Es cierto y también legal que cada persona y en particular los dirigentes políticos de la época tengan su visión y su opinión respecto a Salvador Allende, de su gobierno y de los acontecimientos que terminaron con el golpe de estado de 1973.
Pero lo que no es posible aceptar es que aquellos dirigentes de partidos que conspiraron o que fueron parte de la conspiración en contra de su gobierno, legalmente constituido y por voto popular, intenten con prepotencia tergiversar la historia o simplemente lavarse las manos.
Y menos aceptable es que los actuales herederos de Pinochet, empresarios, políticos de derecha otrora el brazo armado del golpismo en Chile y actores directos del terrorismo de estado que asoló y saqueó el país por 17 años, levanten la voz intentando limpiar su imagen y la de su líder, condenado por la opinión mundial por asesinatos, desaparición de personas y torturas.
Ciertamente que todo esto es posible por el manto de impunidad que les brinda la ley de amnistía de 1978, que protege aun a cientos de violadores de derechos humanos y por la actitud acomodaticia y oportunista que desde Chile impidió el juzgamiento del dictador. Decisiones más que equivocadas, intencionales o cobardes, que se unieron desde dentro de la Concertación para protegerle de la ley internacional que en su momento el juez Garzón intento aplicar a nombre de la dignidad internacional.
Pero mas allá de Pinochet, no se puede opinar de manera tan irresponsable de un periodo histórico que aun no se ha cerrado, que todavía punza heridas abiertas y que significó tanto dolor para miles de familias chilenas.
La historia es la que tiene la palabra y esta muestra una verdad que nunca se podrá ocultar, que el gobierno de Allende fue democráticamente elegido y que fue derrocado por una conspiración en la que tomaron parte los mandos superiores de las Fuerzas Armadas, la derecha chilena ( hoy RN y UDI) la mayoría de la directiva del partido democratacristiano, empresarios, bancarios opositores al gobierno popular, El Mercurio, intelectuales y periodistas, entre otros, quienes formaron parte de la gran cruzada anticomunista que impulsaba la CIA y el gobierno de Estados unidos de la época.
Nosotros como militares que apoyamos y defendimos al gobierno legalmente constituido, fuimos testigos de cómo se desarrolló esta conspiración y una política de guerra ideológica que terminó por dividir a la sociedad e impregnarla de un odio a muerte entre chilenos. Ese odio de clases llevó a la derecha al extremo de asesinar al Comandante en Jefe del Ejército General René Schneider en 1970, como una acción destinada a impedir la ratificación de Allende como Presidente de la República.
También en esta cruzada asesinaron al edecán naval de Allende, el comandante Arturo Araya Peters, además de la realización de cientos de acciones tales como voladuras de torres de alta tensión, acciones, entre otras, que efectuaban los grupos paramilitares de la ultra derecha, que comandaba uno de los abogados defensores de Pinochet, Pablo Rodríguez.
A nosotros se nos incitaba a ser parte del golpe de estado, del cual sabíamos que su realización era cuestión de tiempo, pero nuestros mandos hacían la vista gorda con los cientos de actos terroristas que se realizaron y estaban destinados a crear el caos económico, la inseguridad y el rechazo a las políticas que impulsaba el gobierno de Allende.
Por eso es oportuno recordar al Sr. Patricio Aylwin, que todas estas barbaridades cometidas se amparaban en la gran mentira de la cual él formó parte, intentando demostrar que Chile estaba al borde del comunismo y de la guerra civil, afirmando que éramos invadidos por rusos y cubanos. Esa guerra solo existió en la cabeza de quienes la diseñaron, en Chile no hubo guerra, lo que hubo fue una conspiración cobarde en contra de un gobierno socialista y la represión que se desató con el golpe de estado fue parte de una política represiva desde el estado, realizada en forma sistemática, salvo casos excepcionales, en contra de ciudadanos desarmados e indefensos.
Esta es una verdad que tanto jefes militares y políticos de la época han tratado de tergiversar, insistiendo en hablar de guerra para justificar el golpe militar de 1973 y la represión política que ejercieron durante todo el periodo de la dictadura.
