En los últimos diez días el Bacheletismo ha comenzado a mover sus piezas. Con la carta que envió a la Junta Nacional de la Democracia Cristiana, la ex-presidenta dejó manifiesto su voluntad de ser candidata en las elecciones presidenciales del 2013. Con el manifiesto de “Cara al Futuro” ha dejado en evidencia su visión política y su programa.
Este manifiesto, escrito por conocidos empresarios concertacionistas y por influyentes dirigentes de la Democracia Cristiana y el Partido Socialista, ha dejado claro que su norte fundamental es la continuidad respecto de la Administración Bachelet, que llevó el sello del entonces Ministro de Hacienda.
Se confirma además lo que será el entorno de un posible nuevo gobierno de la ex presidente: el escalonismo duro y la derecha demócrata cristiana. Que no se trata de una “arrancada de tarros” de algunos personeros, quedó claro con el rápido apoyo que prestaron al documento los presidentes de la Democracia Cristiana y el Partido Socialista. No hay que ser especialista en ciencias políticas ni en operaciones de inteligencia para entender que “De cara al futuro” es un documento avalado o incluso explícitamente aprobado por la ex–presidenta.
El documento revela en primer lugar una visión de la historia en que lo que el país tiene hoy es producto de una continuidad fundamental. A Pinochet le correspondió hacer la reforma económica (sobre la cual no hay ni la menor reflexión crítica en el documento); a la Concertación la reforma política cuyo objetivo básico era posibilitar la transición de la dictadura a la democracia. Para los firmantes del documento, la lucha democrática no representó un quiebre con el régimen pinochetista pues, como afirman explícitamente: “La historia es una sucesión de peldaños donde todo se construye a partir de lo que otros hicieron o dejaron de hacer, y no la obra de individualistas iluminados que piensan que con ellos el mundo comienza desde cero”. Para los autores, la misión de la Concertación era completar y complementar en el ámbito democrático la obra económica del dictador. Por eso que el balance es para los autores satisfactorio.
Más aún, en la visión de los autores, la concertación tuvo una virtud “sanadora” “debido a que la identidad concertacionista dejó de ser diferenciadora, porque la hicimos identidad de todo el país: democrática, transformadora, garantía de gobernabilidad y sobre todo, comprometida con los problemas, dolores, sueños y protección de nuestro pueblo”. Es la ilusión del consenso tras la cual la única política posible es la que cuenta con el apoyo de la derecha. Ya no ha diferencias de intereses ni visiones, los intereses del gran empresariado parecen coincidir con los de los pobres y las clases medias. Es el fin de la política.
En segundo lugar, el documento bacheletista es una defensa abierta de un “camino político claro y nuevo que se abrió en Chile cuando concluía la guerra fría y se aceleraba la globalización”. Esta defensa confirma a quienes han señalado que “De cara al futuro” no presenta autocrítica alguna. La política de la Concertación se ubica internacionalmente como parte de un movimiento que como en la Alemania de Schroeder, en la Gran Bretaña de Blair y en la España de Rodríguez Zapatero intentó superar los límites de las propuestas tradicionales de la izquierda asumiendo buena parte del discurso neoliberal. No sólo este movimiento se caracterizó por un profundo quiebre con el mundo social, incluido el movimiento obrero tradicional, sino que además llevó hasta sus últimas consecuencias las políticas de liberalización y desregulación extremas que llevaron a la más grave crisis económica mundial desde el año 1929. Es cierto que la crisis financiera no afectó demasiado al sistema bancario del país (pues seguía sujeto a la regulación financiera impuesta, paradojalmente en 1986 por el dictador, todavía choqueado por la crisis de 1982 y 1983 que prefiguró la crisis financiera internacional de 2008) pero si golpeó al sistema previsional privado. Como contrapartida, la tercera vía en su modalidad nacional, impulsó como en ningún país la privatización de la salud, de la educación, del agua, todo los cuales aparecen como elementos coadyuvantes en la configuración de las grandes desigualdades que caracterizan al “modelo chileno”.
