Septiembre 20, 2024

De ratones y de hombres: el virus Hanta en Chile

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ratLos titulares de la prensa en los cuales se alude a la epidemia de infecciones por virus Hanta que afecta a varias regiones del país, traen a la memoria a una de las grandes tragedias noveladas  de la Depresión en los EE. UU., “De ratones y de hombres”, escrita por el Premio Nobel (1962) estadounidense John Steinbeck en 1937.

 

En esta obra, y en varias otras, Steinbeck retrata con gran humanidad y destreza literaria, las deplorables penurias y los finales aciagos que experimentaran las personas y las familias  que fueran sujetos de una de las grandes migraciones del Siglo XX causada por la Depresión y el cambio climático. Migración que llevara a cientos de miles de personas de los estados del Medio Oeste estadounidense como Oklahoma y Kansas a abandonarlo todo y a desplazarse en una desesperada marcha al  prometido Edén de California.


El título de la novela se inspira en un verso del generoso poema “A un ratón” del poeta y agricultor escosés Robert Burns que dice: “las muy bien concebidas ilusiones de ratones y de hombres / a menudo terminan mal”. En su novela Steinbeck demuestra este aforismo con gran maestría y desconsuelo ilustrado por el triste final de su personaje más vulnerable, el hercúleo débil mental Lennie, representado conmovedoramente en la última versión cinematográfica de la novela por John Malkovich (1992).  En mi opinión, la creciente presencia de infecciones por virus Hanta en Chile, enfermedad que es transmitida a humanos a través de las deposiciones, orina y secreciones de ratones y otros roedores, ilustra gráficamente también la máxima de “que las mejores ilusiones terminan mal”.


A despecho de los ardores simplistas con que nuestros clarividentes políticos nos pretenden encandilar para demostrar su liderazgo cuando nos hablan del gran desarrollo económico del país, la presencia creciente del virus Hanta en el territorio capta de una manera clara el mal término que tienen estas infundadas ilusiones y la ausencia fatal de este putativo liderazgo en el tratamiento de estos problemas.  Tanto las autoridades sanitarias como la mayoría del periodismo  pretenden  reducir a la enfermedad por virus Hanta a la simple ecuación roedores / humanos, sin percatarse que la presencia creciente  de ella diagnostica de una manera evidente problemas más amplios y progresivos que debieran estar siendo tratados de una manera técnica y eficiente para salvar mayores trastornos futuros.  Entre ellos se encuentra, sin lugar a dudas, el cambio climático, que con sus alteraciones drásticas de los patrones de lluvia y sequía influencia cuantitativamente a las poblaciones de roedores portadores asintomáticos del virus, aumentando sus interacciones negativas con la población humana.  La aparición y el aumento de las  infecciones por virus Hanta, al igual que las epidemias de Vibrio parahemolitico y de los florecimientos de algas toxicas, ilustran el paulatino impacto negativo del cambio climático en la salud de la población.

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La disminución de la biodiversidad provocada por la incontrolada explotación del bosque nativo,  el desarrollo agrícola y la urbanización ilimitada y caótica del territorio rural con su secuela de incendios forestales, también favorecen el aumento de los roedores, la diseminación del virus Hanta entre ellos y el aumento de sus interacciones dañinas  con las poblaciones humanas susceptibles.  La relación entre explotación forestal y la diseminación de la enfermedad sería ilustrada en nuestro país por la presencia de ella en las regiones del Bio Bío y La Araucanía, regiones en donde esta explotación  ha alcanzado su más amplio y destructivo apogeo.  La presencia de la enfermedad en estas regiones, donde además se ubican algunas de las comunas con más alto índices de pobreza del país,  también señala que la infección por virus Hanta está asociada a la pobreza, especialmente en las poblaciones indígenas.  Lo que estaría corroborado por estudios que demuestran que esta etnia estaría más expuesta a la infección que el resto de la población. La pobreza favorece la infección humana por el virus a través de numerosos mecanismos que incluyen la mala calidad de la vivienda que facilita la colonización de ella por los roedores infectados, y la ausencia de educación, que genera  un entorno doméstico tal, que permite su colonización  por estos.


En estas regiones que además fueron azotadas por el último terremoto que produjo daños severos a 500,000 viviendas, este factor y la lenta reconstrucción  probablemente también colaboran  en la generación de viviendas de mala calidad susceptibles de ser  pobladas  por roedores.   A pesar de algunos ejemplos de investigación de muy buena calidad respecto de esta enfermedad en el país, en general la falta de recursos humanos y de infraestructura de los organismos del Estado que debieran lidiar de manera eficiente con este problema sanitario,  mediante redes de laboratorios, vigilancia epidemiológica permanente en animales y humanos y con constantes campañas educativas, es también otra manifestación más de la pobreza.  Sin embargo, esta pobreza pareciera ser más bien artificial y de espíritu, ya que ella  resulta de las miopes decisiones político económicas que con el objeto de ahorrar ínfimas cantidades de dinero conspiran contra la salud de la población.  La ausencia y la fragmentación de las redes de laboratorios y de captación de información epidemiológica y de salud pública producida por la  ruinosa  municipalización de la salud llevada a cabo de manera irreflexiva y dogmática por la dictadura, es la guirnalda que corona una pirámide de torpezas que impiden en el país lidiar con la enfermedad infecciosa de manera dinámica y preventiva, de acuerdo a modernos y cabales cánones científico técnicos.


Después de casi veinte años que esta enfermedad  apareciera en Chile, se han producido por lo menos  700 casos graves de ella,  los cuales han resultado en aproximadamente el doble de muertes que aquellas producidas por el último maremoto  (+/- 300).  Como el porcentaje de enfermos que fallece por su causa es aproximadamente similar al de otros países, incluyendo EE. UU y Argentina, este importante numero de muertes indica que lo que falla en el país es  la prevención de la enfermedad.  Sin embargo, solo en los últimos días se han comenzado a  instalar  en laboratorios fuera de Santiago  los elementos técnicos para hacer el diagnóstico moderno e irrefutable de esta dolencia.  Esto retrata, a mi juicio, la tremenda inercia y la inhabilidad del sistema político / gubernamental chileno y de la prensa formadora de opinión de responder a las necesidades vitales de la población, ya que  dada la extensión de la enfermedad en el territorio nacional esta capacidad debiera haber existido hace ya mucho tiempo en todas las grandes ciudades del país.  Es tal vez ésta iniquidad resultante de desafortunadas decisiones y omisiones gubernamentales, una razón más por la cual presenciamos la creciente inquietud política y social que recorre a Chile. Ya que como dijera  J. Steinbeck, refiriéndose a otras situaciones inicuas en su gran novela  “Las uvas de la ira” (Premio Pulitzer,  1939),  “En el espíritu de la gente las uvas de la ira crecen lenta y copiosamente  preparándose para la vendimia”

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