Se ha detectado una variación de la bacteria Clostridium Difficile. Lo grave de la noticia es que esa mutación provoca una mayor duración y transmisibilidad de la enfermedad, con los consiguientes riesgos asociados. Las miradas siguen atentas ante posibles nuevos contagiados.
Resulta curiosa la analogía con lo que pasa en lo que alguna vez se llamó Concertación de partidos por la democracia y estaba constituida por catorce partidos políticos.
En veinte años, esa Concertación del arco iris y la alegría que debería llegar, se transformó en un aplicado alumno del neoliberalismo, siendo sus presidentes admirados, respetados y defendidos por quienes poquito antes, eran declarados sus enemigos más furibundos.
Así, algunos que en los comienzos de los tiempos post dictatoriales se erigieron como los cazadores de los restos de los movimientos armados que resistieron la dictadura, hoy pasan una silenciosa vida como diputados, serios profesionales, austeros funcionarios.
La oleada mutacional, sin embargo viene de mucho antes. Desde los tiempos en que ceñudos mocetones de parca verde oliva, bigotes provocadores y gestos desafiantes, marchaban en columnas de seis en fondo y eran capaces de sacar suspiros enamorados en muchachitas de cintillos multicolores y comentarios asustadizos en la prensa ultra derechista.
De esa vanguardia heroica, los más destacados de sus sobrevivientes son empingorotados empresarios de barbas ralas y descuidadas, vinculados por fortuna y linaje a lo más representativos de los que hace algunos años eran sus enemigos más odiados. La oleada transformadora de los tiempos de la riqueza a flor de tierra, hizo lo suyo y de las parcas guerrilleras y las barbas insurreccionales, si sombra.
Desprovistos de los antídotos necesarios para oponerse a la oleada de adecuaciones que se han observado en el último cuarto de siglo, muchas sostenedores de los gobiernos de la Concertación fueron derivando en todo aquello que tiempo atrás rechazaron, afincados en principios indeclinables.
En especial aquellos presidentes socialistas que, en tiempos que quisieran olvidar, abjuraban del capitalismo en todas su formas, pero que una vez instalados en los aleros frescos del poder, incluso mucho antes, fueron afectados por el síndrome de la mutación y comenzaron a ver maravillas donde antes encontraron sólo explotación, miseria, productora de su ganancia desmedida.
A esa altura, la palabra compañero era usada por algunos nostálgicos, los masones y los bueyes enyugados uno al lado del otro.
Hay momentos que resultan más propicios para las ideas travestidas. Las elecciones son a las vueltas de chaqueta, lo que la escasez de higiene en los hospitales son a las bacterias.
De esa manera, quienes dirigieron con mano dura la represión contra insolentes indios, desubicados estudiantes, majaderos profesores e incomprensivos trabajadores, pasaron a ser preocupados y translúcidos parlamentarios cuyo verbo es hoy completamente menos duro que antes y sus acciones ya no causan ni heridos, ni apaleados, ni mapuches muertos.
Sin embargo, no a todos los actores de la política les ha llegado la oleada acomodaticia del virus del cambio. La derecha sigue tan bestial e inhumana como en los tiempos de gozo del medioevo. Habrá adecuado los medios, aguzado sus picanas, y modernizados sus aparatos de represión y control, pero sigue siendo la misma enemiga de la humanidad, dueña de los arsenales definitivos y fortunas incompresibles.
Otro retazo refractario al cambio lo constituye cierta izquierda que parece gozar con las discusiones que era posible escuchar en los tiempos de los fundadores. Sigue siendo la unidad un tópico de los más recurrentes entre esta gente afincada en manuales, teorías, muros y conceptos.
Otra parte de la izquierda, oyendo los clarines mutantes de los tiempos, ha variado sus derroteros y se ha auto inoculado las cepas virales del olvido y ha optado por socios y aliados a los que ayer despreciaba por neoliberales, tramposos, represores y administradores de un sistema aborrecible.
Hoy, los malvados de ayer parecen menos malos. Más aún, las abyectas instituciones políticas que era necesario superar por la vía de las mayores movilizaciones populares, compañero, hoy son susceptibles de modificar mediante las maravillas del maquillaje y del Photoshop.
Mientras no se invente el remedio definitivo para las mutaciones virales, en efecto, lo mejor es el aislamiento.