Septiembre 20, 2024

Movimientos estudiantiles y revolución (III)

marcha9

marcha9“Lo que hay que explicar a la gente es que la violencia ‘incontrolada’  tiene un sentido que no es la expresión de una voluntad de desorden sino de la aspiración a un orden diferente. Tomemos el caso de los estudiantes, puesto que son ellos quienes han desencadenado el movimiento. ¿Qué es lo que quieren? Se responde: un ‘poder estudiantil’. Decir eso es no decir nada mientras no se ha tratado de definir su posición en la Universidad y en la sociedad”. (*)

 

En este tercer capítulo sobre movimientos estudiantiles en América Latina, trataremos de sintetizar las experiencias de México y Chile referidas a movimientos y propuestas de reformas universitarias.


El caso de México es bastante particular, pues las condiciones son distintas a las de Córdoba y, en general, a la de los otros países que hemos descrito con anterioridad. México es el único país de Latinoamérica en el que la revolución política (1910) precede a la revolución universitaria y en el que, a su vez, ese movimiento político es anterior a la revolución rusa (1917), procediendo por ello,  con mayor independencia que el resto de los movimientos revolucionarios de América Latina.


Esta diferencia en el punto de partida, trae consigo el que las aspiraciones a la autonomía universitaria tengan desde el comienzo, un carácter reaccionario y antirrevolucionario. Ellas traducen el intento de excluir a la universidad del desarrollo revolucionario general de la sociedad, precisamente en completa contraposición con el movimiento de Córdoba por la autonomía, pues ésta perseguía crear un reducto de ambiente revolucionario dentro de un estado de tendencias liberales-burguesas.


Se podría decir que el movimiento de  Córdoba lucha en México en frentes invertidos: la universidad se halla en la posición contraria a la de un Estado de tendencias anarco-sindicalistas, por lo menos en los primeros años. No debemos olvidar que la presidencia de Álvaro Obregón contó con un decidido y fuerte apoyo por parte de la Confederación Regional de Obreros Mexicanos, CROM, fundada a comienzos de los años veinte por Luis Morones y que tenía un carácter anarco-sindicalista.


Entonces, es el naciente Estado surgido de la Revolución Mexicana, que se forma a partir  de la Constitución de 1917, y no la Universidad,  quien asume la tarea de la educación popular. La educación del pueblo se convierte en una especie de misión secularizada: los monitores que fueron enviados al campo con el objeto de difundir la reforma anticlerical, recibieron el nombre de “maestros misioneros”.


La instrucción universitaria apareció, por contraposición, como un lujo reservado a una alta clase parasitaria. Esta es la realidad social con la que tiene que ocuparse el movimiento estudiantil revolucionario mexicano. El régimen revolucionario desarrolló su propio sistema de educación que aspiraba a un socialismo de formación politécnica.


José Vasconcelos se convierte en el líder espiritual de ese movimiento; en el Cuarto Congreso Nacional de Estudiantes de 1926 se le otorga el título de “Benemérito de la clase estudiantil”.


En los años 1929 y 1933 se producen sendas huelgas generales de los estudiantes mexicanos que asumen el estilo anarco-sindicalista de las comunas. El periódico “La Huelga”, órgano del movimiento, destacaba las proclamas: “Queremos maestros revolucionarios en vez de políticos de circunstancias”, “Estudiantes y obreros uníos”, “Defenderemos nuestra causa en las barricadas”, “Reforma Universitaria”.


Ahora es la nueva clase media, producto ella misma de la revolución, que ve en el estudio en la universidad el presupuesto de la ascensión social. Los estudiantes se rebelan contra un régimen revolucionario que no ha tomado nota del cambio que se ha operado en la sociedad, y quieren que las políticas emprendidas hacia la educación popular inmediata,  extiendan su impulso revolucionario hasta los grados más altos de la educación universitaria.


El régimen concede en 1929 una autonomía condicionada y en 1933 una no condicionada, forzado por los acontecimientos. El presidente Emilio Portes Gil proclama el fin de la huelga general estudiantil bajo la amenaza de que si la universidad fracasa bajo el nuevo régimen de autonomía, será entregada a los obreros.


La concesión de la autonomía es, pues, algo así como una proclamación por parte del régimen revolucionario del estado de sitio de la universidad. A la estricta separación de la Iglesia y el Estado siguió una separación, igualmente absoluta, entre el Estado y la Universidad. Esta situación se prolongará hasta 1938, cuando con motivo de la nacionalización del petróleo realizada por el presidente Lázaro Cárdenas, surge la necesidad de gente preparada que sólo la universidad podía satisfacer. Sin embargo, este proceso contó con la dura oposición de las fuerzas más reaccionarias que se habían apoderado de la universidad, y que trataban, por todos los medios, de frenar el proceso de transformaciones sociales que llevaba a cabo dicho gobierno.  La gran huelga estudiantil de 1942 obtiene, al fin, la institucionalización de la universidad dentro del Estado revolucionario.


Se sucederán, sin embargo, otros movimientos  universitarios, como el de abril de 1966 y el  emblemático de 1968, que termina con una fuerte represión en la plaza de las Tres Culturas el 2 de octubre de ese año,  conocida como la masacre de Tlatelolco y de la que el presidente Gustavo Díaz Ordaz, en su último informe a la nación, asume su total responsabilidad.


Chile: la FECH y la política.

