El pintor, escultor y teórico del arte Antoni Tàpies (Barcelona 1923) falleció este martes en Barcelona a los 88 años. El catalán fue uno de los maestros del arte de vanguardia del siglo XX con su estilo propio, matérico por el uso de elementos de desecho, pero muy espiritual porque trascendió el soporte de la obra para profundizar en la imbricada condición humana. Su gran aportación se vio premiada con casi medio centenar de galardones; entre ellos, el Premio Príncipe de Asturias de las Artes (1990), la Medalla d’Or de la Generalitat (1983), la Picasso de la Unesco (1993), el Premio Nacional de Artes Plásticas de la Generalitat (1995), el Velázquez de Artes Plásticas del Ministerio de Cultura (2003) y el Praemium Imperiale de la Asociación Artística de Japón.
Expuso desde los años 40, y fundó en plena posguerra ‘Dau al Set’ junto al poeta Joan Brossa y los pintores Joan Ponç y Modest Cuixart –entre otros–, como grupo artístico de ruptura, dadaísta y surrealista. Se desvinculó en 1951. Siempre fue sensible a los acontecimientos políticos y sociales del momento: a finales de los 60 y principios de los 70 intensificó su oposición a la dictadura franquista, y su obra cogió tintes de protesta contra el régimen y ensalzamiento de la catalanidad, con palabras y signos en lienzos como ‘El espíritu catalán’ (1971), ‘Pintura románica con barretina’ (1971) y ‘Sardana’ (1971). Fue encarcelado por asistir a una asamblea clandestina en el Monasterio de Montserrat para protestar por el Proceso de Burgos.
Conoció en 1948 a Miró, uno de los que más admiraba. Dos años después, de la mano de Eugeni d’Ors, que lo invitó al VII Salón de los Once en Madrid, hizo su primera exposición individual, en las Galeries Laietanes de Barcelona. También en 1950 viajó a París con una beca del Instituto Francés, y allí conoció a Picasso –a quien dedicó una de sus obras públicas más famosas, ‘Homenaje a Picasso’ (1981), en Barcelona–, y además contactó con las ideas revolucionarias de izquierdas y con la pintura abstracta.
Autodidacta y zen
A los 18 años había sufrido una larga convalecencia por tisis durante la que empezó a dibujar, y, aunque al recuperarse compaginó su nueva pasión con sus estudios de derecho en la Universitat de Barcelona, en 1946 abandonó los estudios y se dedicó de lleno a dibujar y pintar. Fue artista autodidacta –sólo estudió un tiempo en la escuela de Nolasc Valls–, y procedía de una familia de tradición editorial, burguesa y catalanista. Su padre, Josep Tàpies i Mestres, era abogado, y su madre, Maria Puig i Guerra, hija de políticos catalanistas.
En su búsqueda también de una nueva espiritualidad, descubrió las religiones orientales, sobre todo el budismo zen. Muchas de sus obras, pese a ser matéricas, deben entenderse desde una perspectiva mística, y con ellas intenta transformar el interior del observador. Influido por el pensamiento budista, consideraba que conocer más el dolor hace que sus efectos se atenúen y mejore la calidad de vida. Abordó una reflexión sobre el dolor en sus últimas obras, aunque el paso del tiempo estuvo presente en todas sus etapas.
Las cruces y equis son características de su obra, así como las T mayúsculas por su apellido y el 4, por los cuatro elementos y puntos cardinales. El cuerpo humano y los objetos cotidianos son otros protagonistas: el primero a veces le sirvió para reivindicar lo repulsivo, como un ano defecando y una axila con pelos reales en ‘Materia en forma de axila’ (1968); los segundos, para revalorizar lo material de la realidad más próxima, como en ‘Materia en forma de sombrero’ (1968) y ‘Mesa y sillas’ (1968).
En los años 90 aceptó encargos institucionales: ‘Las cuatro Crónicas’ en la Sala Tarradellas de la Generalitat, la decoración mural de los pabellones de Catalunya y del CIO para la Expo de Sevilla, y una capilla laica para la Universitat Pompeu Fabra (UPF) fueron algunas de esas obras.
El calcetín
La que se quedó en proyecto fue el calcetín de 18 metros que había proyectado para la Sala Oval del Museu Nacional d’Art de Catalunya (Mnac). En 1990 creó su fundación en la antigua sede de la Editorial Montaner i Simon, obra del arquitecto modernista Lluís Domènech i Montaner. En el edificio, coronado por la escultura de Tàpies ‘Núbe y silla’ (1990), se muestra no sólo su obra de Tàpies, sino también de otros artistas contemporáneos, con exposiciones temporales que se suspendieron durante más de dos años desde el 1 de enero de 2008, cuando la fundación cerró por obras.
En marzo de 2010 se reinauguró, y en el patio se instaló una versión del calcetín que había querido para el MNAC, pero a menor escala. En abril, el Rey coronó toda su obra con el título de Marqués. En septiembre de 2011, su obra desde los años 40 hasta el final fue objeto de una exposición cronológica en la Fundació que se fijaba en la evolución de técnicas y materiales utilizados por el artista, mientras que el municipio madrileño de Aranjuez acogió en septiembre una muestra sobre su faceta gráfica con 26 grabados originales.