Se acaban de cumplir dos años del gobierno de la Alianza, encabezado por el empresario Sebastián Piñera. ¿Qué ha ocurrido hasta el momento? ¿Chile, como algunos aventuraron, se transformó en un enclave conservador (político y moral) autoritario?. Creo que no, porque ya lo somos y es evidente que no podemos ser menos progresista.
¿Asistimos en estos dos años de gobierno de derechas a un retroceso de los derechos laborales? Tampoco, porque es evidente que no podemos estar más atrasado en la materia. ¿Se ha recortado abruptamente el gasto social? No. Es decir, la actual política económica y social del país contiene un evidente continuismo.
¿El continuismo es negativo? No, siempre y cuando se avance en la dirección correcta. Es decir, si Chile avanzara hacia un constante perfeccionamiento del estado de bienestar, no deberíamos sentirnos engañados. Por lo tanto, el continuismo es bueno cuando la política desarrollada lo es en su esencia positiva. En el caso de Chile no lo es evidentemente. Aunque se “progresa”, dicho avance no se condice con las necesidades y derechos de la sociedad. De ahí la explosión de demandas sociales del último año.
¿Se avanzó en los gobiernos de la Concertación? Si, pero bastante poco. Estuvimos (y estamos) en condición de dependencia básicamente de la derecha, de los poderes fácticos y de los empresarios. A partir de aquí nace la interrogante sobre el papel de la Concertación como administradora del gobierno durante dos décadas y su verdadero rol y definición política.
Muchos quisieron advertirnos, ad porta de la segunda vuelta electoral (Piñera-Frei), de la inminente llegada de la derecha chilena y de los peligros que ello acarrearía. Según ellos, la derecha acabaría con los logros de la Concertación. La pregunta que debieron hacerse en ese minuto fue ¿Realmente hemos avanzado en materia social en Chile durante las dos últimas décadas? ¿Qué nivel de desarrollo social y político hemos adquirido como para que un nuevo gobierno de derechas intente anular dichos avances?. La respuesta evidente era que no habíamos avanzado en demasía, que nuestra clase política estuvo en parsimonia con la elite empresarial y con los grupos de poder. Es decir, favorecieron el statu quo. Así se cumplía una vez más la máxima, “cambiar” para que todo siga igual.
En el contexto de las elecciones (segunda vuelta, Piñera-Frei) recuerdo que las redes sociales estaban atestadas de mensajes con advertencias. Algunos extremos. Personas comunes y corrientes, aseguraban que se irían del país si Piñera llegaba a la Moneda. Insistían en que votáramos por Frei. Éste último, según ellos, sería el mal menor y Piñera la catástrofe. La pregunta que hice en su oportunidad fue: A partir de la comparación de los programas de gobierno, ¿cuál sería la diferencia sustancial entre ambos candidatos?. Ninguna.
Piñera ganó. Dichas personas no se han movido del país y muchos siguen trabajando en los mismos puestos de trabajo, algunos de los cuales son públicos (he ahí también parte de las motivaciones contra el recambio de gobierno). El gobierno de Piñera no ha vetado, anulado o reformulado las “gloriosas iniciativas” sociales de la Concertación. Es más, en algunas de ellas, inclusive, las ha profundizado. ¿Entonces?
La llegada de Piñera al palacio de gobierno no me pareció negativa. Son las reglas de la democracia. Critiqué en reuniones de amigos y en las redes sociales la catarsis y el miedo colectivo de la centro-izquierda. Me explico. Señalé que los movimientos sociales, estudiantiles y sindicales se fortalecerían con la llegada de la derecha al gobierno, ya que los dirigentes -la mayoría coaccionados durante los gobiernos de la Concertación- desempeñarían un verdadero rol dirigente, obtendrían un amplio margen de acción, es decir, no estarían dirigidos por sus jefes de la Moneda. Con un gobierno de derechas, los dirigentes, especialmente sindicales, representarían los intereses de sus sectores y dejarían de ser, como en antaño, meros instrumentos de la Concertación. Por lo tanto, muchos de estos dirigentes -militantes de los partidos de la Concertación- se transformaron durante dos décadas en muros de contención del gobierno, frente a las peticiones y demandas de sus correligionarios.
De ahí que la derecha chilena, y especialmente el mundo empresarial, se sintiera tan augusto con los gobiernos de Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet. Los empresarios siempre tuvieron línea directa con la Moneda. Los encuentros de empresarios y gobierno se desarrollaron entre laureles y música de cámara. De ahí que en una entrevista en La Tercera, un viejo dirigentes socialista renovado, me refiero a Carlos Altamirano, señalara que el gobierno de Lagos había sido el mejor gobierno de derechas que él haya podido presenciar.
¿Donde quiero ir con todo esto?. Quiero recalcar que los logros de la Concertación en materia social no fueron tales. Existe poco y nada para regocijarse. En lo absoluto. Por ello, las críticas de la Concertación hoy en día, no tienen credibilidad para enfrentar a Piñera o a los empresarios. El revivals de “ser de izquierdas”, que algunos políticos concertacionistas intentan adquirir, es letra muerta y falsa. Durante 20 años la sociedad chilena vivió con la ya mítica frase de Aylwin “gobernar en la medida de lo posible”.
Los dirigentes de la Concertación posterior a la derrota electoral de Frei, señalaron que el gobierno de Piñera sería el quinto de la Concertación, aludiendo a que Piñera votó por el No a Pinochet y sondeó militar en la DC al regreso de la democracia. Piñera efectivamente ha seguido la misma senda que la Concertación, gobernar en la medida de lo posible, sólo que ahora tiene a una serie de movimientos sociales y políticos con una recargada mochila de demandas, las cuales estuvieron contenidas durante dos décadas. Es evidente que la clase política, la administración del Estado, los partidos políticos en general, han estado por detrás de las demandas y necesidades (material y moral) de la sociedad chilena.
Así que, quienes crean que estamos en el quinto gobierno de la Concertación (como lo han señalado reiteradamente los personeros de la Concertación) están profundamente equivocados. Estamos en un gobierno de derechas. Y más precisamente, como lo recordó Longueira -con su particular sarcasmo, pero con evidente realidad- estamos en el quinto gobierno de la derecha chilena.
Mauricio Rojas Casimiro
Periodista y doctorando en Cs. Políticas