Noviembre 24, 2024

Patricio Aylwin: la teoría del Camaleón le queda corta

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pinochetaylwinTener la razón antes del golpe y justificarlo casi 40 años más tarde, es ser golpista de corazón. Especialmente cuando tuvo la posibilidad de mejorar los derechos humanos y no lo hizo.



El Mostrador de ayer entrega unas declaraciones de Patricio Aylwin, ex-primer presidente post dictadura, que concuerdan con su posición política histórica. Ahora que no tiene opciones electorales personales, vuelve  a reconocer su posición de político golpista. Acusa a Allende de lo que él mismo fue y da carácter de popular a Pinochet. No dice, lo que sí se sabe: de que fue muy hábil y que siempre tuvo avidez por el poder.     

 


Más detalles salen en la entrevista en El País Internacional,  donde hay mucha frivolidad personal y autosuficiencia… malos elementos para hacer juicios políticos. Es fácil “cargarle los dados al muerto” que defendió sus principios y los principios democráticos con su vida.


Sus carreras pro-golpe en los años del gobierno de Allende no se olvidan. Que siga repitiendo “a conciencia” que no intervino no es que esté “gaga”, como algunos pretenden… A lo más se trata de alguien que simplemente ha perdido la capacidad de la autocrítica y ya no sabe esconderse como antes, bajo un aire bonachón en una farándula originalmente inocentona. Al decir “(Allende) hizo un mal gobierno y que el Gobierno cayó por debilidades de él y de su gente”, e insistir que de ser de nuevo así “habría vuelto a ser oposición”. Es decir, volvería a llamar al golpe y a apoyarlo hasta retrospectivamente, como lo hace ahora. Los golpistas nunca dejan de ser lo que han sido. No se corrigen… Nunca.


El suyo es un mensaje típico de lo que Chomsky habría considerado “pretender estar siempre en lo correcto… incluso cuando se reconoce su error, pero era un error correcto”. Siempre de acuerdo consigo mismo es también la tradición del Departamento de Estado. Podrán asesinar a millares pero, como son “daño colateral”, son muertos que realmente no cuentan… Siempre exigen de los demás lo que ellos dicen, pero nunca cumplen.


La otra teoría de Aylwin es la de haber anunciado, desde el comienzo, de que habría “justicia, en la medida de lo posible”. Pretender hoy que él fue un mejor político y que lo demuestra el haber “sobrevivido” en su gobierno… es simplemente inmoral. E insiste con una prueba adicional de su habilidad político-manipuladora porque “Pinochet no lo molestó durante su gobierno”. No quiere reconocer que él mismo fue uno de los que materializó el contubernio y que Pinochet no tuvo que convencerlo ni quebrarle la mano:  por supuesto, Aylwin ya estaba convencido. Especialmente cuando trazó la senda de mantener la colusión y los acuerdos con un dictador también inmoral. Las carreras electoralistas, lo reflejaron en un espacio en que las elecciones binominales impedían cambios reales y mantenían una Constitución indecente, perfectamente anti-social y de acuerdo a un modelo político-económico ajeno a cualquier equidad social o democracia posible. Aceptó, por convencimiento, “sobrevivir políticamente”. Incluso, gracias a una represión tan dura como fuese necesario… Eso no es cualidad de político sino de claro  y avezado político reaccionario, siempre de acuerdo con el poder de la derecha. Esa norma para gobernar muestra una calidad que se identifica con los permanentes intentos golpistas contra Allende. Es decir, Aylwin vuelve a indicar que “siempre ha tenido la razón”.  Su razón… una que le ha causado un enorme daño al país y que lo ha mantenido sumido en la violación permanente, -aún presente- de los derechos humanos. Triste, pero real. La Democracia Cristiana, va por el camino de su extinción con personajes como este. (En el mundo ya lo ha demostrado… pero a Chile las cosas se demoran en llegar) Y cuando él habla de que la Concertación tiene su fuerza en la DC y el socialismo, no parece entender que el socialismo que él aprecia es un socialismo mercenario que existe en muchos lados -oficialmente al interior de la Concertación. Es el socialismo “a la española, a la italiana o a la chilena”: capaces de violar los derechos humanos por migajas y venderse por algo más que un plato de cazuela. En realidad, el verdadero socialismo es algo muy distinto.


Las elecciones han perdido su valor ante el pueblo: se reconocerán y cumplirán sólo cuando las luchas por los derechos fundamentales logren salir adelante. Y eso implicará alcanzar una Asamblea Constituyente, nueva, genuina y democrática que Aylwin nunca quiso tener (y no, “que no pudo llevar adelante, o que no lo dejaron”, como los que lo han seguido han pretendido…) A estos seguidores no es que les faltaron pantalones (o voluntad política: tenían, pero era voluntad reaccionaria) sino simplemente, nunca quisieron democratizar al país y establecer la equidad social que hoy se viene exigiendo. Chile ha tenido su seguidilla de traiciones políticas y, por eso los gritos en las marchas de estos últimos años acusan a los partidos llenos de oportunistas que han gobernado. 

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