El olfato de sobreviviente que tiene el sistema no tardará en ordenar a sus disciplinados sostenedores, administradores y adherentes. No pasará mucho tiempo para que las cosas vuelvan a estar en orden y, por lo tanto, se derogue esa cosa tan extraña que no obliga a la gente a votar.
¿En qué estarían pensando cuando un irreconocible ataque democrático los llevó a tamaño despropósito?
Lo que se les puede venir es una avalancha sólo comparable a un tsunami de tamaño medio que podría arrasar el borde costero del sistema, ahogar a los más encopetados dirigentes y hacer desaparecer entre los escombros preliminares de éste, a muchos de los arrendatarios que utilizan los retazos de poder, autorizado por los verdaderos dueños de todo, para fines estrictamente personales, aún cuando parezca otra cosa..
Enfrentados a las elecciones municipales, los partidos políticos que tan mal parados salieron del año pasado, deberán esperar que a la gente se le olvide todo lo que los putearon, y en un auténtico ejercicio de amnesia de aquí a octubre el año 2011 sea historia.
Ya han comenzado a tomar medidas preliminares. De hecho, han desaparecido todos los vestigios que identifican a los candidatos con siglas, símbolos, arengas, lemas o imágenes que los vinculen a sus respetivas tiendas políticas. Da la impresión que todo candidato es un independiente acérrimo.
Convencidos que la gente es tonta a horario completo, los audaces equipos creativos han buscado en la escala cromática los colores que induzcan al voto, pero de una manera disimulada, desinfectada, neutra, apolítica.
Y han indagado en las tendencias contemporáneas del marketing lo que se lleva en cuanto a vestuario, peinados, risas y corbatas.
Hoy, un candidato término medio ya no representa un cúmulo de ideas, propuestas o modelos de sociedad. Es suficiente con que los programas gráficos alteren arrugas, alarguen miradas, blanqueen dientes y pegoteen personalidades en abrazos de mentira.
Y que a continuación, se despachen una frase que da para un barrido y un fregado, las que en general contendrán palabras tales como cambio, futuro, avance, transversal, reforma, gente, las que dispuestas de manera conveniente, no dirán nada.
Todo con la esperanza de que aún queden badulaques que crean que eligiendo a lo mismos de siempre, las cosas van a cambiar.
No hace mucho, por razones de venganzas pasionales y/o pasadas de cuentas, un sospechoso sujeto saca a la luz pública lo que por otros medios se conoce desde que el tiempo es tiempo: que los propietarios de los asientos de la Cámara de Diputados y del Senado, se arreglan los bigotes y el futuro con el uso indiscriminado y opaco de las platas que se auto asignan en un caso extraordinario de onanismo financiero.
Pareció arder Troya. Pero luego ya los ánimos estaban mal calmados cuando se dieron cuenta que la sangre no llegó al río y la respuesta de la gente tonta que trabaja por un sueldo dijo algo más que pío y luego, silencio.
En dos semanas más lo que hasta ayer era un escándalo ya será historia y las amistades rotas, ya se habrán recompuesto por eso de que no es bien visto emporcar el chiquero propio.
Es que los administradores del sistema saben de la fragilidad de la memoria del populacho. En más de veinte años de manipulación, han aprendido a conocer con precisión las reacciones tardías y blandengues del gilerío.
Han visto una y otra vez que las imágenes que llenan los espacios del paisaje cuando hay elecciones, tienen una rasgo hipnótico muy potente que los induce a dejarse engañar sin mayores reconvenciones.
Estos expertos en marketing, han logrado desentrañar los secretos de las comunicaciones que penetran las conciencias de la gallá sin que éstos siquiera se den cuenta. El resto, tejer y cantar.
Entonces no se explica por qué un diablo cojuelo metió su cola y su tridente y por razones sólo adjudicables a sus travesuras inexplicables, los mandamases dejaron a la gente en propiedad de ir o no ir a votar.
Veremos que pasa si por fin la gallá se da cuenta que tiene en sus manos una herramienta de castigo inédita en la historia electoral del país y en un acto fenomenal, simplemente el día de las elecciones se queda en la casa, hace un asadito y se dispone a ver la crujidera.
La oferta será por una sola vez. Al otro día de la debacle, será cambiada la ley.