La razón del golpe de estado entonces no fue porque “ Allende hizo un mal gobierno, que cayó por las debilidades de él y su gente” o que fuera “un mal político” como lo dijo Aylwin. El sabe perfectamente que la razón es otra porque participó de ella y fue uno de sus artífices. De lo que se trataba era impedir que un gobierno socialista elegido democráticamente llegara realmente al poder y que tuviera éxito.
Los opositores de la Unidad Popular sabían que su programa de gobierno, significaba acometer de frente contra grandes intereses nacionales y sobre todo extranjeros que controlaban nuestra economía, lo que implicaba desafiar y luchar a la vez, contra los consorcios financieros, los monopolios industriales y el latifundio. Por lo tanto el golpe de estado fue una respuesta clara y anticipada, además predecible, porque los planteamientos de Allende establecían el punto de partida para crear una nueva economía y un nuevo estado.
No caben dudas que el gobierno popular y sus funcionarios cometieron errores, de todo tipo, pero también es cierto que en tres años se construyó una obra histórica; se nacionalizó el cobre y los demás recursos estratégicos del país, lo que obviamente despertó la ira de la Kennecott y de otras empresas norteamericanas dueñas hasta esa fecha del cobre por más de 50 años. En la Agricultura se terminó con el latifundio y se continuó con la Reforma Agraria iniciada durante el gobierno democratacristiano de Eduardo Frei, orientada a liquidar este régimen de producción de la tierra, como una expresión, además, bien vinculada a la evolución política y social de Chile.
En la idea y práctica de construir la nueva economía los esfuerzos se centraron en la constitución del área de propiedad social, ya que el cambio estaba en el sistema de propiedad de la producción, no en el nivel del intercambio. El Gobierno Popular asumió el control de los bancos nacionales y las funciones de éstos se orientaron en beneficio de los medianos y pequeños industriales, mineros y agricultores. En Chile las instituciones bancarias eran los principales vehículos de clanes económicos que concentraban la mayor parte del poder industrial, comercial y financiero del país.
Paralelamente, el gobierno desarrolló actividades y medidas concretas en beneficio popular, todo ello en el marco de transformaciones radicales de la estructura económica. En el plano social se mejoró el Servicio Público y se desarrolló un programa social extensivo; en todo el país fue entregado gratuitamente medio litro de leche diario a todos los niños de Chile y los policlínicos periféricos fueron puestos sin costo al servicio de toda la población. Con esto la tasa de mortalidad infantil descendió considerablemente, al amparo de una política de protección a la madre y al niño.
El gobierno intensificó la construcción de viviendas populares, llegando a duplicar los metros de construcción, en comparación con el periodo anterior. Y la educación recibió un impulso importante, expresado en su extensión masiva a toda la población escolar, para reducir el analfabetismo y en la ampliación considerable de las matriculas en todos los niveles de la enseñanza. En este proceso surgieron muchos artistas populares, quienes trabajaron para recuperar el carácter nacional de la cultura.
Estos son algunos de los logros del gobierno de Allende, por lo que y más allá de las conspiraciones, el pueblo nunca dejó de responder a sus llamados. Este le señaló un camino y fuimos muchos quienes participamos y vivimos instantes de gran exaltación nacional y de motivación colectiva.
Señor Aylwin, el gobierno de Allende no fue un mal gobierno para el pueblo. Sí lo fue para quienes se le oponían. Usted tuvo el derecho a oponerse a sus ideas, pero esto no justifica la conspiración de la cual formó parte y que propició el derrocamiento de un gobierno legalmente constituido y no le exime de las consecuencias de sus acciones.
Su participación en la planificación del golpe está comprobada y acreditada en los documentos confidenciales desclasificados por el gobierno de Estados Unidos, los que entregan pruebas irrefutables del apoyo financiero de la CIA y algunas transnacionales norteamericanas al Partido Demócrata Cristiano del cual usted era su presidente. Dineros que se entregaron para fortalecer la campaña electoral de Eduardo Frei Montalva en 1964, luego para impedir el triunfo de Allende en 1970 y, más tarde, para desprestigiar y desestabilizar al gobierno de la Unidad Popular.
Tres semanas antes de que Allende fuera derrocado, el 11 de setiembre de 1973, funcionarios norteamericanos aprobaron un millón de dólares en ayuda encubierta a partidos políticos y organizaciones privadas. Según un memorándum de la CIA, uno de los receptores del dinero fue el Partido Demócrata Cristiano.
