniciar de una vez por todas, una consistente transición hacia la democracia. No puede un país seguir soportando la existencia de los pilares construidos desde la dictadura.
Lo que hay que potenciar es el aporte de la nueva generación, ellos son el futuro. Los nuevos saben lo que hay que recoger de la historia para seguir trabajando para hacer un país democrático.
El movimiento popular aún no aparece, así que no hay que lanzar campanas…. al aire.