Esta nota trata de cómo clasificar los diversos tipos de encapuchados y no morir en el intento, Trataremos de dar respuesta a todo lo que usted, estimado lector, quiso saber sobre los encapuchados, y nunca se atrevió a preguntar.
Comencemos, entonces, por identificar el origen y la época de este término tan en boga en los actuales tiempos de la mentada Copia Feliz.
De acuerdo al Diccionario etimológico de la lengua castellana: “Capucho, 1514 (y hay un ejemplo aragonés de 1403, pero es raro hasta el siglo XVII). Tom. del it. Cappuccio íd., deriv. De cappa ‘capa’, que en latín designaba un capucho o una capa provista de capucho; italianismo propagado progresivamente por las órdenes franciscana, capuchina y otras fundadas en Italia, que reemplazó al antiguo capuz, med. S. XIV, del mismo origen. Deriv. Capucha, med. S. XVII. Capuchino, 1601, del it. cappuccino, 1526; capuchina. Capuchón, S. XIX. Encapuchar. (*)
Como vemos, los primeros encapuchados fueron los monjes de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, iniciada en 1528 por una reforma de los Franciscanos de la Observancia y pertenecen a la Primera Orden de San Francisco. Usan un hábito marrón con una cuerda (como los franciscanos observantes), pero la diferencia principal con los otros grupos, es que llevan una capucha unida a la túnica de acuerdo a la forma del hábito que usaba San Francisco. (Wikipedia)
En 1697, Charles Perrault recopila en un mismo volumen, varios cuentos de la tradición oral, entre los que se destaca, (por lo menos para esta nota), el cuento de la Caperucita Roja. Aunque la “caperuza” es diferente a una capucha propiamente tal, según las descripciones, y las ilustraciones que varios pintores han realizado a través del tiempo, la muestran vistiendo una capa con capucha de color rojo.
Posteriormente, en 1812, los Hermanos Grimm presentan una nueva versión, que es la que se conoce hasta hoy.
Si bien entre los hermanos capuchinos y la primera recopilación del cuento de Caperucita Roja, tuvieron que pasar 169 años, y otros 115 años para la segunda versión, tuvieron que pasar otros 198 años (hasta 2010) desde esta última, para que la capucha se volviera a poner de moda. Y ¿qué otro lugar sería más apropiado que la Copia Feliz?
Veamos entonces, quienes son los encapuchados que habitan y hacen de las suyas por estos pagos. Los más conocidos y más publicitados por los medios de comunicación del duopolio político, son los encapuchados que, aprovechándose de las marchas de los estudiantes, producen desórdenes en las calles, rompen vitrinas, queman buses y destrozan lo que encuentran a su paso. A pesar de ser tan famosos, todavía no han podido ser identificados, ni siquiera por estos mismos medios que, al apreciar como mienten, tergiversan, omiten, etcétera, se convierten ellos mismos en verdaderos encapuchados.
Otro tipo de encapuchados se pueden encontrar, cada día con mayor asiduidad en las regiones del sur de la Copia Feliz: se trata de los testigos sin rostro o “testigos protegidos”, mismos que ya ni siquiera los jueces de Primera Instancia están dispuestos a tomar muy en cuenta. Es lógico, si son más falsos y perversos que el lobo feroz del cuento de la Caperucita Roja. Incluso un diputado mexicano se refirió a ellos (mientras se discutía una ley que les otorgaba más protección), como unos “delincuentes, drogadictos y narcotraficantes”.
Otro tipo de encapuchados, son algunos miembros del SAG (Servicio Agrícola y Ganadero), que si no es por la tenacidad de los ecologistas, todavía estarían ocultando la ubicación de los terrenos donde sus encapuchados propietarios producen semillas transgénicas. Pero no sólo eso, hasta los productos transgénicos que se venden en los supermercados, han aprendido que es bueno eso de encapucharse, pues se niegan a dar la cara y ser etiquetados como tales.
Bueno y qué decir de los encapuchados apitutados (políticos y empresarios) que le roban el agua a los pequeños agricultores del norte, especialmente en Salamanca, y con la complacencia de gobernadores e intendentes.
Suma y sigue: ¿no son acaso encapuchados los estafadores de cuello y corbata de La Polar y los dueños de las farmacias coludidas con el ánimo cierto de perjudicar a los ciudadanos que se ven en la obligación de tener que comprar medicinas?, ¿y los propietarios de los pollos también coludidos?
Y sigamos: ¿son o no son encapuchados los dueños de las universidades que se esconden detrás de ellas para lucrar a manos llenas y en forma ilícita, transgrediendo las leyes que ellos mismos se han dado en promulgar?
¿Y los curas pederastas, que aprovechando su ejercicio sacerdotal y la quietud de los claustros, cometen abusos contra menores indefensos?
Ahora bien, tenemos que reconocer que hay encapuchados de marca mayor: los líderes de la Concertación de Partidos por la Democracia, que mientras pedían el voto para el plebiscito de 1988, prometiendo que la “alegría ya venía”, se encontraban en libre plática para acordar los lineamientos y programa -una verdadera hoja de ruta- de la “transición”, con la derecha, con los militares y, especialmente, con el Departamento de Estado norteamericano. (Entre paréntesis: uno de los principales líderes, tal vez el que ha hecho más daño a la Copia Feliz y sus habitantes, ahora se muestra preocupado por su “prestigio político”, ¿prestigio político?
No debemos olvidar a los civiles que colaboraron con la dictadura cívico-militar y que ahora gozan de impunidad y, además, ocupan puestos de importancia tanto en el gobierno, como en el edificio binominal.
Y a propósito del edificio binominal que se encuentra en el puerto principal, ¿se ha fijado usted, amable lector, que el techo de la placa donde se realiza el trabajo de comisiones y las sesiones de sala, es una gran capucha que permite que se cometan bajo su alero los más atroces actos de labor parlamentaria, legislando y aprobando leyes que sólo favorecen sus propios intereses y la de los grandes empresarios tanto nacionales como extranjeros; sin olvidar, claro está, las estulticias contenidas en sus ampulosas declaraciones que les permite el fuero parlamentario?
Hemos dejado para el final, a los ex presidentes o presidentas, que usando una fina capucha de terciopelo pintada con barras y estrellas, aprobaron termoeléctricas y grandes proyectos de explotación minera, con contratos redactados por las mismas empresas extranjeras y en los cuales se hipoteca gran parte del territorio nacional.
Seguramente, a esta clasificación se podrían agregar otras categorías de encapuchados y encapuchados mismos: AFPs, Isapres, bancos, los dirigentes de la CUT, etc., etc., etc. En todo caso, si hay alguien al que no hemos nombrado, le rogamos que nos perdone.
(*) Joan Corominas, Diccionario etimológico de la lengua castellana, Gredos, Madrid, 1976.