En tercer lugar, el documento renueva la convicción de que el modelo económico seguido es la alternativa de futuro. Frente a una visión que llaman ramplona, los autores dicen haber opuesto “una visión en que crecer y distribuir se condicionan y se potencian, echando las bases de un equilibrio dinámico entre Estado, mercado y sociedad civil”.
No deja de sorprender que el Bacheletismo se presente como eficaz propulsor del crecimiento, cuando en promedio el crecimiento en el período alcanzó un 2,9% completando una década de estancamiento del crecimiento de la productividad en el país. Quienes determinaron el rumbo de la política de la Concertación también muestran déficits en el ámbito distributivo. Es cierto y es muy valorable lo realizado en el campo de la educación preescolar y del pilar solidario de la previsión. No obstante, también es cierto que la política concertacionista profundizó la privatización de la salud y educación (sancionando el hecho de que en Chile la gente recibe la educación que puede pagar) “perfeccionó” el sistema de capitalización individual condenando a los chilenos a muy pobres pensiones y no hizo nada por cambiar la legislación laboral que ha mantenido la sindicalización en Chile en torno al 10% y la negociación colectiva favorece apenas un poco más del 5% de la población laboral.
No se trata en consecuencia que la obra bacheletista haya sido insuficiente, fue también equivocada al profundizar el modelo neoliberal. Hay insuficiencias, pero el problema de fondo radica en un rumbo equivocado: un mundo que apuesta al protagonismo exclusivo del empresariado en perjuicio del resto de la sociedad; que apuesta a lo privado como sinónimo de modernidad en perjuicio de lo público que pudiendo ser eficiente es sobre todo integrador.
En cuarto lugar, el diagnóstico no ignora los temas que el movimiento social ha ido puesto en la agenda política. Se enumeran los problemas, pero las fórmulas de solución no aluden a los problemas de fondo y en consecuencia no sobrepasan en ningún momento las propuestas que ya intentó la Concertación.
Una buena parte del texto alude a la necesidad de una reforma tributaria “audaz” e incluso afirman la necesidad de una mayor recaudación y señalan la necesidad de que revierta en parte su carácter regresivo, pero no hay propuestas al respecto. Nada se dice de la necesidad de sustituir los impuestos indirectos como fuente primordial de los ingresos tributarios del Estado por los impuestos directos que recaen con más fuerza sobre los que más ganan. Reivindican la situación actual en que, al contrario de los países desarrollados, las empresas en Chile no tributan sino que su contribución es un adelanto al pago de por sí reducido de sus propietarios. Nada dicen de la necesidad de terminar, gradualmente con el FUT, fuente fundamental del amplio sistema de elusión que caracteriza la tributación de los más ricos del país. Hablan de aumentar la inversión en educación, pero quién no lo dice hoy. El problema es otro: se trata de colocar la educación pública en el centro del sistema, excluir del financiamiento estatal a las universidades con fines de lucro e impulsar la gratuidad, para asegurar la construcción de una educación igualitaria.
Se menciona la excesiva concentración y los altos precios de la energía, que se encuentran entre los más altos de la OCDE. Respecto de lo primero, se señala que la concentración amenaza el libre funcionamiento de los mercados sin mencionar lo que se debe hacer, ni tomar en cuenta que ello pertenece a la esencia del estilo de crecimiento que tenemos. Respecto de lo segundo, se elude el rol que ha jugado la excesiva concentración en el sector eléctrico para impedir la entrada de nuevos operadores y no se problematiza siquiera el hecho que en los países en que se está caminando hacia una matriz eléctrica limpia y sustentable es en aquellos en que el Estado ha asumido la tarea de definir sus característica y ha intervenido para, por ejemplo en Alemania, renunciar a la energía nuclear y apostar a las ERNC.
*Director del Programa Económico de Chile 21