Aparecen en las manifestaciones estudiantiles que vuelven a llenar las calles y ocupar las escuelas de Santiago, y en los hospitales y estaciones de policía donde cae la lluvia radioactiva después: Tropas pequeñas de observadores con cascos azules o blancos, armados con cuadernos, cámaras, grabadoras y máscaras de gas.
Así comienza el artículo de The New York Times donde se describe en profundidad el trabajo desarrollado por los observadores de derechos Humanos en las protestas en Chile, consignó la radio Cooperativa.
El periódico señala que los observadores están para monitorear y grabar lo que sucede cuando los policías reprimen las protestas y también para ayudar a quienes se encuentran heridos. Durante este mes, consigan, están más ocupados que nunca.
“Tenemos que registrar la evidencia de lo que estamos viendo”, dijo Marta Cisterna, de 45 años, vocera de uno los grupos observadores a The New York Times. “Nadie más está monitoreando las acciones policiales”.
“Estamos hablando de tortura: ellos acusaron que les metieron sus cabezas a la fuerza en tazas del baño, apuntaron con armas contra sus cabezas, que fueron golpeados hasta quedar inconscientes y que un oficial de policía se bajó los pantalones para mostrar sus genitales. Estos estudiantes fueron secuestrados en la práctica, detenidos en un autobús de la policía durante un máximo de ocho horas”, relata Cisterna.
“Algunos estudiantes han sufrido lesiones en la cabeza, narices rotas, convulsiones y problemas respiratorios, y otros han sido pisoteados por los agentes de policía a caballo. Según señalan los observadores, cada vez hay más detenidos que denuncian actos de humillación sexual por parte de la policía”, se describe en el texto.