Pero seria injusto no mencionar que en el PDC hubo también dirigentes que se opusieron a la aventura golpista del partido, entre ellos Renán Fuentealba, Bernardo Leighton, Belisario Velasco, Jaime Castillo y Claudio Huepe entre otros, algunos de los cuales fueron detenidos, relegados o exiliados. La persecución política también alcanzó a la militancia democratacristiana en todo el país, particularmente en las universidades y en la administración pública.
En 1988 la juventud demócrata cristiana presentó una querella criminal en contra de Augusto Pinochet y otros responsables, por el delito de homicidio calificado cometido en las persona de 14 militantes de este partido. Pero el caso mas connotado fue el atentado a Bernardo Leighton en Roma en 1974.
Nosotros en la Fuerza Aérea fuimos testigos de esa represión, vimos a cientos de personas que desfilaban unos tras otros por los lugares en donde los y nos torturaban: la Academia de Guerra de la Fuerza Aérea, la Escuela de Especialidades y la Cárcel Publica, el Estadio Nacional. En todos estos lugares la prepotencia y el odio que desató la conspiración desleal para con su país, fueron el aliciente para eliminar a quienes fueron calificados como los enemigos de la patria.
Hoy después de más de treinta años los políticos que conspiraron en contra de su pueblo se exculpan porque no participaron directamente en tales tropelías. Qué contrasentido y qué cobardía más grande. Si bien es cierto que no participaron, lo que hicieron fue crear las condiciones que justifican las peores crueldades que un ser humano se pueda imaginar a manos de torturadores inescrupulosos.
Los que propiciaron las condiciones para que se realizaran los crímenes de lesa humanidad, los que ejercieron el terrorismo de estado, que cometieron crímenes, violaciones, los que torturaron y que se apropiaron de bienes en nombre de la seguridad nacional y de la lucha anticomunista, saben que tienen que responder política y moralmente a la sociedad por el daño causado, no solo por haber actuado para mal y en contra de esta, sino por lo que hicieron de manera intencional y planificada, sabiendo las consecuencias sociales de sus actos aun cuando podían evitarlas.
Finalmente en qué pie quedan quienes condecoraron el ex Presidente de la República y ex senador Patricio Aylwin, quien recibió la medalla que concede la Universidad Alberto Hurtado, de manos de la Presidenta Michelle Bachelet por su aporte como héroe de la paz. Un acto aberrante que es el reflejo, aunque no guste escucharlo, de la condescendencia concertacionista con los violadores de los derechos humanos y de la falta de compromiso para definir una política que permita excluir la ideología, a las organizaciones y a quienes incitaron a derrocar el gobierno de la Unidad Popular, que violentaron el sistema democrático y que abrieron las puertas a los golpistas que desencadenaron el terror en todo el país.
En la misma oportunidad se condecoró también a Sergio Onofre Jarpa, por su “generoso patriotismo y aporte en la transición a la democracia”, a quien fuera Ministro del Interior de la dictadura pinochetista entre agosto de 1983 y febrero de 1985, el período de las protestas sociales que fueron violentamente reprimidas a balazos y torturas.
Como que el entusiasmo les pasó la cuenta a quienes idearon esta tremenda aberración.
Estas tergiversaciones en todo caso reafirman la idea de que en este ámbito aun queda mucho por hacer y que no se puede desconectar la historia actual del pasado, porque no se puede aceptar que se intente borrar la memoria histórica, eliminando las evidencias de lo que no es conveniente o se quiere ocultar.
Por eso es necesario tener presente y evocar el ejemplo, los valores y la mística de quienes lucharon antes que nosotros, con el fin de cimentar las bases de esa sociedad en el respeto de nuestro pasado histórico. Eso ayudará a desterrar el cinismo, la doble moral, el acomodar el discurso hacia la izquierda mientras se actúa como lo acaba de hacer Aylwin, con el cuerpo y la cabeza en la derecha.
La defensa de la memoria histórica tiene que ver con principios éticos, porque esa historia no está solo para decorar una vitrina o un monumento tranquilizador del pasado.
Dr. Enrique Villanueva M
Vicepresidente del Centro de Estudios Exonerados de la Fuerza Aérea -73