Durante la Feria Internacional del Libro de Santiago, Editorial Catalonia presentó el libro póstumo de José Miguel Varas “Debo decir sucede. Cien crónicas de carne y hueso” que recoge la mirada atenta y cuidadosa que este escritor chileno tenía hacia su entorno.
Varas comenzó a escribir a los 13 años de edad, cuando era alumno del Instituto Nacional. En ese tiempo, junto a un grupo de compañeros, inventó El Culebrón, un periódico escolar en el que se redactaba la crónica humorística de los sucesos del pequeño mundo del curso. En ese período escolar, publicaría sus “Goteras” o cuentos breves, en el Boletín del Instituto Nacional, una revista cultural que dirigía Ernesto Boero Lillo, su profesor y maestro que estimuló su incursión temprana en las letras.
En 1946 publicó Cahuín, su primer libro, en el que reunió crónicas y anécdotas de su vida estudiantil. Los rasgos propios de su posterior narrativa aparecen retratados en dicha obra: la ironía y la picardía; la precisión y sagacidad del lenguaje, y la representación de realidades y caracteres representativos del chileno.
En la década del sesenta se publicaron Porai (1963) y Lugares comunes (1967) en los cuales surgen personajes populares de diversas condiciones sociales y oficios.
Tras el Golpe militar de 1973, se instaló por 15 años en Moscú, donde, entre otras cosas, trabajó como locutor del programa radial llamado “Escucha Chile”.
En esa época escribió Don Américo: un chileno comunista (1981) y algunos relatos que incluyó, más adelante, en sus Cuentos completos, que recibirían el Premio Altazor; el Premio del Círculo de Críticos de Arte de Chile y el Premio del Consejo Nacional del Libro. Años más tarde, aparecieron Las pantuflas de Stalin, y otras historias (1990), Neruda y el huevo de Damocles (1991) y El correo de Bagdad (1994).
En este libro póstumo, se aprecia su preocupación por el estilo, por crear una prosa que refleje la intensidad de sus emociones con una mirada profunda sobre quienes son protagonistas de sus páginas. Lo que uno va leyendo es una excelente estructuración literaria de la realidad, un periodismo de los “sin voz”, de los marginados de la sociedad. Sin embargo, también aparecen chilenos célebres como Luis Advis, Baldomero Lillo, Pablo Neruda, Juvencio Valle, Mauricio Redolés, Zurita entre otros.
Premio Nacional de Literatura en 2006, siempre tuvo una mirada atento a su entorno que le permitió crear un personaje donde solo existía un ser humanos simple, con virtudes y defectos registrando y recuperando trozos de las vidas de hombres y mujeres del tiempo que le toco vivir y conocer.
La obra de José Miguel Varas siempre se alimentó de su mundo cercano, de su propio entorno personal más próximo; de su vida política, del ejercicio del periodismo, de las experiencias recabadas en sus viajes y de su relación con la política.
Aún cuando las crónicas presentadas en este libro, son lecturas sencillas, contextualizadas en la contingencia política y social pero con una mirada íntima y cotidiana, que permite al lector entrar en la privacidad del protagonista del relato se puede apreciar en cada palabra, en cada párrafo escrito en este libro, la firma de Varas con su estilo minucioso, que lleva al lector a involucrarse totalmente en el relato.
Falleció el 23 de septiembre de 2011 en su hogar, ubicado en la comuna de Ñuñoa, mientras trabajaba con su hija Cristina en la edición de este libro que, sin duda, es un homenaje a un periodismo de autor.