Si bien los movimientos estudiantiles demandando reformas en la universidades chilenas más conocidos se producen en la década de 1960, (especialmente 1967-1969), es necesario consignar que el proceso se inicia en 1920 y se desarrolla, con altos y bajos, durante gran parte del siglo XX. Al igual que en los otros países de América Latina, tiene  sus raíces en el Movimiento de Córdoba de 1918.


Sin embargo, la organización estudiantil universitaria se gesta  varios años antes, con la fundación de la Federación de Estudiantes de Chile en 1906, constituyéndose en el primer organismo estudiantil de carácter nacional en el mundo de habla hispana.


El principio de compromiso entre  universidad y sociedad, propios de la Reforma de Córdoba, ya se hacían evidentes en 1912, cuando los estudiantes de medicina de la Universidad de Chile ejecutan acciones de solidaridad con los obreros del norte, afectados por una epidemia de peste bubónica.


En 1918, la FECH asume una identidad anarco-sindicalista: mientras se producía el levantamiento en Córdoba, creaba la Universidad Popular Lastarria cuyo fin era entregar educación a la clase trabajadora. Ese mismo año, los líderes de la Federación, Santiago Labarca, presidente  (radical), y Juan Gandulfo, vicepresidente (anarquista), participan en la Asamblea Obrera de Alimentación Nacional, suerte de parlamento libre en que confluyen obreros, artesanos y universitarios de diversas tendencias. El 22 de noviembre, convocados por esta organización, marchan 50.000 manifestantes protestando por el alza de los alimentos. La derecha afirma  que se trata de un complot “digitado desde Perú”.


También en el año de 1918, se lleva a cabo la Primera Convención de la Federación de Estudiantes de Chile. Proclama el internacionalismo pacifista, como el americanismo de los estudiantes cordobeses; además, propone la abolición simultánea de los ejércitos de todas las naciones.


La Convención de 1920, inaugura, en esencia, los movimientos estudiantiles por reformas directamente relacionadas con la Universidad; se declara en lucha por el tradicional petitorio académico que había inspirado el movimiento de Córdoba: obtener la representación de los estudiantes en los organismos directivos de la enseñanza, autonomía económica de la universidad, estatuto docente, educación nacional gratuita.


Eran épocas de convulsión política. 1920 se preparaba para elegir al sucesor del presidente Juan Luis Sanfuentes. El Partido Obrero Socialista POS, creado en 1912, levanta la candidatura de Luis Emilio Recabarren  para tratar de evitar que las masas fueran canalizadas por la demagogia populista del candidato de la Alianza Liberal, Arturo Alessandri Palma, coalición formada por el Partido Radical, sectores liberales y balmacedistas. Por su parte, la Unión Nacional, coalición de conservadores, nacionales y liberales, presentaba la candidatura de Luis Barros Borgoño.


La votación del 25 de junio  de 1920, favoreció al candidato de la Alianza Liberal por un estrechísimo margen. Como en esa época la elección de presidente no era directa, sino por medio de representantes llamados electores, se designó un “tribunal de honor”, abiertamente inconstitucional, para resolver quien era el ganador. Mientras tanto,  el gobierno trató de crear un clima político que justificara el desconocimiento del triunfo de Alessandri, agitando el problema fronterizo con Perú en torno a la cuestión de Tacna y Arica, para provocar la movilización del ejército.


Se acusó a los dirigentes de la FECH, que habían respaldado a Alessandri, de antipatriotas y pro peruanos. Esta provocación culminó con la muerte del estudiante y poeta Domingo Gómez Rojas, y varios dirigentes detenidos. Una turba, instigada por el senador Enrique Zañartu Prieto desde los balcones de La Moneda,  al grito de “hijos de puta, vendidos al oro peruano, estos traidores tienen su cueva a dos cuadras de aquí” (Ahumada 74),  se dirige al local de la Federación, lo saquea e incendia.

El juicio a los dirigentes estudiantiles conocido  como el “proceso a los subversivos”,

desató una ola de protestas cuando se supo de la muerte de Gómez Rojas en la Casa de Orates de Santiago, causada por la incomunicación, torturas y maltratos recibidos en la cárcel que minaron su salud física y mental. El sepelio convocó a más de 40.000 personas.

El 12 de octubre de 1920, la FECH lanza el primer número de la revista Claridad, cuya declaración de principios radica en el cuestionamiento del capitalismo y la unión indisoluble entre trabajadores y estudiantes. Entre sus plumas destacan los estudiantes Pablo Neruda, José Santos González Vera, y Manuel Rojas.


En cuanto el tribunal de honor confirmó la elección de Arturo Alessandri, la amenaza de guerra con Perú se esfumó y el “proceso a los subversivos” fue perdiendo fuerza y protagonismo.


Si bien el movimiento universitario emergió con más fuerza, en que los sectores de vanguardia procuraron darle un contenido social revolucionario a la lucha, el gobierno de Alessandri logró que el movimiento estudiantil quedara enclaustrado en la universidad.


En el próximo capítulo analizaremos el papel del movimiento estudiantil en la caída de Ibáñez, los movimientos estudiantiles de la década del 60’ y el debate sobre la reforma universitaria en 1969.

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(*) Jean Paul Sastre, “Introducción ex-cátedra y difusión de la crisis del saber universitario y el descontento estudiantil”, Boletín de la Universidad de Chile, N° 89-90, nov.-dic. 1968.

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