Septiembre 21, 2024

Después de Orwell

orwell_george

orwell_georgeGeorge Orwell acuñó la neolengua en 1984, su anticipada distopía. El Ministerio de la Verdad, que se dedicaba a las noticias, a los espectáculos, la educación y las Bellas Artes, tenía en su fachada a lo menos tres consignas: “La guerra es la paz”, “La libertad es la esclavitud” y “La ignorancia es la fuerza”. Había otros ministerios, el de la Paz, para los asuntos de guerra, el Ministerio del Amor, encargado de mantener la ley y el orden, y el Ministerio de la Abundancia, para los asuntos económicos.

 

Aquel totalitarismo descrito a mediados del siglo XX, asignado entonces al estalinismo, ha devenido en una especie de totalitarismo neoliberal, que se expresa y reproduce a partir de la palabra. “La intención de la neolengua no era solamente proveer un medio de expresión a la cosmovisión y hábitos mentales propios de los devotos del Ingsoc (la sigla del partido único, que nosotros podríamos extender al binominal), sino también imposibilitar otras formas de pensamiento. Lo que se pretendía era que una vez la neolengua fuera adoptada y la vieja lengua olvidada, cualquier pensamiento herético, es decir, un pensamiento divergente de los principios del Ingsoc, fuera literalmente impensable, en tanto que el pensamiento depende de las palabras” escribía Orwell en 1949.


Podemos ver que el mecanismo sobre el lenguaje descrito por Orwell se reproduce intacto en nuestros medios de prensa y clase político-empresarial. En el habla del poder. La neolengua acuñada por los poderes todavía, podemos decir, no se ha expandido totalmente hacia todos los otros lenguajes, problema que el mismo Orwell también detectaba. “Los editoriales del Times (en el caso nuestro, el duopolio) estaban escritos en neolengua, pero era un tour de force que solamente un especialista podía llevar a cabo. Se esperaba que la neolengua reemplazara a la vieja lengua (inglés o español corriente, diríamos nosotros) hacia el año 2050. Entretanto, iba ganando terreno de una manera segura y todos los miembros del partido tendían, cada vez más, a usar palabras y construcciones gramaticales de neolengua en el lenguaje ordinario”.


La libertad es la esclavitud, la ignorancia es la fuerza, es lo que hoy nos repiten de manera machacona los medios de comunicación y la publicidad del consumo masivo. Libertad de consumo, pero esclavizados en el crédito, ignorancia estimulada por los medios, para calificar como fuerza bruta y obediente en trabajos precarios.


El actual Estado neoliberal ha conseguido superar la imaginación de George Orwell. Si comentaristas y críticos ligaron 1984 con el estalinismo, lo que hoy se ha instalado con el capitalismo globalizado es una fusión del estalinismo y fascismo apoyada por las altas tecnologías y sistemas de gestión económica y política. En la dictadura global perfecta, el primer control es sobre el pensamiento y el lenguaje.


Los actuales Ministerios de la Verdad nos predican que los gobiernos están para defendernos. El documental El poder de las pesadillas realizado en 2004 por la BBC, relata cómo operan las actuales políticas del miedo una vez que los gobiernos fracasaron al ofrecernos las utopías del progreso y bienestar. A través del miedo al enemigo, cada vez más interno -desde la delincuencia al terrorismo y, por extensión, a la disidencia activa política-, los gobiernos buscan la parálisis social.


La policía del pensamiento imaginada por Orwell no ha necesitado en el mundo neoliberal la censura directa, como en una dictadura tradicional. El poder imbricado en una trenza que comprime lo político, los medios y el lenguaje, los deseos y valores, es ubicuo y homogéneo. La policía está entre los mismos súbditos, que excluyen y denuncian las infracciones a las normas. Pero hoy parece que algo ha fallado en esta máquina global, que hace un uso creciente de las viejas y tradicionales prácticas represivas. La violencia policial, el aumento de restricciones, pérdida de derechos ciudadanos y múltiples sanciones, comienzan a reemplazar aquel narcótico compuesto de miedo y de los artificiales placeres del consumo. El Ministerio de la Abundancia orwelliano, representado en la actualidad por el sistema neoliberal y sus agentes publicitarios, ha fallado.


Lo que tenemos en el horizonte es la decadencia de este modelo ubicuo, lo que está expresado en múltiples latitudes con ciudadanos desesperados e indignados. Es el deterioro de una máquina obstinada, sin más planes alternativos que su supervivencia, como aquella supercomputadora llamada HAL imaginada por Arthur Clarke y Stanley Kubrick. Un plan defensivo que se está aplicando con urgencia: desde leyes para encarcelar hasta diez años a los manifestantes en Estados Unidos, ley de Seguridad del Estado y refuerzo de la logística represiva en Chile, a una mezcla de éstas para robarles en Grecia y España los derechos más básicos a los ciudadanos. La distopía de Orwell nos conduce a nuevos y más inquietantes escenarios relatados por múltiples autores de novelas de anticipación. Estamos despertando de este sueño inducido hacia una realidad que podría ser peor que una pesadilla. Pero eso dependerá de nosotros.


Publicado en “Punto Final”, edición Nº 754, 30 de marzo, 2012)

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