Septiembre 20, 2024

Un puente demasiado lejos

puente_presidente_ibez

puente_presidente_ibezLa relegación de Puerto Aysén no es muy distinta a la que sufren otras ciudades, pueblos, poblaciones, villas, barrios y personas.

 

Mientras una minúscula parte de los habitantes del país vive como en el primer mundo, una gran mayoría lo hace como en el tercero. Ciudades olvidadas, pueblos fantasmas, barrios y poblaciones en donde sólo llega  la policía. Guetos en los cuales falta todo y en donde sobra la pobreza y la marginación. Donde nunca va a llegar el crecimiento con el que se llenan la boca y los bolsillos los dueños, administradores y funcionarios del sistema.


En el modelo que se intenta perfeccionar en Chile, la gente no cuenta, salvo para poner el lomo o las deudas. Para los sostenedores del sistema las personas resultan un cacho del que lamentablemente no se pueden desprender del todo. Sin embargo no les falta iniciativa para disminuir el impacto que generan en su afán de aumentar sus fortunas, algunos revoltosos. Para eso están las leyes y la policía.


Para el poderoso de turno esa chusma que apedrea Carabineros, que corta caminos y que levantan barricadas, son sujetos inservibles, molestosos, innecesarios, a los que meterían en cana si no fuera mal visto. Y no faltarán quienes crean en el Palacio que lo que corresponde sería meterles bala.


No es sólo por unos pesos más o menos que el gobierno regatea en Puerto Aysén. Lo que está en el centro es el mal ejemplo. La gente pelea por cosas elementales: leña para calentar el crudo invierno, rebaja en el precio exorbitante de los combustibles, un hospital que atienda los enfermos, una escuela que cultive a sus hijos. Nada del otro mundo y nada que no se puede financiar en un dos por tres. Y nada que no sea una obligación del Estado si lo entendemos como responsable del bien común.


El problema es que entregar la oreja para los prepotentes es como ofrecer la otra mejilla y para arrebatos idiotas, no están disponibles. Sobre todo si ejemplos como ese se vuelven adictivos.


Se habrán dado cuenta que la derecha en el gobierno es una soberana estupidez. Los anteriores prepotentes lo hacían igual o mejor, sin los costos asociados a la sobreexposición mediática.


Muchos de sus ministros senadores diputados y  alcaldes, estarán pensando con nostalgia en los viejos métodos de control de la chusma. Un par de helicópteros sobre las heladas aguas del sur, tres o cuatro rieles cortados convenientemente y a volar.


La batalla por el puente tendrá su lugar en la épica del futuro inmediato. No mucho más tarde otras regiones y ciudades van  seguir su ejemplo. Le gente ya entendió  que la derecha si bien es un monstruo grande que pisa fuerte, también tiene sus puntos débiles. El más importante, no saber controlar su odio innato.


Los estudiantes están preparando su entrada en escena y este año la arremetida promete ser mucho más  precisa que el año pasado. Los muchachos han ganado en experiencia, han levantado nuevos cuadros, y han logrado determinar con mayor precisión sus objetivos, cuestión de suyo trascendente.


La batalla por el Puente tiene en este cuadro una importancia estratégica: ha mantenido viva la llama de la rebelión en un mes en que los administradores, sostenedores y funcionarios del sistema, querían usar como un colchón que les diera un descanso.


No ha sido así y esa anomalía ha descontrolado al magnate que oficia de presidente y, como lo haría en La Bolsa, ante la perspectiva de un negocio, o  para desplumar a alguien, arrancó para adelante.


Puerto Aysén y su lucha merecen el reconocimiento de todos porque ha fijado un rumbo, y señalado un camino. Ha demostrado la importancia estratégica que puede llegar a tener un pequeño puente ubicado demasiado lejos.

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