Noviembre 14, 2024

Arrepentimientos falsos pero necesarios

chadwick290a

chadwick290aUna peste repentina de arrepentimiento afecta a figuras pinochetistas. Pero su tardío reconocimiento de crímenes y represiones, no pueden sino considerarse como un mensaje político para estabilizar el sistema que se ha venido moviendo más de la cuenta a partir del año pasado.

 

Los sostenedores del sistema, los originales y los postulantes nuevos, saben que para su funcionamiento es necesario que las presiones que de vez en cuando se acumulan, tengan una salida controlada para evitar reventones peligrosos. Y para ese efecto profiláctico, lo mejor es sentarse a conversar dejando las diferencias, de haberlas, para ocasiones menos complicadas.


Como se ha visto durante tantos años, los encontrones al interior del sistema político no pasan de ser diferencias en matices que no afectan para nada lo esencial. Y cuando esas diferencias suben de tono, cada uno de los actores de la mascarada democrática, toma su lugar, pide disculpas, tempera los ánimos y todo vuelve a su condición normal.


El año pasado el tándem de políticos sostenedores del sistema vivieron la amarga experiencia de ver como los estudiantes apuntaban a estropearles el proyecto. Desde entonces, con altos y bajos, han intentando tomar las medidas para recuperar lo perdido.


Especialmente lo que se refiere a su credibilidad.


Las movilizaciones de los estudiantes pusieron a todo el sistema en una situación muy incómoda: desnudó su descrédito, quemó sus últimos recursos de credibilidad, llevó sus cifras a las más bajas posibles, y, por sobre todo, dejó una sensación que el sistema es vulnerable. Como corolario, dejó en mucha gente la alarmante sensación que en alguna parte se incuba algo distinto y por lo tanto, peligroso.


A partir del año pasado viene sucediendo que cuando un grupo de habitantes se siente pasado a llevar en sus derechos, o que sufre los efectos nocivos del sistema, salen a la calle, protestan, elevan la voz, se enfrentan con el brazo armado del régimen y encienden barricadas. De paso, desprecian a diputados, senadores, concejales y alcaldes. Y de los otrora aguerridos partidos políticos, ni luces.


Y como bien sabe hasta el más inadvertido de los políticos, este escenario es algo que no le conviene a nadie. Sobre todo cuando en el horizonte de advierte que hay elecciones aproximándose.


Se produce entonces un nuevo reordenamiento del tinglado. Se perdonarán ofensas, se limarán asperezas, se reinaugura el diálogo suspendido, retornarán en gloria y majestad las buenas formas y la cultura cívica. Se ensayan disculpas y arrepentimientos. Y, por cierto, se nombran personajes que harán de heraldos en esas afelpadas reuniones.


Y todo comenzará de nuevo. Retomarán sus funciones las reuniones secretas en oficinas acolchadas, pérgolas de mansiones y gabinetes discretos.


Es el momento en que el sistema ejecuta de sus armas secretas, la favorita: el acuerdo bajo cuerda, la componenda a espaldas de la gente, el negociado estimulante, y recíprocos juramento de fidelidad y lealtad que intentan recuperar las cifras perdidas, y desactivar a los más afectados por la ira.


Por eso no resultó oportuno que vetustos y delirantes viudos del oscurantismo pinochetistas, organizaran esa provocación que no juntó mucha gente, pero obligó a muchos a decir lo que piensa. O lo que parece que piensa.


Y henos ahí viendo que ex funcionarios del tirano, como quien bebe una pócima amarga, se tapan la nariz y lanzan un mea culpa falso, debilucho, tardío y oportunista.


No es un acto genuino de contrición. Pero sí es una contribución a calmar los ánimos y comenzar las reuniones de reconciliación con alguna distensión mayor.


Todo eso es necesario para arreglar las cosas antes que comience a ser tarde.

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