Noviembre 25, 2024

Por “desconocido” quitan el nombre de Pablo Neruda a calle española

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nerudEn el encuentro de escritores en que participo en Granada bulle la molestia contra los alcaldes “gilipollas” y “fachas” del Partido Popular ¿A quién se le ocurre borrarle el nombre de Pablo Neruda a una calle?

 

Se le ocurrió al dentista Juan Antonio Callejas Cano, flamante alcalde del PP de Villamayor de Calatrava, comuna de 665 habitantes situada en el corazón de España. De un plumazo borró también los nombres de la calle Pablo Iglesias, insigne fundador del Partido Socialista español, y Enrique Tierno Galván, respetado intelectual y alcalde de Madrid en la transición a la democracia. Según el edil de Villamayor, Pablo Neruda, Iglesias y Tierno Galván son personas “no conocidas”. Lo que sí le resulta conocido es la selección española de fútbol, por lo que rebautizó una plaza del pueblo como “La Roja”, nombre que la escuadra española recibe al igual que la chilena.


La guerrilla de los nombres arde en España a raíz del triunfo del PP en muchos lugares donde antes gobernaban los socialistas. En Sevilla, el nuevo alcalde, Juan Ignacio Zoido, acaba de quitar a una calle el nombre de Pilar Bardem, una de las actrices más conocidas y premiadas de España, con más de sesenta películas y cuarenta obras de teatro a sus espaldas. Aunque Pilar Bardem, activista apasionada de muchas causas, nació en la ciudad, el alcalde sostuvo que “no ha hecho nada por Sevilla” y mandó confeccionar placas nuevas con el nombre de “Calle de Nuestra Señora de las Mercedes”. En Huércal-Overa, otro pueblo de Andalucía, con dieciocho mil habitantes, la nueva mayoría quitó al teatro de la localidad el nombre de Rafael Alberti, uno de los más grandes poetas de habla hispana del siglo XX, amigo de Neruda y, como él, militante comunista. “El poeta no vende bien la ciudad”, dijo el concejal de Cultura Antonio Lázaro y “no hay razón para que el mayor espacio escénico de la localidad esté dedicado a esta persona”.


La lista es larga. A seis kilómetros de Granada, donde estoy, en dirección a la Sierra Nevada, en el poblado de La Zubia, de dieciséis mil almas, volaron las placas de la calle de Miguel Hernández, que recordaba al poeta muerto en prisión cuyo centenario ha sido conmemorado mundialmente por iniciativa de la Unesco. Ante la protesta, el alcalde improvisó una verónica de torero y bautizó la biblioteca con el nombre del poeta. Pero no hubo desagravio para el mítico anarquista español Buenaventura Durruti ni para el Che Guevara, cuyos nombres fueron borrados de un zuácate del mapa local. Tampoco se quedó corta la nueva alcaldesa de la ciudad valenciana de Elche, Mercedes Alonso: debutó cambiando el nombre del Jardín Dolores Ibárruri, que recordaba a la legendaria Pasionaria de los comunistas españoles, por el de Jardín de la República Argentina.


Los cambios que aplican los municipios del PP tienen mucho de revancha contra la Ley de Memoria Histórica, aprobada por los socialistas en 2007, cuyo artículo 15 obligaba a las administraciones públicas a tomar “las medidas oportunas para la retirada de escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura”.


En aplicación de la ley, decenas de estatuas del generalísimo Franco fueron derribadas en las plazas y dentro de los regimientos y cientos de lugares tuvieron que cambiar de nombre. En Zaragoza, por ejemplo, el grupo habitacional General Urrutia, connotado militar franquista, recibió el nombre de Grupo Gabriela Mistral. Pero varios alcaldes del PP se resistieron a aplicar la ley, como el de Boadilla del Monte, en las afueras de Madrid, donde existen hasta hoy la Avenida del Generalísimo y la Calle de José Antonio, en homenaje a José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange franquista.


Ayer, dos escritoras españolas, un irlandés y yo depositamos flores ante la tapia de ladrillos del cementerio de Granada donde es visible la marca de la placa que recordaba a los 3.968 fusilados por los militares y milicianos franquistas en ese lugar y sus alrededores. La placa, colocada por los familiares, fue retirada por orden del alcalde del PP José Torres Hurtado.


Y una reflexión personal: complejo asunto el de la memoria histórica. Y una pregunta: ¿Hasta cuándo subsistirá en nuestra capital, en Providencia, la Avenida 11 de Septiembre, que hiere como un cuchillo el alma sangrante de muchos? Por cierto, no será el alcalde Cristián Labbé quien reemplace el “1” por un “8” para denominarla como se merece: Avenida 18 de Septiembre. Alguno de sus sucesores o sucesoras habrá de hacerlo. 

* Por Eduardo Labarca, desde Granada 

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