Han pasado veintisiete años y todos los veintinueve de marzo, como un luctuoso ritual escribo sobre Rafael y Eduardo. Su muerte como la del Pato Sobarzo, Jecar Neghme, el querido “turco”, Tamara y tantos compañeros y compañeras no puede ser olvidada.
Han transcurrido 27 años desde que en un modesto barrio de Santiago de Chile caían acribillados, en un siniestro, torpe y oscuro operativo, los hermanos Vergara Toledo.
Rafael y Eduardo, hijos de Manuel y Luisa. Desde pequeños destacaron en Villa Francia por su fuerte compromiso con las causas sociales y por su desinteresada entrega para ayudar a sus vecinos pobladores.
Existen muchas versiones de cómo ocurrió el crimen. Las usualmente frías investigaciones judiciales adquieren factura de gesta heroica cuando se testimonia los detalles de la vida y muerte de estos jóvenes cristianos. El 29 de Marzo de 1985, Chile amaneció bajo la bota del Estado de Sitio. Las fuerzas represivas de la época montaron una emboscada en Villa Francia para capturar a los dos dirigentes juveniles, militantes del MIR y activos integrantes de la Comunidad Cristiana de la Zona Oeste de Santiago. Rafael tenía 18 años y Eduardo 20.
Rafael y Eduardo son heridos por carabineros, sin embargo logran romper el cerco hasta que una bala termina con la vida de Eduardo. Rafael es capturado se le sube a un furgón policial y se le ejecuta. La autopsia señala que tiene un disparo en la nuca, efectuado con arma apoyada, luego es arrojado moribundo cerca de su hermano que yacía en las calles desoladas de sector 5 de Abril con calle Las Rejas, Villa Francia, Santiago de Chile. Testigos señalan en el voluminoso expediente judicial que Rafael, aún con vida pero mortalmente herido, lograr arrastrarse hacia su hermano y compañero combatiente, en un agónico y supremo esfuerzo de amor, compañerismo y fe cristiana estira su mano para tomar la mano de su hermano. Luego expira. Ese día en los sectores populares de Santiago y de todo Chile la noticia se esparció como un reguero de pólvora “Mataron a Eduardo y Rafael Vergara Toledo” Las fuerzas represivas habían asesinado a dos de los mejores y más queridos muchachos de la juventud de la zona oeste de la capital de los años ochenta.
Han transcurrido 27 años de este crimen de dos niños-muchachos de 18 y 20 años, pero ellos no han muerto. Yo no los olvido. Fueron mis compañeros de luchas libertarias. Como lo sería años después Pablo Vergara Toledo, caído en dolorosas circunstancias. El sacerdote diocesano Roberto Bolton en su texto “La Memoria Histórica de los Oprimidos”: “Desde ése trágico 29 de Marzo de 1985 sobre todo entre los jóvenes, las figuras de Rafael y Eduardo a su muerte, han ido gradualmente adquiriendo un dinamismo de fe y una fuerza de inspiración revolucionaria incontenibles, que el crimen que creyó acabar con ellos no hizo sino desencadenar. De muchas inscripciones y “grafitti” que puedo ver todos los días en los muros de la ciudad creo que no hay ninguna tan verdadera como la que leo, muy repetidas, en los sectores poblacionales del oeste de Santiago, que dice “EDUARDO Y RAFAEL VERGARA TOLEDO: ¡VIVEN!”
Eduardo y Rafael representan lo mejor de una generación que pudiendo refugiarse en el sopor de la enajenación pacifista o las drogas o la delincuencia, el falso exitismo o la indiferencia cobarde, supo romper la marginalidad cumpliendo con un compromiso histórico y optó frontalmente por cambiar un sistema social y económico que destruye al ser humano.
Ellos, junto con asumir un compromiso político bajo las banderas rojinegras del MIR, también vivieron intensamente el compromiso cristiano. Buscaron a Jesús no al interior de cuatro paredes, en el acto enajenante de mirar imágenes, bajaron la mirada del cielo a la tierra evitando dar vuelta las espaldas a la pasión de un pueblo mancillado en su dignidad y doliente en su fe. Como cristianos salieron a la calle, a las poblaciones, a los sindicatos, a la Universidad a vivir el evangelio en su piel y en su carne. Ellos, al igual que Cristo hicieron suyo el dolor del obrero, de la pobladora, de la joven prostituta, del joven cesante, humillados por el poder y al igual que Cristo enfrentaron la muerte con la misma dignidad con que enfrentaron la vida.
Eduardo y Rafael no pertenecieron a la dirigencia política oficialista, a la aristocracia de los apellidos en política, esa que hereda sillones en el parlamento, en directorios de Empresas y cargos públicos, tal vez por eso y por muchas otras buenas razones Eduardo y Rafael a 27 años de su muerte ¡Viven en el Corazón del Pueblo!
por Rodrigo De Los Reyes Recabarren
In Memoriam a mis hermanos de lucha Rafael, Eduardo y Pablo Vergara Toledo…a Pato Sobarzo