Poco tiempo después de finalizada la dictadura cívico-militar real, el entonces presidente de Renovación Nacional, Andrés Allamand, ponía un toque de alerta al denunciar la existencia de poderes fácticos que pretendían influir, si no determinar, la conducta de la derecha en la política nacional.
Personificó en los empresarios, los militares y el diario El Mercurio, los poderes fácticos que buscaban ejercer una influencia ilícita en su propio partido. Pero ¿qué son y qué representan los, así llamados, poderes fácticos?
Si bien es cierto que en la literatura de la ciencia política estos términos son usados con bastante regularidad, en los textos especializados en taxonomía de esta ciencia, no están catalogados como categoría política o social. En dichos textos, se prefiere hablar de “grupos de presión” o “grupos de interés” y, por último, de “lobbying”.
“Lobby”, significa en inglés galería, corredor, vestíbulo o sala de espera de un edificio. El lobbiyng es, entonces, una actividad o, mejor dicho, un proceso más bien que de una organización. Es el proceso por medio del cual los representantes de grupos de presión, actuando como intermediarios, ponen en conocimiento de los legisladores o de los que “toman decisiones” los deseos de sus grupos. Por lo tanto, lobbiyng es, sobre todo, una transmisión de mensajes de los grupos de presión a las personas que toman decisiones (especialmente políticas), por medio de representantes especializados, que pueden o no hacer uso de la amenaza de sanciones.
La expresión “grupos de interés” fue acuñada a principios del siglo XX por Arthur Bentley quien, en su obra The process of government (1908), afrontó el tema de las distintas agrupaciones que se forman en torno a intereses particulares en una sociedad. Durante los años veinte la expresión “grupos de presión” fue formulada, por primera vez, en los Estados Unidos, en unas campañas de prensa en que se condenó la oculta influencia de los agentes de poderosos grupos económicos privados sobre los mandos del Estado para alcanzar decisiones legislativas o gubernativas favorables a sus intereses.
Los pressure groups -que así fueron llamados- se consideraron como fuerzas invisibles peligrosas para el sistema democrático norteamericano. (1)
La expresión “grupos de interés”, sin embargo, fue desechada muy prontamente por su carácter demasiado genérico y, por lo tanto, analíticamente inservible, pues todo grupo existente en una sociedad se convierte en un grupo de interés.
Quedémonos, entonces, con la categoría socio-política de “”grupo de presión”, que es acreedora de un poco más de un siglo de historia y que, por añadidura, es utilizada regularmente, como sinónimo de “poder fáctico”.
Esta categoría “indica al mismo tiempo la existencia de una organización formal y la modalidad de acción del grupo mismo en vista a la consecución de sus fines: la presión. Entendemos por presión la actividad del conjunto de individuos que unidos por motivaciones comunes tratan de influir, a través del uso o de la amenaza del uso de sanciones en las decisiones que toma el poder político, ya sea a fin de cambiar la distribución prevaleciente de bienes, servicios, cargas y oportunidades, ya sea a fin de conservarla ante las amenazas de intervención de otros grupos o del poder político mismo”. (2)
¿Cuáles son los métodos de presión utilizados por estos grupos? Usualmente aplican tres clases de procedimientos para alcanzar sus objetivos: la persuasión, la corrupción o la intimidación.
Los métodos de persuasión son la información, las campañas publicitarias, la propaganda a favor de las causas que defienden o en contra de las que impugnan. Usan para eso los medios de comunicación. Si estos métodos no surten efectos, acuden a los de corrupción, como la financiación de campañas electorales, el cohecho y la utilización de las debilidades o flaquezas de los funcionarios (viajes, fiestas, obsequios, etc.), a fin de someterlos a la voluntad de los grupos de presión. Y si todo esto les resulta infructuoso, les quedan finalmente los métodos de intimidación: la amenaza, el chantaje, la coacción psicológica o las campañas públicas de desprestigio. No hay que olvidar que, la mayoría de las veces, estos tres “procedimientos” se utilizan simultáneamente.
Los grupos de presión “defienden intereses económicos de un grupo dentro de la sociedad e incluso contra la sociedad. Son fuerzas desintegradotas. Defienden las conveniencias concretas de un sector concreto de la población y no pueden evitar su enfrentamiento con los demás sectores”. (3)
Volviendo a las preocupaciones del ex presidente de Renovación Nacional y a la luz de las definiciones y características de los grupos de presión que nos entregan los tratadistas, tendríamos que concluir que en Chile no existen los “poderes fácticos” tal cual como los entiende (¿o entendía?) el actual ministro de defensa.
Si fuera así, se daría la paradoja de que en “nuestro” país actúan poderes fácticos dentro de los tres poderes fácticos que forman el Estado, cuya constitución como Estado también es fáctica, toda vez que emana de un bando militar de un gobierno de facto. Es decir, los grupos de presión en Chile, actúan lícita y legítimamente, ya que están claramente tipificados en la “legislación” de lo que se ha dado en llamar República de Chile.
En fin, que se denominen grupos de presión o poderes fácticos, la verdad es que en la Copia Feliz actúan a cada momento, en todo lugar, con todo desparpajo y con total impunidad.
(1) Rodrigo Borja, Enciclopedia de la política, F.C.E., México, 1997.
(2) N. Bobbio y N. Matteucci, Diccionario de política, Siglo XXI, México, 1981.
(3) Rodrigo Borja: Op. cit. .