Parece que la única salida para el futuro político de La Concertación y supuestamente para Chile fuera la repostulación de Michelle Bachelet como candidata a presidenta de la República. Curiosamente, es tan aguda la crisis política, que esta perspectiva resulta alentadora tanto para la derecha gobernante, como para su propia coalición, la Concertación de partidos por la Democracia.
Después de los resultados de las últimas encuestas, donde el Presidente Sebastian Piñera sigue con bajísimos niveles de aprobación, más de alguien en los círculos de los poderes fácticos debe estar pensando en el error estratégico de haber elegido un presidente de la derecha tradicional, cuando la nueva derecha concertacionista lo estaba haciendo tan bien para ellos y sin siquiera moverse de su escritorio.
Gran parte de la eficacia simbólica de la figura del Presidente de la República, se debe a que esta pasa a representar el interés general. Al Presidente Sebastian Piñera le ha sido imposible hacer aparecer su figura como la representación del conjunto de la nación. Sebastián Piñera está inevitablemente asociado a intereses particulares y sus errores iníciales: demora excesiva en la venta de las acciones de LAN. La venta tardía de las acciones del canal de televisión y la tozuda renuencia a la venta de las acciones de Colo Colo, contribuyeron a reforzar la imagen de un presidente que defiende intereses particulares, y en otros casos, de ciertos votantes de la clase media que logró conquistar para su elección Estos hechos pusieron en evidencia el verdadero carácter social de su régimen.
La conducta gubernamental del gobierno frente al conflicto estudiantil ha sido lamentable, pésima e inútil, y al fin y al cabo su papel ha sido descifrado por la ciudadanía como la de un gobierno que a toda costa quiere defender el lucro, sus privilegios y el negocio de la educación por encima de cualquier otro interés. Lo que refuerza a su vez la imagen de un empresario defendiendo los intereses de sus pares empresarios. Ahora, los discursos y las prácticas de encubrimiento de este negocio llegan a la perversidad porque ese interés particular egoísta se defiende en nombre de la libertad de los estudiantes a elegir, o el de la ayuda directa a los mismos en becas para que las vayan a depositar a las mismas universidades privadas de la que ellos son dueños.
Ante tal situación para muchos estrategas profundos de la derecha la cuestión se reduce a tratar de que el gobierno no pierda más legitimidad y mantener el modelo acentuando sus rasgos populistas y que pase el tiempo rápido.
Las figuras presidenciables de la derecha Laurence Golborne y Andrés Allamand si bien no tienen el marcado carácter empresarial del presidente Piñera, están inevitablemente asociados a este y por lo tanto esto va a ser un escollo bastante difícil de superar en sus pretensiones electorales. Se identifican y son parte del gobierno de la derecha y los empresarios.
Frente a esta situación emerge la figura maternal y salvadora de “Mi Gordis”. Alta puntuación en las encuestas y desempeñándose con solvencia en la burocracia internacional de la ONU.
Ahora lo lamentable para la Concertación de partidos por la Democracia (que se encuentra totalmente desprestigiada), es que la figura y la popularidad de Michelle Bachelet es lo único que tienen. No hay programa, no hay ideales, no hay propuestas que encanten, no hay acuerdos que no sean los electorales y la ilusión de regresar al gobierno (con los mismos dinosaurios de la retorcida política concertacionista). El vacío es entonces, gigantesco, tremendo y desalentador.
¿Por qué la figura de Michelle Bachelet ha salido inmune del desastre? Porque está lejos (En EEUU para ser mas exactos) y no se ha metido en las patas de los caballos en los temas que le competen o mejor dicho le ha sacado el bulto. Bien gráfico fue el afiche que se encontraba al frente de la Casa Central de La Universidad de Chile donde decía, refiriéndose a Bachelet “Donde está”, aludiendo a su silencio sobre la movilización estudiantil. Mal que mal ella también es responsable de la revolución estudiantil, al traicionar a la movilización pingüina y legitimar, mediante acuerdos con la derecha, el lucro y la perversidad de los negociados en la educación. Si aun “Mi Gordis” genera simpatías se debe exclusivamente al núcleo de nostálgicos que aun cree en el milagro de su retorno. También puede deberse a causas estrictamente subjetivas que tratan de interpretar los caciques de La Concertación y que tiene ver con cierto romanticismo frente a su coalición. O talvez a que se ha convertido en la figura maternal de una nación y a ciertas acciones sociales y deportivas realizadas en su gobierno.
Ahora, en rigor, todos los problemas que le han estallado al actual gobierno vienen de problemas no resueltos en el gobierno de Bachelet y los anteriores. El sistema binominal, el problema de la educación, la desigualdad social, colusión de farmacias y avícolas, La Polar, etc., etc.
Por eso que resulta sorprendente que mientras la “Concertación” mira con sentimiento de culpa al emergente y contestatario movimiento estudiantil y social, la derecha tradicional se encarga de enrostrarle a la cara la “gran obra realizada por la Concertación”.
Ante este escenario no hay que engañarse, la candidatura de Michelle Bachelet no representa nada distinto ni alternativo, a lo más un remozamiento cosmético. Su coalición política no tiene nada serio ni importante que ofrecer, ni nada nuevo para reencantar. La “Concertación” está comprometida a fondo con el modelo neoliberal. Los Estudiantes de la Izquierda Autónoma que acaban de ganar las elecciones de la FECH piensan de la misma forma.
Por esto no todo está dicho, jurado, ni sacramentado. Bien podría en este escenario triunfar un candidato fuera de estas dos coaliciones gobernantes (Concertación y Alianza por Chile) y que se han repartido el poder por mas de 20 años (“A río revuelto ganancia de pescadores”, reza el dicho popular). Ya en la pasada elección presidencial se plantó este escenario con la irrupción de Marco Enríquez Ominami como candidato presidencial fuera del sistema y con todas las dificultades que impone la Constitución (de Pinochet y Ricardo Lagos) para ser candidato independiente.
Por eso el peso de la actual movilización social, especialmente la estudiantil, es tal, que ha logrado instalar otra agenda y esbozar otro escenario. La crisis de representación del sistema político ha sido puesta en entredicho. Se están produciendo y se producirán cambios en el liderazgo político. Ya la opinión pública no cree en el actual sistema político y económico. La cuestión es si van a ser cambios profundos o se cambiarán algunas cosas para que no cambie nada.
Si el movimiento social no es capaz de auto representarse, sigue fragmentado o comete el error de sumarse a la “Concertación” será fácilmente asimilado, mal conducido y finalmente derrotado.
Sería un desacierto mayúsculo pegarse por mezquinos intereses electorales a una coalición decadente, como la “Concertación” que ya nada tiene de progresista, si es que alguna vez la tuvo, y que gobernó para mantener, reforzar y gozar del sistema neoliberal.
La tarea de estructurar una democracia verdadera solo puede ser posible con la participación ciudadana amplia y directa, llámese plebiscitos, llámese Asamblea Constituyente u otras formas de participación que los chilenos puedan y quieran darse.
Si se llegara a postular y a reelegir como presidenta a Michelle Bachelet habremos caminado dando una vuelta en círculo, como si estuviéramos perdidos en el desierto. Todos los avances de la conciencia política y social logrados en las movilizaciones se habrán extinguidos.
Hugo Farias Moya